Conocido por una larga trayectoria de desafío a los principios de la escultura clásica, desde sus materiales hasta su fisicidad, pasando por su posición en el espacio, la carrera del donostiarra Sergio Prego es de las más firmes de la generación que heredó, revisó y refundó los principios del arte vasco. Esta individual, primera desde 2012 en la capital, sirve para mostrar varias líneas abiertas en su producción reciente. No es una exposición nueva, porque ya la montó Prego en Barcelona hace un año en la misma galería, etHall, que ahora parasita el nuevo espacio de otra, The Goma, en Madrid.
Utiliza como excusa una muy particular, alejada y estilizada revisión del clásico japonés El rostro ajeno (Hiroshi Teshigahara, 1966), una película fundamental para el análisis de la alienación por la pérdida de la identidad, a través de la metáfora que el novelista Kobo Abe planteaba en su propio guion, con un hombre que recibe un rostro sintético de otro tras un accidente laboral que lo ha desfigurado, abriendo la posibilidad de un desastre moral e incluso criminal al perder la propia identidad reconocible. Prego prescinde de este núcleo central, que le interesa en términos metafóricos tanto y más que las cerámicas vaciadas shinto que decoran de fondo toda la película, verdadero motor intelectual de esta exposición.
Estas cerámicas y su técnica de confección crean a veces objetos de inagotable valor estético y nulas capacidades reales: son cerámicas agujereadas que renuncian a su propia función, la de contener líquidos. De la misma manera, la pieza principal de esta exposición, versión de una escultura similar que presentó en la Bienal de Venecia de 2019, es una fuente eterna que adquiere peso escultórico por el fluido que desborda, y que está realizada en materiales textiles sintéticos. Una escultura que solo lo es cuando el agua la hincha y le da forma, similar a otras experiencias del artista en su larga producción de espacios inflables que funcionaban como arquitecturas escultóricas adaptadas a otros espacios arquitectónicos.
En este juego, presenta también la pieza Cisne. Paisaje Naranja (2022): un bajorrelieve de un ave que parece haber dejado su forma tras apoyarse en un foam, realizada en cera y de una enorme carga estética: es como una obra art noveau hecha con las técnicas de un presente que rechaza mármoles y piedras, para fijarse en la temporalidad del hecho escultórico, pensado aquí como un simple gesto. El resto de gestos se muestran en dibujos que el propio artista suele utilizar como contrapunto a las tres dimensiones escultóricas de sus últimas exposiciones.
Con su serie de dibujos Two Cowboys (2019), Prego realiza variaciones sobre el dibujo de una camiseta homónima ya mítica, diseñada por Vivienne Westwood y Malcolm McLaren en 1975, que presentaba el jugueteo sexual de dos vaqueros americanos, semidesnudos y con sus penes fláccidos, al hilo de la estética homosexual configurada en Estados Unidos por la publicación homoerótica Physique Pictorial a partir de 1956 por dibujantes como Tom of Finland o George Quaintance.
En esta serie, Sergio Prego va añadiendo poco a poco elementos al dibujo, mientras los penes de los vaqueros se empalman al modo natural que no mostraba la camiseta original… Otro tipo de gesto, en este caso involuntario pero revelador, que trata en los mismos términos de presencia y ausencia temporal fijada. Con estos elementos dispares, compone una de las más complejas y bellas exposiciones del circuito galerístico madrileño en este comienzo de año.