Pshycotic Beats ha vuelto. Y no de cualquier sitio. Regresa tras vencer a su propia muerte. Su nuevo álbum lleva implícito, en cada una de sus canciones, un mensaje de superación. Exhala felicidad, curiosamente, tras los cuatro años más duros de su vida.
A través de sus nuevas canciones logra una empatía inédita con el oyente, porque no ha necesitado imaginar argumentos, ni inventar alter ego tras los que ocultarse. Todo lo que escribía, componía y cantaba en sus discos ha sido y es autobiográfico, ahora ya no hay vergüenza tras la que ocultarse.
El músico madrileño, tras despertar del trauma, ha vencido al pánico y a la angustia; vaciándose y dándolo todo en un trabajo que es el más importante de su carrera, sobre todo porque ha estado muy cerca de no serlo jamás.
En estos temas, Pshycotic Beats escribe cartas a su “yo niño”, en las que le advierte de lo que se le viene encima, en un afán de dotarlo de herramientas para hacerle la vida algo más fácil, para ayudarle a salir de un inevitable apocalipsis de dolor y fuego.
Él mismo lo explica: “¡¡¡Quiero vivir!!! A todos aquellos que sufren de enfermedades mentales, quiero decirles que no importa lo desesperados que estén, siempre hay tratamiento, posibilidades y una oportunidad para que la luz supere a la oscuridad».
Y continúa: «He estado perdido y con pensamientos suicidas durante más de 25 años y ahora estoy feliz, disfruto de la vida. Pedid ayuda y luchad. Todo va a pasar. Nada es permanente. La oscuridad tampoco, la luz eventualmente saldrá de nuevo. He ganado, por el momento”.
Como adelanto, presenta el primer single del que será su nuevo larga duración. Hammering Noises es un corte electrodisco que comienza con una explosiva línea de sintes, que pende de una bola de espejos, que marcará el devenir del tema de principio a fin y sobre el que emerge alta, poderosa la voz de Pshycotic Beats.
Alegría noventera en oleadas, ecos del mejor synth-pop británico, de Moroder, del David Bowie más disco-glam, de los seminales New Order… Neovintage, unos cuantos gramos de kitsch, desmesura y fiesta, todo reunido en un trallazo de revivalismo discotequero tras el que se atisban más lágrimas que purpurina.
Su alegre ritmo se extenderá a toda velocidad, superando a la maldad viral. Y hasta las reinas destronadas dejarán de actuar como tales, para vivir su momento al son de Pshycotic Beats.