Cincuenta años de la muerte de Franco, ¿cincuenta años de libertad?

50 años después de la muerte del dictador, queda mucho trabajo que hacer para aliviar los estragos de la tiranía fascista, también para las víctimas LGTBIQ+.

Quedan muchas injusticias por reparar. Ilustración: Iván Soldo
Quedan muchas injusticias por reparar. Ilustración: Iván Soldo
12 noviembre, 2025
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En estos días se cumplen cinco décadas de la muerte del dictador Francisco Franco. A partir de su marcha, se abrió en España un periodo, el de la Transición, que durante mucho tiempo ha sido calificado de “perfecto” e “impecable”. Vamos, un ejemplo de convivencia y de buen hacer político. No obstante, como todo en esta vida, las cosas tienden a mitificarse y, si rascamos un poco, nos daremos cuenta de que ese periodo de la historia reciente de nuestro país no fue ni tan perfecto ni tan impecable. Y esto es así por varios motivos.

En primer lugar, porque este proceso de adaptación democrática dejó a muchas personas fuera. Sin ir más lejos, mientras que los presos políticos (comunistas, anarquistas, nacionalistas…) comenzaban a salir de las cárceles, los presos sociales –homosexuales, bisexuales y personas trans, mayormente– seguían encerrados. Es más, en el año 1977 hubo que manifestarse al grito de “Libertad sexual, amnistía total” para que los poderes fácticos hicieran caso y comenzaran a liberarlos.

Primera manifestación LGTB en Barcelona (1977)

Primera manifestación LGTB en Barcelona (1977)

En segundo lugar, la desigualdad de este periodo podemos encontrarla en la propia ley de amnistía aprobada en 1977, esa que nos vendieron como el gran beneficio para las víctimas, ya que les “perdonaban” todos sus delitos, pero que no era otra cosa que un salvoconducto para los verdugos. Y es que esta norma ha impedido que, a lo largo de los años, los responsables de las barrabasadas que se cometieron durante la dictadura fueran juzgados, eliminando cualquier tipo de responsabilidad penal. Pero de aquellos barros, estos lodos, y la falta de reparación continúa a día de hoy.

«La memoria sin reparación, por muy buena voluntad política que haya, no es más que propaganda»

Recientemente, en un intento por cumplir la ley de Memoria Democrática, el Gobierno de España ha decidido declarar lugar de memoria democrática la Real Casa de Correos. En este recinto, actual sede de la Comunidad de Madrid, se encontraba la Dirección General de Seguridad (DGS), sitio en el que se torturó a un gran número de personas, entre las que se encontraban multitud de disidentes sexuales. Muchas de ellas, a manos del sanguinario Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, que murió tranquilamente en la cama de un hospital en el año 2020 sin pagar por ninguno de sus delitos.

A pesar de todo, la Comunidad de Madrid ha decidido negarse a cumplir la ley, ha rechazado colocar la placa conmemorativa que propone el Gobierno central y ha recurrido la decisión a la Audiencia Nacional. Por tanto, cincuenta años después, asistimos a una nueva humillación de la memoria de las víctimas y de sus descendientes. No obstante, y a pesar de la buena voluntad de algunos sectores políticos, tampoco es que haya habido una reparación real.

Ilustración: Iván Soldo

Ilustración: Iván Soldo

Me contaba hace poco un famoso transformista de los años setenta que el Gobierno de Rodríguez Zapatero le indemnizó con poco más de trescientos euros por haber estado preso en varias ocasiones durante la dictadura. Esto es lo que vale, al parecer, la dignidad de una persona. Poco más de trescientos euros que pretenden compensar el sufrimiento de haber sido injustamente encarcelado.

Los muertos no vuelven y el sufrimiento no se puede borrar, pero es necesario que, al menos, se pongan al servicio de las víctimas todos los mecanismos del Estado posibles para mitigar el dolor de un orgullo herido y/o de una vida cercenada. Y si la derecha, que ni siquiera ha condenado el franquismo de forma oficial, no quiere reparar a las víctimas, que al menos no obstaculice el trabajo de aquellos que pretenden aliviar los estragos causados por la tiranía fascista. Que saquen los cuerpos de las fosas, que señalen los lugares donde el mal se materializó y que alivien las penas de miles de voluntades sometidas al odio y la sinrazón.

Este es el trabajo que queda pendiente, que no es poco. Porque la memoria sin reparación, por muy buena voluntad política que haya, no es más que propaganda. Y, por el contrario, la propaganda sin buena voluntad política no es otra cosa que la gasolina que sigue alimentando el odio y sometiendo a las víctimas a la voluntad de aquellos que comenzaron a sembrar el terror en nuestro país hace ya casi un siglo.

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