En shock. Así nos quedamos tras una hora y media en la que los cantantes franceses Sabine Devieilhe y Stéphane Degout, junto con el soberbio conjunto vocal e instrumental Ensemble Pygmalion, dirigido por el elegante y exquisito Raphaël Pichon, nos ofrecieron una velada que fue una excelsa experiencia religiosa. No hay palabras para contar lo que se vivió en la sala desde que el director galo se subió al podio y un silencio cuasi místico se apoderó del Teatro Real.
En Réquiem por Ophélie, la soprano, el barítono, la orquesta y el coro afrontaron un un programa tan atípico como fascinante con obras de Berlioz, Thomas y Fauré centradas en los personajes de Hamlet y Ofelia. La noche comenzó con con Méditation religieuse de Hector Berlioz, con una orquesta y coro en estado de gracia, y con la que llegamos al éxtasis nada más comenzar. Empezar así es muy arriesgado, pues mantener ese nivel de excelencia y recogimiento podría parecer imposible.
Pero no lo fue. La cosa fue a más; a mucho –muchísimo– más. Llegaron las dudas, las meditaciones, las pasiones de Ofelia (Ophélie) y Hamlet a través de diferentes escenas de la ópera Hamlet de Ambroise Thomas, a cargo de unos Sabine Devieilhe y Stéphane Degout que parecía que habían bajado del cielo para cantarnos. O mejor aún, nos cantaron directamente desde él, para que en la tierra gozáramos de un éxtasis divino.

Unos soberbios Sabine Devieilhe, soprano, y Stéphane Degout, barítono, en un momento de Réquiem por Ophélie en el Teatro Real. Foto: Javier del Real.
El programa, dividido en escenas, llegó al éxtasis en la Escena IV del mismo –siguiendo con la ópera de Thomas– en la que la Devieilhe mostró todo su poderío canoro sin romper en un solo segundo esa delicadeza y misticismo que solo una musa de la elegancia, como es ella, puede mantener pese a arrancar una sonora –y merecidísima– ovación en la sala. El pasado noviembre inauguró el Ciclo de Lied del CNDM en La Zarzuela, y en el Real la hemos podido disfrutar en Lakmé y como Micalela en una versión cuasi desconocida de Carmen, la que supuestamente Bizet hubiera querido estrenar. Soñamos con tener a tan divina mujer en una ópera escenificada.
La noche se redondeó –a nivel musical, canoro y de recogimiento– con la Marcha fúnebre de Berlioz para la escena final de Hamlet a cargo la orquesta y el maravilloso coro del Ensemble Pygmalion, como antesala de una soberbia interpretación del Requiem en re menor de Fauré, con el que todos los que estuvimos en el Real pudimos tener al menos una pincelada de lo que debe ser la vida In paradisum.
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Empezó el Teatro Real muy fuerte la semana. Tras la última función el domingo 11 de la excelente propuesta de El cuento del zar Saltán, de Rimski-Kórsakov, llegó este Réquiem por Ophélie que aún nos tiene en trance. Hoy, miércoles 14 de mayo, llega Verdi con un Atilla de alto voltaje con Sondra Radvanovsky, Artur Rucinski, Michael Fabiano y Christian Van Horn. La semana termina con Händel y Tamerlano, con René Jacobs y su maravillosa Freiburger Barockorchester.
Réquiem por Ophélie no fue un concierto más. Fue una noche mística, una experiencia cuasi religiosa, en la que la música nos llevó al cielo. La semana promete.