Si no se puede poner puertas al campo, tampoco se puede poner puertas a Las Campos. La emisión del docu-reality sobre su vida es la mejor muestra de ello, pero no la única. El pasado verano fue el pistoletazo de salida, una especie de ensayo general, quizás algo tímido, pues no reflejaba en su totalidad la fuerza que el gen Campos tiene. Pero en esta tercera y cuarta entrega, la de Navidad y la de la vuelta a Málaga, ya muestran a las Campos en su plenitud. Campos en estado puro.
La Navidad es una fecha que las Campos, como casi todos en España, viven de forma visceral, apasionada. Pero esto no es, en absoluto, nuevo en ellas. Ahora lo hemos visto en un programa, guionizado y grabado en un falso directo, no el día de Nochebuena como pretendía parecer, aunque no por ello menos ‘real’. Pues no, no es nuevo. Llevamos años viéndolo en las revistas. La cena de Fin de Año que la matriarca organizaba en el Hotel Conde Duque, en pleno centro de Madrid, era clara muestra de ello. Luego, por motivos personales, dejó de hacerla. Lo que ocurre es que en España nos olvidamos de las cosas y nadie recuerda ese momentazo revistil, muy anterior al programa que, junto con el desembarco de la familia en el hotel Larios de Málaga, en Semana Santa, marcaba dos de los puntos más importantes del ‘calendario Campos’, que es como el Pirelli, pero más folkie. El tercer momento del año era en agosto, con la primera parte de las vacaciones en Mallorca –cuando Mallorca era Mallorca, y no como ahora que es una versión descafeinada de lo que fue con royals de perfil bajo–, y la segunda parte del mes en Marbella, pues si algo tienen las Campos es que nunca fallan a su Málaga del alma.
Ahora se vive el boom Campos por el programa de Telecinco, pero la realidad es que las Campos llevan casi 20 años arrasando en su, valga la redundancia, campo. Más de una vez he bromeado con Terelu sobre el hecho de que, para las revistas del corazón, la imagen de la matriarca con sus hijas en el balcón del Larios, llorando ante los pasos de Semana Santa, es un must tan importante como Carolina el Baile de la Rosa de Mónaco. El calendario de las revistas está marcado por hitos así: el Baile de la Rosa, el de la Cruz Roja, Carolina de Mónaco en Santa Devota, la Misa de Pascua de la familia real en Mallorca, la foto de nuestros royals el 12 de octubre… y las Campos en sus ya mencionados puntos fuertes, aderezado, eso también, con las salidas de Terelu a Gabbana. Cuando Terelu salía a Gabbana, que ya casi no lo hace, o al menos, no hay fotos. Pero a diferencia de los temas monegascos, lo de las Campos es como más nuestro, más pasional, más patrio. Y, quizá por ello, mucho más sentido. Porque esa es otra de las características de las Campos: que todo es muy racial.
Parece que, tras el docu-reality, Telecinco ha inventado la pólvora y ha encendido la mecha de las Campos. Y no, no es cierto. Las Campos llevan muchos años dando caña, acaparando los focos cuando llegaban en plan clan a un evento, inspirando a personajes televisivos como el hoy olvidado Pepelu en los programas de Pepe Navarro, o poniendo la lupa en sus outfits, sus Manolos, su inconfundible estilo. Porque ese es otro tema: las Campos, como estrellas que son, tienen look propio, el estilo Campos. Único, propio e intransferible. Y es que desde hace ya muchos años resulta imposible poner puertas a las Campos. No es ahora por el programa de Mediaset, es de mucho antes.