Se trata de dos conmemoraciones que a primera vista pueden parecer muy diferentes, pero que en realidad, para lo que defendemos desde las asociaciones, tratan sobre una misma cuestión: nuestro derecho como lesbianas, gais, bisexuales, trans y demás personas no heterosexuales a vivir libremente, tanto en nuestros trabajos como en nuestras escuelas.
En primer lugar, aunque España es un país pionero en políticas LGTBI, siguen existiendo situaciones de discriminación y ocultación en el ámbito laboral. Se estima que un 42% de las personas LGTBI han sufrido algún tipo de violencia verbal en el trabajo, y que tres de cada cuatro personas LGTBI han tenido miedo alguna vez a revelar su orientación sexual y/o identidad de género. Para hacer frente a esta situación, se aprobó el año pasado la Ley 4/2023, de 28 de febrero, “para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI”, donde se indica claramente que todas las empresas de más de cincuenta personas trabajadoras deben disponer medidas específicas para favorecer la inclusión del colectivo LGTBI en el ámbito laboral. Actualmente, el Ministerio de Trabajo está trabajando en la publicación de un reglamento que permita guiar a las empresas en la implementación de dichas medidas y, entre las medidas barajadas, se contemplan la impartición de formaciones de sensibilización al personal de selección, protocolos de acompañamiento a personas trans y procedimientos de denuncia de discriminación.
Por otra parte, también en esa misma ley se recoge la obligación de que la diversidad sexual y de género se incorpore como una cuestión transversal en todas las materias que se imparten en colegios, institutos y universidades; así como desde hace años existe en nuestra legislación una apuesta decidida por erradicar el acoso escolar de las aulas. No obstante, la realidad dista mucho todavía del objetivo que nos marcamos como movimiento social. La visibilidad de alumnado y profesorado en el ámbito educativo sigue estando limitada. Hace apenas un año, publicamos desde Cogam nuestro estudio LGTBIfobia en las aulas 2021-2022, donde puede observarse que, si bien el 25,9% de los estudiantes de secundaria y formación profesional de la Comunidad de Madrid no se declara heterosexual, en torno al 16% del alumnado LGTBI+ ha padecido insultos provocados por su orientación o su identidad y expresión de género. No sorprende, así, que tan solo el 23% del alumnado no heterosexual haya salido del armario, menos aún cuando el 62% de sus agresores son sus mismos compañeros de clase –en masculino, porque son chicos heterosexuales–.
Pese a lo que suele defenderse desde ciertos sectores, que insisten en que «ya tenemos todo conseguido», la realidad es muy distinta. Sigue siendo crucial combatir la discriminación y el acoso laboral a través políticas concretas de diversidad e inclusión (D&I) para superar el “techo de lavanda», que aún impide la promoción de personas LGTBI hacia puestos directivos. Además de ser una obligación legal, la D&I conlleva beneficios tangibles para las organizaciones que fomentan la diversidad LGTB+: la mejora del clima laboral permite mejorar el bienestar de la plantilla, la cohesión de equipo y por ende, favorece la motivación de la plantilla, reduciendo así la tasa de rotación y mejorando la productividad a largo plazo. De igual manera, sigue siendo imprescindible asegurar las aulas como espacios seguros, donde no solo aprender matemáticas, historia y lengua, sino también poder desarrollarse libremente sin miedo a la violencia de la LGTBIfobia, algo básico que debemos garantizar a nuestro alumnado, pero que desde que el Gobierno de la Comunidad de Madrid mutiló nuestras leyes LGTBI y Trans se ha vuelto más complicado. Actualmente, a pesar de que la Ley LGTBI estatal así lo indica, no existe en la normativa madrileña ninguna indicación de cómo debe asegurarse esa libertad para ser personas LGTBI visibles en el ámbito educativo, porque entre los artículos eliminados por el gobierno de Isabel Díaz Ayuso se encontraba la práctica totalidad de los dedicados a la educación.
«Que por mayo era por mayo», comenzaba siglos atrás el Romance del prisionero, donde un hombre lamentaba su mala fortuna dentro del presidio. Trabajemos para que en los mayos de los años próximos las personas LGTBI que estudian o que trabajan no deban sentirse prisioneras en sus espacios de trabajo o de formación.