El periódico El País recoge el aterrador testimonio de un hombre de 43 años que sufrió una brutal agresión homófoba hace un mes en el aparcamiento de la madrileña plaza de Toros de las Ventas.
Carlos –seudónimo que utiliza por el lógico miedo a sufrir represalias– había quedado en ese conocido punto de encuentro gay con otro chico a las 23:30h, y allí ambos sufrieron una emboscada. Aprovechando la tranquilidad del lugar –más tranquilo de lo habitual, según explica–, “siete u ocho, todos vestidos de negro”, varones de entre 20 y 30 años y al grito de “maricón” les rodearon.
A partir de ese momento empezaría la agónica huida de Carlos, en la que sufriría tropezones, patadas e incluso una descarga eléctrica que se saldó con la rotura de cuatro fragmentos de húmero proximal izquierdo, lesión neurológica, disestesia y perdida de fuerza para la movilización de mano y dedos.
De aquel chico con el que había quedado en el aparcamiento y que perdió en el desconcierto de su escapada, no tuvo noticias hasta días después. Corrió una suerte parecida: nariz rota y operada y todo el cuerpo contusionado.
Aunque al principio Carlos no quería denunciar a sus agresores –solo quería recuperarse y olvidar aquella pesadilla–, su familia le convenció. Y el otro chico también “está dispuesto a tirar para adelante”. Gracias a las cámaras de seguridad del parking, la Policía Judicial ha identificado a tres de ellos: menores de edad que se encuentran ya a disposición del Grupo de Menores (GRUME).
Esperemos que gracias a iniciativas como el recién estrenado protocolo contra la homofobia de Madrid, la Ley de los derechos de las personas LGTB de Cataluña aprobada el pasado 2 de octubre o al completísimo nuevo proyecto de Ley de Igualdad Social de Extremadura, consigamos reducir estos delitos de odio que, en contra de lo deseable, parecen no dejar de aumentar en España.