Pienso con ‘Orgullo’ el paso de los años y la evolución de España en igualdad y diversidad. Escucho algunas voces este último año que predican involución para lo logrado y murallas de descrédito para seguir avanzando en terminar con la LGTBIfobia. Este año se cumplen quince años de la aprobación en nuestro país del matrimonio igualitario con la sombra de quienes desean silenciar la diversidad.
Este año, por motivos de seguridad y responsabilidad por el COVID-19, celebramos un Orgullo virtual y de balcones: pero seguiremos desplegando el arcoíris para iluminar a quienes quieren convertir nuestro país en la España de blanco y negro.
Recuerdo mi primera vez en Madrid celebrando el Orgullo, que coincidió con el cambio de milenio: año 2000. Tenía 25 años y, aunque no lo supiera entonces, mi horizonte sobre la realidad LGTBI era muy estrecho. La invisibilidad y el silencio dan poca perspectiva. Sabía poco por juventud, por falta de información y por poco atrevimiento en compartir. Fui a la manifestación por primera vez con amigos. ¡Un maravilloso reguero de gente de todas las edades! ¡Inolvidable!
Recuerdo lo que sentí: un extraño sentimiento de… ¿felicidad? Arropada, confiada…, feliz de ser como era después de años de no haberme sentido así. Lo disfruté al máximo, y fue el primero de muchos hasta que hace unos años, en 2015, fui pregonera en Madrid, con Amenábar y Cayetana Guillén Cuervo, en una plaza de Chueca abarrotada. Aquel Orgullo 2000 fue el principio de un nuevo camino a recorrer que sigue conmigo.
Como en la vida, es cuestión de ir dando pasos, pero siempre hacia delante. Estos veinte años de autorreconocimiento me han dejado momentos dulces y agrios. Injustos. Durante mucho tiempo pensé: “¿Por qué se me trata distinto? ¿Hay algo malo en mí?”. Hoy me escriben jóvenes, madres, padres, mujeres y hombres para confesarme su historia, para agradecerme haber decidido ser visible.
Fue un paso, un quererme un poco más. Luego vino la conciencia de comunidad; la necesidad de estar para seguir consiguiendo derechos y cambiando consciencias hasta llegar a un respeto que para algunos, por desgracia, sigue siendo sordo. Nos llaman “lobby”, nos dicen, desde su ignorancia, que por qué seguimos reivindicando, como si se tratara de conceder para ‘callarnos’.
Pienso en aquel Orgullo, en la primera vez que se lo confesé a mis padres, en la primera vez que besé a una mujer, en la primera vez que lo dije en televisión, que lo escribí en un libro… Un camino de liberación, un camino hacia sentirte tú igual que el resto más allá de a quién ames. Lo obvio se convierte en complejo en el interior de cada uno.
Lo mismo que el arcoíris, debemos abrir nuestra mente y cultivar el respeto. Barrer el odio y plantar alegría. La comunidad LGTBI lleva en España más de cuarenta años haciéndolo; destruyendo muros y luchando por tu libertad. De eso va… De ver la vida de colores, de la necesidad de unirnos, de defender los derechos, de denunciar abusos, discriminación… De apoyarnos. De saber que no estamos solos. Desde mi balcón, mi arcoíris, mi alegría, mi firmeza: ¡Feliz Orgullo 2020!