No para el polifacético Diego Garrido, conocido sobre todo por su faceta como actor, que ahora mismo vive entre Berlín y Madrid, y que vuelve al Centro Dramático Nacional con Violencia, una función adaptada por él a partir de la película Mass, de Fran Kranz, y que también dirige (“ahora voy a escribir una película, y estoy levantando otro proyecto teatral en Berlín”, avanza).

Si no se ha focalizado en la interpretación es porque siempre busca involucrarse en los proyectos que le inspiran, sea dando la cara o no. “Para trabajar como actor necesito que sea en algo que realmente me llame, no hacer lo que sea por el hecho de ofrecer entertainment puro”, explica. Que Violencia, que se estrenó en el Festival de Otoño, regrese a Madrid le hace especial ilusión: “Es muy gratificante presentar una obra como esta, un proyecto muy guay que levanté desde cero porque siento que tiene un mensaje muy potente y que me parece importante, porque hablamos del acoso escolar y de la salud mental de los más jóvenes, algo muy necesario”.
En Violencia se cuenta el encuentro nada fácil de dos parejas. Una perdió a su hijo, asesinado por el hijo adolescente del otro matrimonio en un tiroteo escolar. No se han encontrado en seis años, y llega la hora de la catarsis, de intentar superar el trauma a través del diálogo. “Vendrán a verla presos y chavales de instituto conflictivos”, explica orgulloso Garrido. “Es muy importante hablar de temas como la violencia en las aulas, el suicidio y la salud mental de los chavales”. Una obra que define como “antipunitivista”, y que protagonizan Cecilia Freire, Jorge Kent, Ignacio Mateos y Esther Ortega. “Es puro texto. Hay una mesa, cuatro sillas y personajes que hablan sin parar, completamente hiperrealista”.

Foto: Luis Gaspar
Confiesa Garrido que él tardó décadas en admitir el bullying que sufrió de pequeño: “Lo hice a los 30 años, me costó muchísimo. Supongo que por autoprotección. De hecho, fueron mis compañeras del colegio las que, al ver la obra, me lo comentaron… y entonces fui consciente de que era hora de admitirlo; resultó muy liberador”. Además, le impulsó a hacer las paces con sus padres, “que son complejos”, dice sonriendo. “Fueron muy cañeros, y hemos estado muy desencontrados durante mucho tiempo. Les tenía rencor por cosas diversas, y la pieza me ha ayudado a sanar en ese sentido. Me apeló tanto la película en que se basa que decidí comprometerme indefinidamente con este proyecto”.
Aunque ahora mismo está cien por cien centrado en Violencia, a la vez desarrolla distintos proyectos que le permiten dar rienda suelta a su creatividad desde otros lugares. «El año pasado empecé a poner de nuevo el foco más en la interpretación, y este año he hecho castings muy interesantes», dice. Puede que se confirme en breve un trabajo como guionista en una película, y también lleva tiempo preparando desde Berlín una serie, Efebo. «Un proyecto bastante tocho, megapolítico y megapunki, y los actores confirmados son increíbles», avanza.

En Efebo habrá mucha visibilidad LGTBIQ+, nos dice en primicia. «Varios personajes son bisexuales, y el mío, maricón. Ese compromiso lo he tenido siempre, me parece necesario», explica. «Lo que busco cuando escribo personajes LGTBIQ+ es dar por sentado que lo son, inspirándome en las historias que me pasan a mí. Como yo nunca he estado en el armario, no voy a meter a mis personajes en él, ni hacer que las tramas giren en torno a ello». No le interesa ver más proyectos en donde el conflicto esté en la sexualidad de quienes los protagonizan, eso lo tiene muy claro: «Si surge un conflicto por ello, es cosa del otro. Que vaya a terapia el homófobo. Y que lo sea en su casa, discretamente, porque necesitamos paz social. Apuesto por ese giro de tuerca, porque ya es hora de que nos dejen en paz».


