Tras títulos tan premiados como La trinchera infinita y Marco, el trío creativo conocido como los Moriarti regresa con su sexto largometraje, Maspalomas, recién estrenado –con estupendas críticas– en el Festival de San Sebastián. Su guion lo firma Jose Mari Goenaga, que habla desde un lugar que conoce y que en cierto modo le ha inspirado la historia: las vivencias que trae consigo una salida del armario. Solo que en este caso le da la vuelta.

Jose Mari Goenaga, uno de los directores de Maspalomas.
Vicente (un espléndido José Ramón Soroiz) reprimió su homosexualidad hasta los 50 años, momento en que decidió abandonar la familia que había formado, dejando atrás a su mujer y su hija (Nagore Aramburu), y marcharse a vivir en libertad su homosexualidad a Maspalomas. “Yo también sé lo que es salir tarde del armario”, cuenta, “lo hice a los 34 años”. A los 76, Vicente sufre, en plena sesión de sexo, un ictus, y su vida cambia para siempre. Postrado en una silla de ruedas y con escasa movilidad, regresa a San Sebastián, y su hija le ingresa en una residencia. Allí, para sentir que encaja y evitarse posibles problemas, decide volver al armario.
La idea le surgió, precisamente, la primera vez que visitó Maspalomas. “Fue en 2016”, recuerda. “Me encantó la atmósfera que hay en esa especie de microcosmos”. Y pensó que sería interesante mostrarlo en una película: “Me encontré en un lugar en que sientes una libertad especial, donde puedes vivir como quieras, sin importar tu condición ni tu edad”. El guionista y codirector tiene 48 años, pero asegura que hay mucho de él en Vicente.

José Ramón Soroiz hace un gran papel en Maspalomas. Foto: David Herranz
Explica Goenaga que no por ser una historia en la que ha volcado parte de sí pensaba enfrentarse al rodaje con mayor presión de la habitual: “Pero cuando se acercaba el rodaje, me dio una isquemia cerebral transitoria; me fallaban las manos, se me paralizó el rostro… Fueron apenas unos segundos, pero claro, me entró miedo. Suerte que tengo siempre al lado a Aitor [su codirector] y a Jon”. Afortunadamente, fue solo un susto. Hablando con su psicóloga, sí llegaron a la conclusión de que pudo haber tenido que ver el hecho de que fuese un proyecto tan personal. “Con lo que cuesta salir del armario, pensé en lo duro que debe ser volver a él. Aunque es verdad que, al final, estamos saliendo del armario una y otra vez en la vida, cada vez que te enfrentas a un nuevo contexto”.
Leyó además artículos en los que se hablaba de cómo muchas personas LGTBIQ+ volvían al armario cuando ingresaban en residencias, algo que también comentó, mientras se documentaba, con Federico Armenteros, de la Fundación 26 de septiembre. Y vio claro que quería hablar tanto de homosexualidad como de edadismo.
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Es consciente de que habrá espectadores a los que les choque la manera tan explícita en que muestran cómo vive su sexualidad Vicente, porque no quisieron huir de esa cuestión. “Es curioso que siga siendo un tema tabú, poco representado en el cine, ya sea en historias heterosexuales o protagonizada por personajes LGTBIQ+”, reflexiona. “Porque siguen predominando ideas preconcebidas, más relacionadas con la edad que con la orientación sexual”. Es una realidad muy asentada. El sistema nos dice que a partir de una edad no hay ni deseo ni impulsos sexuales, y eso no es así”.
Cuando visitó residencias durante la preproducción, trabajadores en las mismas le confirmaron a Jose Mari que quienes viven en ellas son personas de lo más heterogéneas. “Lo duro es ver en la película cómo se tiende a dar por hecho de primeras que todo el mundo es heterosexual, y se busca homogeneizar a todo el que entra en una residencia”, con los efectos que esto conlleva en el protagonista.
Explica “el Moriarti” que José Ramón Soroiz aceptó enseguida el proyecto, le fascinó la psicología del personaje. Aunque reconoce que hicieron una pequeña trampa Arregui, Garaño y Goenaga: “No le contamos de primeras que habría secuencias de sexo bastante explícitas”. Cuando lo hicieron –el inicio de la película es impresionante–, Soroiz se asustó un poco, no tenía claro si podría hacerlas. “Fue maravilloso contar con esas intermediarias que son las coordinadoras de intimidad, que le ayudaron mucho a la hora de vencer el pudor”.

Nagore Aramburu y José Ramón Soroiz en Maspalomas.
Goenaga no siente que dichas secuencias sean especialmente explícitas: “En mucho cine LGTBIQ+ vemos sexo mucho más explícito, como en una de las películas que usamos como referencia, El desconocido del lago”. Lo que valora es la posibilidad de que Maspalomas contribuya a crear referentes visibles a la hora de luchar contra el edadismo, y no solo para personas del colectivo, porque siente que la historia que cuenta es de lo más universal. “Ojalá contribuya también a visibilizar la necesidad de crear espacios seguros en los que poder salir del armario con libertad”, expresa.
Aunque no está remarcado de una manera explícita, este viaje hacia la autoaceptación que cuentan también es, en cierto modo, una metáfora de los tiempos que vivimos: “En el germen de esta historia ya vi claro que quería plantear lo fácil que es perder ciertas conquistas”. Y continúa: “Aunque es una película que no trasciende lo intimista, ojalá haya espectadores que lleguen a esa reflexión. Porque, al final, lo que vive el protagonista tiene que ver con lo que suponen los recortes de derechos sociales. En el fondo, está todo muy unido”.