El viejo continente y sus aliados, pese a todos los avances conseguidos hasta la fecha, no están en su mejor época. Rusia, una vez más, vuelve a protagonizar actos totalmente en contra de la comunidad LGTBI. Pero esta vez ha ido más lejos que nunca y ha eliminado cualquier rasgo del colectivo en la literatura del país.
Las alarmas saltaban después de que desapareciese un capítulo entero dedicado a la homosexualidad, publicado en un libro infantil del país. Este acto se justificó desde el Gobierno como un mero cumplimiento de la ley vigente contra la «propaganda homosexual».
Pero antes de nada, debemos conocer la situación LGTBI en Rusia. En este país, la homosexualidad fue considerada como una enfermedad hasta 1999. El país más grande del mundo es uno de los más hostiles para la comunidad gay del continente europeo, ya que, entre otros indicadores, ocupa el puesto 45 de 49 en el informe realizado por la asociación ILGA.
Uno de los libros que se tuvieron que enfrentar a dicha ley fue Historias de buenas noches para chicas rebeldes, de Elena Favilli y Francesca Cavallo. En él se cuenta la historia de 100 mujeres, o mejor dicho, de 99, pues deja la última página para que la lectora protagonice la suya propia.
La Ley contra la Propaganda Homosexual fue promulgada en 2013. La idea surgió del presidente del país, Vladimir Putin, para contentar a las la mayor parte de su electorado: los cristianos ortodoxos.
Victoria Schawab, otra autora internacional, vio cómo uno de los capítulos de su obra había sido totalmente censurado. En é se narraba una historia con una trama homosexual.
Dicha ley no solo supone un motivo de presión para los autores de las obras, sino que, al mismo tiempo, expone a la editorial a una sanción si no restringe el contenido. La única opción legal que ofrecen desde el Gobierno para que estos libros puedan ser publicados es que sean clasificados ‘para mayores de 18 años’, además de ser envueltos en las librerías con papel celofán, para evitar así que puedan ser hojeados. Otros autores, por su parte, han optado por la vía de la autopublicación, pero desde el Gobierno también han sujeto esta práctica a fuertes restricciones legales.
La ley, probada casi por unanimidad en el parlamento, fue condenada por Estrasburgo hace poco tiempo, ya que desde el Tribunal de los Derechos Humanos afirmaban que la normativa aprobada en 2013 era discriminatoria y que incluso llegaba a reforzar los estigmas y prejuicios, además de fomentar la homofobia. De manera simultánea, el Tribunal condenó a las autoridades rusas a indemnizar a todas aquellas personas acusadas con un total de 43.000€ por daños morales.
Al mismo tiempo, una de las leyes más polémicas del país establece una serie de sanciones económicas para quienes infrinjan la ley, alcanzado un máximo de 100.000€ para aquellas personas que hagan propaganda homosexual y hasta los 15.000€ para las organizaciones.
Pero también hay alguna noticia que nos invita a pensar que podría haber luz al final del túnel, o al menos eso es lo que ha demostrado un joven ruso de 16 años llamado Maxim Neverov. Este fue multado con 50.000 rublos rusos (665€ aproximadamente) y declarado culpable de «promover relaciones sexuales no tradicionales entre menores». Su acción solo consistió en publicar en Internet fotos de hombres sin camisas abrazándose abiertamente. La sentencia provocó que un juez de Bysck determinase que no había pruebas suficientes para establecer la culpabilidad de Neverov, y procedió a la anulación de la multa.