Imprescindible es la palabra que resuena en mi cabeza para resumir el fenómeno cultural que el director Andrés Lima ha montado en las tablas del Teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional para hablar de la guerra civil española en su último espectáculo, 1936, uno de los estrenos teatrales más esperados del otoño.
Acompañado en la autoría del texto por tres grandes de nuestra escena contemporánea (Albert Boronat, Juan Cavestany y Juan Mayorga), Lima ha conseguido montar una larga obra, de cuatro horas, en donde las diversas sensibilidades consiguen ritmo e interés suficientes para que todo pase en un suspiro.
El montaje forma parte de una trilogía de teatro documental, que Lima comenzó con Shock 1 (El cóndor y el puma), sobre la dictadura de Pinochet, y continuó con Shock 2 (La tormenta y la guerra), sobre la revolución conservadora liderada por Margaret Thatcher y Ronald Reagan. 1936 es una propuesta en la que han trabajado más de sesenta personas, y para que todo salga bien ha de tenerse mucha profesión y muchas ganas.
Técnicamente se ha resuelto de forma muy sencilla, pero nada simple. Se ha desmontado el patio de butacas y se ha creado un escenario a cuatro bandas, con unos cuantos practicables multitarea y una constante proyección de imágenes de la época en dos grandes telones.
Todo es tremendamente inmersivo y la cercanía permite hacer sentir al público que forma parte de la función. Un acierto el uso de los veinte jóvenes que componen el coro que desgrana en sus voces esas canciones para después de una guerra tan arraigadas en la memoria de los más maduros. Su paso por escena, desde la lectura del diario de una chavala ilerdense, Pilar Duayguës –que va contando sus inquietudes de niña al principio del conflicto– hasta el horror que marcan sus últimas páginas en el desenlace del conflicto, sirven con buen acierto para crear una unidad en la obra que se agradece.
La obra está estructurada en tres partes, independientes pero fuertemente relacionadas. En la primera, la más documental, se respira que no nos van a contar las cosas como siempre que se habla de nuestra guerra. El monstruoso relato del fusilamiento en la plaza de toros de Badajoz en los primeros compases del conflicto, como si de un circo romano se tratase, es algo que no está en los libros de historia, y que arranca las primeras lágrimas de los más sensibles. Se cuentan verdades no conocidas, y es esta parte educacional una de las razones para usar el término ‘imprescindible’ al referirse a 1936.
En la segunda, la más original, se sigue enseñando que, para que todo funcionara, las fuerzas vivas llevaban maquinado desde hacía tiempo un engranaje socio-económico que hizo realidad la barbarie. El momento en que se separa de lo cotidiano, como con las listas de muertos, para hacer protagonista a lo más intangible, el hambre y el terror en una escena coral, pone los pelos de punta. Igual que ocurre con los bombardeos sobre civiles, sobre todo mujeres y niños, en la carretera Málaga-Almería, según el diario de un voluntario de la Cruz Roja; otro momento en el que se escapan las lágrimas.
La última parte, quizá la más abstracta, sirve para unir presente con pasado. La guerra civil española está interpretada para la ocasión por una simpática anciana, que advierte a las generaciones X, Y y Z que todavía no está muerta, y que hay que tener cuidado, no vaya a repetirse todo de nuevo. Hay momentos para ensalzar el papel de nuestras mujeres, como el homenaje a la generación de las Sin Sombrero, y otros en los que se recuerda a grandes poetas como Lorca y Miguel Hernández. Pero son las poéticas frases de Azaña en su exilio y, por supuesto, la denuncia de los cientos de españoles en nuestras cunetas, las que vuelven a ganarse nuestras emociones, y otra vez hay que tirar de pañuelo.
Las ocho actrices y actores que forman este reparto de lujo hacen suyas las decenas de papeles que interpretan, y todos muestran una implicación tal que a veces cuesta saber quién es quién. Vaya para Antonio Durán, Alba Flores, Natalia Hernández, María Morales, Paco Ochoa, Blanca Portillo, Guillermo Toledo y Juan Vinuesa un enorme bravo.
Sin duda, estamos ante el fenómeno teatral de la temporada, al que le deseamos larga vida, para que sirva como denuncia de lo mal que nos han contado nuestro pasado cercano.
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LA OBRA 1936 SE REPRESENTA EN TEATRO VALLE-INCLÁN DEL CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL (Plazuela de Ana Diosdado, s/n) HASTA EL 26 DE ENERO DE 2025
FOTOS: BÁRBARA SÁNCHEZ PALOMERO