El (delirante) show de Patricia Petibon pone patas arriba el Ciclo de Lied en el Teatro de La Zarzuela

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Ni Winterreise (Cuento de invierno) ni Die schöne Müllerin (La bella molinera), de Schubert. Patricia Petibon, Christian-Pierre La Marca y Alfredo Abbati nos tenían preparado un programa mucho más ecléctico que fue de Rameau a Falla con paradas en Erik Satie, Poulenc o canciones tradicionales escocesas, irlandesas y catalanas. Todo ello en un recital que, literalmente, puso patas arriba al Ciclo de Lied, organizado por el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), en el Teatro de La Zarzuela, que esta temporada celebra su XXXI edición.

En estos treinta y un años de Lied, por el escenario de La Zarzuela ha pasado todo el mundo. Por orden alfabético, el arco de prestigio va de Victoria de los Ángeles o Thomas Allen a Violeta Urmana o Deborah Voigh. Patricia Petibon, diva francesa que ha hecho del Barroco su mejor carta de presentación, debutaba en este prestigioso ciclo liederístico, uno de los más exquisitos que se celebran en Madrid. La expectación era enorme con la sala abarrotada, con un público joven (y moderno) que se mezclaba con el habitual de los lunes del coliseo de la plazuela de Teresa Berganza.

Patricia Petibon, Christian-Pierre La Marca y Alfredo Abbati salieron al escenario con un look que no era el habitual de estos conciertos. Ellos con zapatillas blancas y traje oscuro, ella con un vestido entre romántico y excéntrico. Eso dio la señal de que no iba a ser una noche normal. Algo que se confirmó cuando la cantante se escondía tras el piano para colocarse la aleta de un tiburón, una nariz de payaso, una chistera o una marioneta de una gallina.

Hablamos de tres grandísimos artistas que iban a divertirse y a divertirnos. Algunos no lo entendieron así y no daban crédito a lo que pasaba en escena. Otros, la gran mayoría, lo disfrutamos al máximo. Es cierto que la cantante atacó las partes cantadas desde una óptica, por decirlo de alguna manera, nada habitual, o, por precisar más, de una forma muy particular. Pero sus tablas le permiten hacer lo que quiera y resolver esas ‘particularidades’ con presencia y gestualidad. O silbidos o grititos.

El estupendo chelista Christian-Pierre La Marca nos regaló algunos de los mejores momentos de la noche con sus arreglos de obras de Marais, Falla o de canciones tradicionales catalanas. Lo mismo puede decirse de los solos de piano de Alfredo Abbati con Rameau, Satie o Ginastera. Así como el solo de violonchelo y piano de ambos con Ravel.

Dos inmensos artistas (y en una crónica tan atípica como esta podemos añadir que guapísimos, con un lookazo muy total y fresco) que, junto con la soprano francesa, nos ofrecieron una noche divertidísima y alocada, con grandes momentos musicales, que puso patas arriba al Ciclo de Lied y nos hizo muy felices.