El activismo LGTBI+ ha sido clave en la conquista de derechos y espacios de visibilidad, pero dentro de los propios colectivos sigue habiendo una realidad incómoda: la invisibilización de las mujeres. Lesbianas, bisexuales, trans y otras identidades feminizadas han tenido que pelear no solo contra la LGTBIfobia de la sociedad, sino también contra el androcentrismo dentro de sus propios espacios.
No es casualidad que muchas veces sean hombres gais quienes acaparan los liderazgos y el foco mediático en los colectivos. Como en tantos otros espacios, el activismo LGTBI+ ha heredado dinámicas patriarcales que relegan a las mujeres a un segundo plano. Mientras tanto, las lesbianas, bisexuales y trans han tenido que hacerse hueco en un entorno donde sus experiencias no siempre han sido prioridad. La historia del activismo LGTBI+ está llena de mujeres que han sido clave en las luchas, pero cuyos nombres han quedado en la sombra. Un ejemplo claro es Brenda Howard, mujer bisexual y activista, conocida como la «madre del Orgullo», quien organizó las primeras marchas del Orgullo tras los disturbios de Stonewall, pero cuyo nombre rara vez se menciona en la historia oficial del movimiento.
Si hay menos mujeres en los espacios visibles del activismo no es porque no quieran estar, sino porque las barreras son muchas y muy concretas:
La sobrecarga de roles: Muchas mujeres asumen una doble o triple jornada entre trabajo, cuidados y activismo.
Falta de interseccionalidad: Si los colectivos no abordan de manera integral género, orientación, identidad, clase o raza, muchas mujeres no se sentirán representadas.
Dinámicas excluyentes: No es raro que las actitudes machistas se filtren en los propios colectivos, haciendo que muchas mujeres no se sientan valoradas ni cómodas.
Las mujeres son el motor silencioso de muchos colectivos. Son quienes gestionan, organizan, movilizan y sostienen las luchas desde dentro. Pero mientras el reconocimiento suele ir a quienes dan discursos o salen en la foto, las que hacen posible que todo funcione rara vez reciben crédito. Esta invisibilización no es una casualidad: es la consecuencia directa de estructuras de poder que siguen favoreciendo a los hombres dentro del activismo.
Es urgente cambiar esta narrativa. Las mujeres no solo sostienen los colectivos, sino que también son líderes y estrategas, aunque muchas veces su trabajo se dé por sentado. La historia del activismo LGTBI+ no puede seguir repitiendo los mismos patrones patriarcales que el feminismo y la lucha LGTBI+ buscan erradicar.
¿Cómo cambiamos esto? No basta con reconocer el problema, hay que actuar:
Más mujeres en espacios de decisión: Hay que asegurar liderazgos equitativos y garantizar que las mujeres tengan voz real en la toma de decisiones.
Valorar el trabajo de cuidados y organización: No se puede seguir menospreciando las tareas que sostienen el activismo.
Formación y sensibilización interna: Es imprescindible que dentro de los propios colectivos se revisen y deconstruyan actitudes machistas.
Crear espacios seguros para mujeres: Que puedan compartir experiencias, tejer redes de apoyo y fortalecer su presencia en el activismo.
Revisar la historia del activismo: Es importante recuperar la memoria de mujeres activistas cuyas aportaciones han sido olvidadas o minimizadas.
Preservar la autonomía de los colectivos: La lucha LGTBI+ debe seguir su propio rumbo, sin verse condicionada por intereses ajenos que puedan desdibujar sus objetivos reales.
El activismo LGTBI+ y el feminismo van de la mano. Si un colectivo dice ser inclusivo pero no garantiza espacios y reconocimiento a las mujeres, entonces no está siendo realmente transformador.
Este 8 de marzo es un buen momento para hacer autocrítica y empezar a cambiar las cosas. No queremos ser solo las que sostienen, queremos ser las que deciden, las que lideran y las que marcan el rumbo. No es solo una cuestión de justicia, es una cuestión de supervivencia y de futuro para la lucha LGTBI+.
El cambio debe empezar desde dentro. Si queremos una sociedad igualitaria, tenemos que ser coherentes y asegurarnos de que nuestros propios espacios de lucha sean también espacios de equidad. De lo contrario, estaremos replicando las mismas estructuras de exclusión que queremos derribar. Es hora de escuchar, valorar y visibilizar el papel de las mujeres en el activismo LGTBI+. Porque sin nosotras, no hay revolución.