Andy Aguilar y Jorge Andreu, tres semanas después de la agresión homófoba. Foto: Abel Lacruz
La de Andy y Jorge no es una historia de amor como las demás. Dos meses después de haberse conocido han vivido una experiencia traumática capaz de acabar con la estabilidad de cualquiera. A ellos, la brutal paliza que sufrieron la noche del sábado 11 de marzo en la localidad catalana de Berga los ha unido más todavía. Están convencidos de que el suyo no es un caso aislado y afirman que hay que dar a conocer las agresiones homófobas para que no sigan ocurriendo.
Jorge y Andy viven en Barcelona, su relación es reciente pero en solo tres meses han pasado por una experiencia que nunca se hubieran imaginado: “Me hacía ilusión enseñarle a Jorge el pueblo donde nací y crecí, así que fuimos a pasar el segundo fin de semana de marzo. Estuvimos tomando un par de cervezas y luego fuimos a tomar la última a la única discoteca que hay, La General”. Todo les iba de maravilla hasta que decidieron salir a fumar a la puerta de la discoteca. Allí se estaban besando cuando de pronto un joven se acercó a ellos y exclamó: “Sois unos maleducados, ¿tenéis que hacer eso aquí?”. Andy le contestó que si no le gustaba, podía irse, a lo que el joven contestó: “¿No sabes que eso le puede dar asco a alguien?” Y Andy respondió: “Pues al que le dé asco, que se largue y punto”. Sin darle más importancia, Jorge y Andy volvieron a darse otro beso, y fue entonces cuando recibieron un puñetazo del mismo sujeto.
Andy respondió a ese ataque con otro puñetazo y entonces empezaron a lloverle los golpes. No solo el joven que les había agredido sino cuatro o cinco más les atacaron a él y a Jorge, que intentaba separarlos. De lo que pasó a continuación no se acuerdan, perdieron el conocimiento y hasta pasado un rato no volvieron en sí. Saben algo de lo sucedido durante esos momentos porque algunas personas se lo han contado y porque hay vídeos que dan cuenta de la agresión. Andy se lamenta de la poca ayuda que recibieron durante los primeros instantes: “Al principio nadie nos ayudó, hasta que algunos conocidos se dieron cuenta de que era yo. Cuando dijeron ‘hostia, es Andy’, entonces se metió gente. Pero mientras era algo anónimo, del tipo ‘Están pegando a dos por maricones’, nadie nos ayudó”.
“Mientras era algo anónimo, del tipo ‘Están pegando a dos por maricones’, nadie nos ayudó”
En el momento en que los estamos entrevistando se cumplen exactamente tres semanas de la agresión. Sus rostros apenas dejan ver las magulladuras. Jorge tiene 23 años, es puertorriqueño y trabaja como profesor de violín. Cuenta que tiene molestias en el ojo izquierdo, sufre una lesión en la córnea que le provoca visión borrosa porque le ha quedado una cicatriz. Al hablar, lo hace de manera pausada, con la sensibilidad con que tocaría el violín. Andy tiene 28, se expresa de manera enérgica y segura. Es camarero y, a pesar de que aún no puede levantar el brazo derecho más arriba del hombro, tiene que entrar a trabajar en un rato. Ambos afirman al unísono que esta experiencia les ha unido más como pareja, y Andy nos hace una confesión: “Esto no se lo hemos dicho a a nadie. Antes de Berga, solo hacía dos semanas que íbamos en serio como pareja, y el primer ‘te quiero’ nos lo dijimos delante de la ambulancia”. Jorge sonríe y añade: “Sí, sí, yo estaba lleno de sangre y Andy llorando… Fue entre romántico y gore”.
Del trato recibido por parte del segundo Teniente de Alcalde, que se encontraba cerca y rápidamente fue al lugar de los hechos, y de los cuerpos de seguridad de Berga, están satisfechos. De la atención en el hospital, Andy no opina lo mismo: “La primera visita fue asquerosamente horrenda. Allí nos limpiaron las heridas y punto. Ni nos hicieron radiografías ni nos miraron si teníamos algún traumatismo debajo de la ropa. Jorge se quejó de que le dolía el diente pero nadie hizo nada”. Jorge añade que la segunda visita, cuando su caso ya había tomado notoriedad pública, fue muy distinta: “Nos hicieron radiografías y de todo. Pero eso lo tenían que haber hecho en un principio”.
El apoyo en la calle y en casa ha sido ejemplar. El Ayuntamiento de Berga no solo estuvo pendiente de ellos durante los siguientes días sino que organizó una manifestación en rechazo de la violencia homófoba. La familia también ha sido un gran apoyo para los chicos, y Andy explica que “fuimos a los Mossos d’Esquadra con mi padre, que es guardia civil. Al principio fueron un poco secos, pero luego muy bien; además nos pusieron en contacto con la unidad de crímenes de odio, que está en Manresa. Nos han apoyado tanto durante la rueda de reconocimiento del primer sujeto como a la hora de ir al juzgado. También estamos en contacto con la sección de atención a las víctimas”.
