La versatilidad de François Ozon como cineasta no conoce límites. Disfruta cambiando de rumbo, a todos los niveles con cada nueva película que presenta, y El extranjero es un ejemplo más de su actitud como creador. Presentada en la última edición del Festival de Venecia, dentro de su sección oficial, es una enigmática adaptación del clásico de Albert Camus. Sin renunciar al existencialismo que empapa la novela, ha querido interpretarla desde una perspectiva contemporánea, aunque, eso sí, en un deslumbrante blanco y negro.
François Ozon. Foto: Leonidas Arvanitis
En una reciente visita promocional a Madrid, el director francés François Ozon aseguró que en ningún momento tuvo miedo de que la forma se comiese el fondo, un riesgo que sabía que corría. «Todo surgió porque, al releer la novela, vi la manera tan fuerte en que Camus amaba Argel, que sentía su país. Rodamos en Marruecos, pero me propuse recrear esa belleza que podemos ver en documentos de archivo: ese mar Mediterráneo, su arquitectura, la naturaleza… Todo eso tenía que estar muy presente y a través de la fotografía pudimos hacerlo».
Siempre consciente de que el foco tenía que estar en Meursault (Benjamin Voisin), ese protagonista que pasa por la vida sin dar oportunidad a sus emociones, que se muestra igual de impávido en el entierro de su madre que tras asesinar a un hombre y ser encarcelado y juzgado por ello. Voisin se entrega por completo a un personaje muy distinto del que encarnó en su primera colaboración con Ozon en Verano del 85 (2020), donde daba vida a todo un objeto de deseo LGTBIQ+. Aunque lo cierto es que en El extranjero también destila un halo de (homo)erotismo que no sabemos si fue o no buscado por el director. «En absoluto», dice sonriente. «Era consciente de que al trabajar con un actor tan guapo, una forma de erotización del personaje podía sugerirse. Pero fue un poco al contrario, busqué que todo en torno a él pudiera tener un elemento erótico. Porque Meursault sí busca la belleza en Marie (Rebecca Marder), e incluso en el hombre árabe [al que termina asesinando]. No pensé en una posible homosexualidad latente en el personaje, sino en esa extrema sensibilidad hacia la belleza«. Aunque afirma que prefiere que cada espectador lea libremente sus películas, aquí sí reconoce que no le sorprende si hay espectadores que la leen así. «Al enfrentar en la escena del asesinato a dos hombres hermosos, sabía que podría suceder que algunas personas, conociendo mi cine previo, pudieran hacer esa lectura, y me parece estupendo. Aunque no era esa mi intención».
Por segunda vez, trabaja con Benjamin Voisin («le encuentro más guapo en blanco y negro que en color», dice). En Verano del 85 le convirtió en un exuberante seductor, y en esta ocasión lo que le atraía de repetir era ofrecerle un personaje rotundamente distinto. «Meursault le obliga a encarnar todo lo contrario a lo que es él. Le pedí que viera películas de Robert Bresson antes de rodar», recuerda. «Y le dejé claro que lo que le iba a pedir era algo muy complicado para un actor: no interpretar, no mostrar ninguna emoción. Fue un desafío que se tomó muy en serio; de hecho, durante el rodaje no interactuaba con nadie. Se metió al cine por cien en el personaje».
Aquella emotiva coming of age que es Verano del 85 no es, ni mucho menos, la primera película en la que Ozon ha contado historias LGTBIQ+, y él explica que no le da mayor importancia a ese hecho. «Siempre me ha interesado reflejar todo tipo de sexualidades, porque forman parte de la vida y busco reflejar esa diversidad en mi cine. En el caso de Verano…, la hice porque era la película que me habría gustado ver de adolescente», confiesa. «Que ayudara a tantos jóvenes a salir del armario, o que se identificaran con esa historia, como me fueron contando, me pareció precioso».
Benjamin Voisin en ‘El extranjero’, de François Ozon. Foto: Carole Bethuel
Esa aproximación tan contemporánea de Ozon a la novela de Camus permite establecer equivalencias con situaciones que están a la orden del día: la alienación que provocan las redes sociales –y que crean monstruos–, los choques culturales que tristemente alimentan el racismo…». Es cierto que la deshumanización que provocan las redes o la IA da miedo, porque difumina las barreras entre realidad y ficción», afirma. «Vemos también cómo muchos atentados los realizan personas aparentemente sin emociones. De ahí la fuerza del libro, que siento que habla de una manera directa a la juventud actual. Por eso es una obra maestra».
El extranjero es otro ejemplo de la apuesta de François Ozon por evitar repetirse y sorprender con cada nuevo proyecto. Es algo que tiene que ver con su deseo de contar historias que le atrapan, explica. «Una vez quiero contarla, veo de qué manera hacerlo: si me enfrento a un thriller, a una comedia… Es la historia la que determina la forma de mis películas«. Y va más allá: «Nunca he querido ser un autor que imprime un sello personal a cada proyecto, como tantos directores franceses desde los tiempos de la nouvelle vague. Me siento más cercano a esos directores estadounidenses de los años 40 y 50 que lo mismo hacían un musical, un western o una película policíaca. Es más lo mío».
