La influencer y modelo trans Kesaria Abramidze fue brutalmente asesinada apenas un día después de que el Parlamento de Georgia aprobase la Ley Anti LGTBI, que ha generado una ola de indignación entre numerosas organizaciones de Derechos Humanos. Abramidze, quien ganó reconocimiento tras quedar en quinto lugar en el certamen Miss Trans Star Internacional 2018, fue encontrada muerta en su domicilio en el distrito Didi Dighomi de la capital del país, Tiflis, con múltiples heridas de arma blanca.
Según informó el Ministerio del Interior, un hombre fue arrestado en el aeropuerto internacional de Kutaisi, mientras trataba de huir del país, como principal sospechoso del asesinato. Se le identificó como Beka Jaiani, un joven de 26 años que trabajaba como portero de seguridad en un club nocturno local y novio de la modelo, aunque mantenían su relación en secreto.
Los primeros informes indican que, la tarde anterior al asesinato, Abramidze publicó una foto en redes sociales en la que aparecía junto a Jaiani, lo que habría desencadenado una fuerte discusión entre ambos. Jaiani, quien temía que la relación se hiciera pública, fue captado por cámaras de vigilancia saliendo del edificio donde vivía Abramidze poco después de su muerte.
La policía esta investigando el caso como “asesinato premeditado cometido con crueldad y circunstancias agravantes por motivos de género”. Un crimen que deja ver la gravedad y creciente hostilidad a la que tiene que hacer frente el colectivo LGTBIQ+ en el país.
La reciente Ley Anti-LGTBI aprobada por el Gobierno georgiano ha sido duramente criticada por asociaciones de Derechos Humanos, dado que otorga a las autoridades el derecho a prohibir los eventos relacionados con el Orgullo, la exhibición de las banderas LGTBIQ+, y además restringe la reasignación de sexo y prohíbe el matrimonio igualitario y la adopción por parte de personas LGTBIQ+. Esta ley busca “proteger los valores familiares tradicionales” y se aleja de los principios de igualdad y libertad promovidos por organismos internacionales. Se la compara con la ley rusa que busca prohibir todo lo que considera “propaganda gay”, y muchos activistas la han descrito como “la cosa más terrible que le ha podido pasar a la comunidad LGTBIQ+ de Georgia”.