“Aunque queda mucho por hacer, estoy muy orgulloso de la sociedad en que vivimos”
Justamente saliendo de la comisaría, Andy se dijo a sí mismo y a sus familiares: “Esto no le puede pasar a nadie más. Que te peguen por algo tan inocente como darte un beso se puede superar, pero nunca olvidar. No nos podemos acojonar porque, si no, ganan los que odian”. Las asociaciones LGTBI y la ciudadanía en general les han brindado también un gran apoyo. Andy asegura que cuando van por Berga les paran constantemente para darles ánimos: “Aunque queda mucho por hacer, estoy muy orgulloso de la sociedad en que vivimos, porque no me hubiera imaginado en la vida el apoyo que hemos recibido. La plaza Sant Pere de Berga se llenó de gente que rechazaba la violencia homófoba”.
La repercusión mediática del caso surgió –igual que el caso de Xavi Tallón, otro joven gay agredido en Barcelona el mismo fin de semana– a raíz de la publicación de las fotos de la agresión en el perfil de Facebook de Andy. La solidaridad en las redes también ha sido enorme, con alguna salvedad: “Solo he recibido un mensaje de incomprensión, del tipo ‘Retirad la denuncia, es que este chico…’, justificándolo e insinuando que estamos aprovechando la situación. Sabemos que hay detrás un boom de odio de él [el agresor] y sus amigos”. Andy decidió utilizar las redes sociales para denunciar su caso e intentar evitar que sucesos como ese vuelvan a repetirse: “Esto no puede ocurrir hoy en día, que uno vaya por la calle con su novio en el pueblo donde ha crecido y venga uno y te parta la cara. ¿En qué mundo vivimos?”.
“En el momento en que hay visibilidad, salen los neandertales de debajo de las piedras y nos las tiran a la cabeza”
Ambos han sufrido algo de bullying en el colegio, así lo explica Jorge: “En el instituto sufrí algún insulto, nada parecido a lo que nos ha pasado. Si no eres un hombre blanco y heterosexual, la sociedad no está hecha para ti. Si alguna vez tuviera la oportunidad de hablar con el agresor o con quienes le ayudaron, me gustaría hacerle ver que no todos tenemos los mismos privilegios. Que probablemente ellos también han padecido desventajas en la vida, y sobre esa reflexión les haría crear un poco de entendimiento. Cuando te das cuenta de que la sociedad está hecha en base a estructuras de poder, entonces no solo eres compasivo con los tuyos sino con cualquier otra persona”. Y es que Jorge, que ha vivido en lugares tan dispares como Puerto Rico, Nueva York, Chicago o Barcelona, afirma que sigue pensando que la sociedad de Barcelona es una de las más abiertas que conoce, a pesar de lo que les ha pasado a él y a su novio.
A Andy le duele doblemente la agresión sufrida. Por lo traumático de la experiencia y, sobre todo, por haberla sufrido en su localidad natal: “Cada vez hay más personas del colectivo LGTBI que actuamos con normalidad, y esto genera odio. Si nosotros no nos hubiéramos dado un beso, no nos hubieran pegado. La homofobia está ahí. Cuanto más abiertos somos a la hora de demostrar lo que sentimos, mayor es la conciencia social pero más reacciones violentas como esta se producen”. De hecho, a Jorge y Andy algunos gays les han felicitado por haber denunciado y haberlo hecho público, y algunos les han asegurado que ellos fueron agredidos pero no denunciaron por miedo. Jorge lo tiene claro: “Hay que denunciar para probar que hay muchas más agresiones homófobas de lo que creemos, y para exigir que las leyes antihomofobia, como la de Cataluña, se cumplan”.
En vistas de la repercusión mediática del caso, Jorge decidió hablar en seguida con sus padres y hermanas: “Mi familia me ha apoyado mucho. Se preocuparon mucho al principio, pero tuve que decírselo porque no quería que se enteraran por la prensa. Mi padre y mi abuelo no sabían que soy gay…, y bueno, pues se han enterado. Y todo bien, mucho apoyo”. Andy también ha tenido mucho apoyo familiar: “Mi madre siempre me decía ‘Ten cuidado en Barcelona, con las ciudades grandes, porque mira los atentados en Orlando, París o Berlín…’, y ha tenido que pasarme esto en mi pueblo. Es lo que más nos está costando, que esto nos haya pasado aquí…, y la primera noche. En los pueblos muchas veces se calla y no se actúa con normalidad. Yo no conozco parejas gays en Berga. Hay algunos que solo son gays en Barcelona, y de noche; y cuando están en el pueblo, no. Algunos son incluso heterosexuales. Como no hay esa visibilidad, en el momento en que algunos la mostramos, salen los neandertales de debajo de las piedras y nos las tiran a la cabeza”.