Ilustración: Iván Soldo
En muchas ocasiones –la mayoría–, cuanto más simplificados los conceptos, más fácil resulta asimilarlos. Un buen ejemplo es Jason Derulo. Que siempre ha dado la sensación de ser un producto concebido y desarrollado en un laboratorio; bueno, en este caso, en el despacho de una multinacional discográfica.
Aunque comenzó componiendo para otros artistas, y como parte de un sello pequeño, pronto vieron su potencial en Warner y decidieron lanzarle como solista. Pero no iba a utilizar su verdadero apellido, Desroleaux, ¿quién habría sido capaz de pronunciarlo y/o recordarlo? Pues nada, Derulo y marchando, y al principio, con diéresis sobre la u, para remarcar el exotismo de su verdadero nombre.
El concepto era sencillo. Crear la marca blanca de Usher. O el reverso negro de Justin Timberlake. Aunque, para evitar insinuaciones racistas que se puedan aplicar a esa manera de explicarlo, mejor decir que la idea era dar a conocer a un cantante que se pudiera ver como la serie B de los anteriormente citados, un intérprete quizá descafeinado y sin el carisma de aquellos, pero hipersexualizado. Es otro de sus grandes logros. Derulo ha utilizado casi más su físico que su voz, y llegó en el momento justo, a finales de los 00, con la explosión de las redes sociales y el hambre voraz por estrellas pop que explotaran su imagen al máximo en busca de la viralidad. Funcionó.
Aunque son infinitos los ejemplos de creaciones similares cuyo legado es extremadamente fugaz, no es el caso de Derulo. ¿Y eso? Porque ha sido bendecido con una colección de singles, que no deja de aumentar, realmente efectivos. No es necesario que se curre álbumes de solidez estimable: con que de cuando en cuando suelten un hit que atrape a las masas, vale. Véase el caso de Katy Perry. Derulo es de esa misma familia. Wiggle, Talk Dirty, Don’t Wanna Go Home –con irresistible sampleo del clásico noventero Show Me Love de Robin S.– o Swalla –con inspirada participación de Nicki Minaj– son rotundos ejemplos de por qué puede presumir ya de una carrera que casi nadie podría haberle previsto cuando debutó, sexy y musculado –aunque no tan anabolizado como ahora– con Watcha Say en 2009.
“Derulo ha utilizado casi más su físico que su voz”
Resulta algo delirante que con solo cuatro álbumes en el mercado cuente ya incluso con un recopilatorio de éxitos editado. Quizá sus responsables en la sombra no confiaran en que volviera con un jitazo como Swalla. Pues así es. Y a la vista está su quinto álbum, que debería llegar poco antes de su próxima gira mundial, prevista para 2018, anticipado por If I’m Lucky, no tan jitazo como otros, y ahora Tip Toe, junto a French Montana, una secuela de Swalla demasiado obvia.
Si hace unos meses sedujo al público pijo marbellí en el Starlite, a finales de febrero hará lo propio con una audiencia –seguro que más variada y joven– en sus dos fechas programadas en Barcelona y Madrid. Será un buen momento para dejarse cautivar de nuevo por su astucia… y sus músculos.
JASON DERULO ACTUARÁ EL 26 DE FEBRERO EN BARCELONA (SANT JORDI CLUB) Y EL 27 EN MADRID (WIZINK CENTER).