¿Un Lago de los cisnes en el que todos los famosos cisnes que conocemos por la legendaria coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov son hombres, es decir, cisnes macho, en lugar de las famosas bailarinas con tutú blanco? Fue en 1995 cuando Matthew Bourne revolucionó la escena mundial del ballet con esta propuesta coreográfica que se estrenó en el teatro Sadler’s Wells de Londres en noviembre de 1995, hace justo ahora 30 años, y que celebra este aniversario en el Teatro Real.
¿Significa esto que estamos ante una adaptación gay de esta romántica historia del príncipe Sigfrido y Odette, la reina de los cisnes y Odile, el cisne negro? ¿Es una parodia de esta obra clásica en la línea de Les Ballets Trockadero de Monte Carlo, compañía fundada en Nueva York en los años setenta, con bailarines travestidos?

El lago de los cisnes: la nueva generación estará en cartel hasta el 22 de noviembre en el Teatro Real. Foto: Javier del Real.
Matthew Bourne tenía ya 1995 el respaldo de Cameron Mackintosh, mago entre los magos del West End londinense, y sabía lo que hacía. Con primeros bailarines del Royal Ballet, su conocimiento de ballet (y de teatro musical) y el apoyo de un productor como el que tenía, el resultado no podría ser una broma ni una adaptación polémica más que, tras el escándalo, quedase en el olvido. El resultado es El lago de los cisnes: la nueva generación, que estos días podemos disfrutar en el escenario del Teatro Real de Madrid.
Según se recuerda en el programa de estas funciones, Bourne lo tuvo muy claro desde el principio: «En cuanto se me ocurrió la idea de los cisnes varones, supe de inmediato que era genial. Nunca lo cuestioné». En esos años noventa, la monarquía británica vivía su momento más crítico, con una Diana de Gales que la bajó de los palacios a las alfombras rojas de los paparazzi. Recordemos que en 1985 la propia Lady Di había bailado en el escenario del Covent Garden en una fiesta benéfica del Royal Ballet, ¿la escena tercera del primer acto de este montaje? Ese fue otro pretexto para que la reina, el príncipe y la princesa Odette bajasen de los altares con esta propuesta llena de crítica, y buen baile, que desmontó todo… ¿para que todo siguiera igual?
El hecho es que, treinta años más tarde, este ballet se ha convertido en un clásico. Tras arrasar en el Sadler’s Wells dio el salto al West End y, de ahí, a Broadway. Y tras varias reposiciones, ahora llega al Teatro Real en este aniversario redondo.
Cóctel perfecto para una noche de (gran) ballet
Impecable, con un cuerpo de baile y unos solistas espléndidos, este montaje, que bebe de la tradición, el teatro musical y las vanguardias que revolucionaron el ballet en la segunda mitad del siglo XX, es el cóctel perfecto para una gran noche de ballet. ¿Una simple adaptación gay de este clásico del Romanticismo? No, esta función es mucho más que esto y da muchas respuestas a esa pregunta. Es la reinvención de un clásico, que ya se ha convertido en un clásico.

Esta producción se estrenó en 1995 en el Teatro Sadler’s Well de Londres.
El conocimiento que Matthew Bourne tiene del teatro musical es clave en esta obra. Y la pasión que siente por este género, popular y masivo, que conecta con el gran público, también. Coreógrafo de grandes clásicos, es también el artífice, por ejemplo, de misiones tan complicadas como la adaptación de Mary Poppins a los escenarios del West End, cuando se estrenó el musical en el Prince Edward Theatre en 2004. En estos momentos se puede ver en Londres su brillantísima puesta en escena de Oliver! en el Gielgud Theatre de Shaftesbury Avenue, el corazón del West End. Ante estos datos, nada que añadir. Solo disfrutar.


