Si nos limitamos a leer los libros de historia clásicos, parecería que las personas transexuales no habían existido hasta una época muy reciente, cuando lo cierto es que es algo intrínseco a la naturaleza humana y, por tanto, ha habido transexuales en todas las culturas y en todas las épocas.
Poca gente sabe que en la antigua Mesopotamia existían las sacerdotisas gala, que eran mujeres transexuales que servían a la diosa Ishtar. Iltani, la protagonista de mi libro La peregrina de Atón [editado por La esfera de los libros] era una de estas sacerdotisas. Ella nace en Mesopotamia, pero se va Egipto y allí se hace reina. De muy niña fue acogida en el templo de la diosa Shaushka de Nínive, que era el nombre por el que se conocía a Ishtar en el reino de Mitanni.
A pesar de haber nacido con cuerpo de varón, Shaushka la admitió y la aceptó a su servicio en calidad de mujer. Aunque se le ofreció la posibilidad de ‘someterse al cuchillo’ para extirpar sus genitales antes de la pubertad y evitar así el desarrollo de caracteres sexuales secundarios, las sacerdotisas gala no estaban en ningún caso obligadas a ello.
Eran libres de elegir si querían transformar su cuerpo o no. La trama de la novela lleva a Iltani y a su hermana hasta el reino de los faraones, empujadas por una profecía según la cual ambas llegarían a ser reinas. La transexualidad en el Antiguo Egipto, aunque en menor medida que en Mesopotamia, también está ampliamente documentada. Es famosa la Historia de los dos hermanos, un relato del siglo XIII a.C. en el cual uno de los protagonistas masculinos se transforma en mujer. Imposible no recordar el archiconocido ejemplo de la reina Hatshepsut que, habiendo nacido mujer, gobernó como faraón varón.
El caso de Akenatón es aún más interesante: yo lo llamo «el faraón queer«. Posiblemente sea uno de los primeros individuos de género no binario de los que existe registro histórico. La historia de las personas transexuales ha estado sistemáticamente silenciada lo largo de los siglos.
Se ignora el hecho de que, muy probablemente, el emperador romano Antonino era en realidad una mujer trans que hubo de luchar contra los prejuicios de su época, hasta tal punto que fue asesinado por el “escándalo” que suponía su conducta. El rabino provenzal Kalonymus escribió poemas que han sido considerados como testimonio de su transexualidad.
Todos estos personajes son prácticamente desconocidos y, sin embargo, son algunos de los pocos que han podido dejar testimonio de su existencia. ¿Qué habrá sido de los demás? ¿Cuántas mujeres transexuales a lo largo de los siglos habrán sido olvidadas por completo? Al elegir a una mujer trans como protagonista de La peregrina de Atón, he querido dar voz a todas esas personas a las que la historia ha silenciado durante tantísimos siglos.
La peregrina de Atón
Luis Melgar (Madrid, 1980) es diplomático, actualmente el primer secretario de la embajada de España en China. Ha estado destinado también en Venezuela, Guinea Ecuatorial y Egipto. Ha sido subdirector general de Diplomacia Pública del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación y profesor en el Instituto Universitario Ortega y Gasset y en la Universidad Pontificia de Comillas
Es autor de Los blancos estáis locos y La cigüeña vino de Miami, así como de numerosas obras de literatura infantil y juvenil, de enciclopedias temáticas y libros de consulta.
Con este libro, La peregrina de Atón, ha querido dar visibilidad a la realidad trans en un momento como el que vivimos, con toda la polémica que hay sobre el tema. Pero en este caso, él se traslada al antiguo Egipto de los faraones.
“Hay muchas más historias de Ulises, de Don Quijotes, de Hamlets, que de Penélopes, Dulcineas y Ofelias. Es legítimo que, ahora mismo, a muchos autores nos interesen más las mujeres protagonistas”, asegura Luis Melgar. «Hay dos tipos de escritores, los que escriben con mapa y los que lo hacen con brújula. Los primeros hacen una compleja planificación previa, trazan la historia en su cabeza, construyen una trama y elaboran una escaleta donde detallan escena por escena lo que pretenden escribir. Los segundos se lanzan a la aventura sin excesiva planificación, solo con una idea de lo que desean contar y dónde quieren llegar, dejando que sean los personajes quienes los guíen», continúa.
Con esta novela, Melgar se propuso, en un primer momento, contar la historia de Nefertiti, centrándose en su papel como gran estratega política. Hizo toda la planificación en base a esa idea.
“Cuando empecé a escribir, ni siquiera había pensado aún en Iltani, su hermana”, asegura el autor. “Fue como si el personaje apareciera de la nada y, poco a poco, se comiera la novela. Cuando llevaba como cien páginas escritas, tuve que volver atrás y replantear toda la escritura, porque ese personaje desconocido, que no formaba parte de mis planes, se había convertido de pronto en la protagonista”.
Por eso son dos las narradoras que hilvanan esta trama: “Necesitaba a Nefertiti para contar la trama política que hay detrás del periodo de Amarna, para explicar cómo subió Akenatón al trono y cómo fue su compleja sucesión. Pero Iltani es la auténtica protagonista. Al final, es su historia la que quiero contar”, concluye.