Normas Desmonds versus millennials. La batalla está servida. Los/as millennials están copando ya el terreno, y cuando menos te lo esperas presumen de joven pedigrí soltándote un “yo eso no lo sé, porque recuerda que soy millennial”. Y se quedan tan frescas.
Pero realmente lo peor es que te miran como si tú fueras Norma Desmond, sin siquiera saber ellos, seguro, quién es Norma Desmond. Pues eso es lo que tienen muchos millennials: no saben quién es (casi) nadie. [Para aquellos que hayan nacido después de los ochenta y que estén leyendo esto: Norma Desmond es un personaje mítico de la historia del cine, protagonista de la película Sunset Boulevard, de Billy Wilder. Una actriz del cine mudo que no supo adaptarse al sonoro, que nunca aceptó que su época había pasado y no tenía ya futuro, por lo que vivía una falsa vida en su vieja mansión.]
La verdad es que uno no tiene ya ganas de ser millennial, porque es un poco como sentirse Ana Obregón e ir fuera de edad. Y esas cosas solo le sientan bien a personajes como ella, que se pueden permitir ser portada de Playboy a edades indefinidas sin hacer el ridículo. Ciertamente, anasobregones hay pocas en la vida (una pena: si hubiera más mujeres como ella, este país y este mundo sería mucho más divertido), y hay que asumir que los cambios producidos en los últimos años han sido muy rápidos, por lo que es muy fácil que proliferen las normasdesmonds a diestro y siniestro.
Pero también es cierto que la insolencia tradicionalmente ligada a la juventud, maravillosa por otro lado, que permite lanzarse a aventuras fascinantes que los corsés de la edad terminan impidiendo, tiene tintes de ser un poco preocupante en este cambio de milenio.
En los avatares de esta profesión, este plumilla se ha encontrado con guías turísticos gays que no sabían quien era Visconti. Algo grave, sin duda. Pero gravísimo tratándose de un guía en Milán, cuna de la familia Visconti, cuyo legado es patrimonio histórico de la ciudad. E insisto en que lo malo es que te responden con un “normal, es que soy millennial”, como si eso fuera un pasaporte para justificar la incultura.
La mayor parte de ellos te lo dicen con gracia, incluso con gesto de arrepentimiento, tirando a disculpa. Pero hay un sector de esta tribu que te mira con desprecio, provocando, o buscando, confrontación. En ese momento es cuando dan ganas de contestar a su altura. Sacar a la Norma Desmond que llevo dentro (todos la llevamos), ponerme un turbante, ‘esnobearlos’, recordar mi mejor inglés y decir: “All right, Mr. De Mille, I’m ready for my close-up”, esperando ese primer plano en pantalla, de protagonista absoluto, que solo puede darte la experiencia de una cara curtida por los años.
Pero, al final, es más sensato contar hasta diez, y hacer mías estas palabras de Natalia Menéndez a Elvira Lindo en una entrevista a El País: “Mi estilo tiene que ver con la estética no violenta. El humor es necesario, pero necesito el compromiso con la no violencia; hay hoy un exceso de violencia en el cine, en el teatro, en la moda. ¿Por qué? Porque es lo fácil”. Claro, ella tampoco es millennial. Mejor recordar que uno también fue joven, osado. Incluso insolente. Aunque siempre con ganas de aprender y, eso sí, preguntando todo el día. Que preguntar es gratis…