Solo Tomaž Pandur puede hacer un 'Fausto' tan sexy

Temas: Entrevista, Teatro

Foto: Aljosa Rebolk

 

“Venderle el alma al diablo es algo horrible”, afirma entre risas el controvertido director esloveno. Teniendo en cuenta la gravedad que impregna a sus montajes, sorprende descubrir que es un bromista. Acaba de terminar un ensayo, y al tropezarnos a uno de sus protagonistas, Pablo Rivero, nos sopla: “Va a ser una pasada”. El reparto está feliz, todos coinciden en que trabajar con Pandur es una experiencia única. Una vez dejan a su director solo, este transmite una pasión por el proyecto contagiosa.

SHANGAY  ⇒ ¿Por qué has querido dar tu versión de este mito?

TOMAž PANDUR ⇒ Porque vender nuestra alma es algo que hacemos cada día cientos de veces, sin ser conscientes casi nunca. Es un tema eterno. Antes de que Goethe escribiera su obra ya existía como una leyenda del folklore popular, es parte de nosotros.

SHANGAY ⇒ ¿Temes al diablo?

TOMAž PANDUR ⇒ No, tengo miedo de mí mismo y de mis propios demonios. El bien y el mal están dentro de nosotros, y en este montaje tratamos de reflejar esa parte que sabemos que existe pero que muchas veces no nos gusta reconocer. Lo que intentamos aquí es sacarla a la luz, aun sabiendo que es arriesgado. Porque nunca sabes lo que va a aparecer… [y suelta una risotada un tanto diabólica].

SHANGAY ⇒ No te gusta ponérselo fácil al espectador.

TOMAž PANDUR ⇒ Es que no soy un director que ofrezca entretenimiento [risas]. Bueno, quizá sí, depende de cómo se mire… Por supuesto, el teatro no da respuestas, sino que plantea nuevas preguntas. Yo lo que busco en todo caso es entretener a nuestro lado oscuro, y ‘Fausto’ me lo facilita. Aunque no es una adaptación oscura, lo que estamos buscando es la luz. Y el proceso está siendo como una cirugía a corazón abierto.

SHANGAY ⇒ ¿Te resulta fácil encontrar actores dispuestos a vivir ese proceso?

TOMAž PANDUR ⇒ Me considero un privilegiado. Durante todos los años que he trabajado en España, siempre he encontrado artistas increíbles, dispuestos a tirarse al agua helada. En esta ocasión tengo un reparto que es un sueño para cualquier director. Con algunos repito, como con Pablo Rivero, que para mí es una auténtica fuente de inspiración, por su devoción y su profesionalidad.

SHANGAY ⇒ ¿Cuánto texto de Goethe queda en tu adaptación?

TOMAž PANDUR ⇒ Es una versión conceptualizada. Nos hemos quedado con las cosas que creemos que pueden decir algo al público de hoy, que son muchas, porque es una obra visionaria y muy contemporánea. Plantea preguntas sobre Dios, la identidad, la familia, la sexualidad, la caída de la civilización…

¿Quieres saber la importancia que tiene lo (homo)erótico en su obra? Pasa página

SHANGAY ⇒ La sexualidad juega un papel relevante en tus obras. ¿Por qué te gusta plasmarla de un modo tan explícito?

TOMAž PANDUR ⇒ Porque es muy importante en nuestras vidas. Cada periodo histórico da nuevas reglas y coordenadas, nos dicen lo que está permitido y lo que no, poniendo límites y fronteras. Desde siempre, el hombre lucha contra lo establecido, y la sexualidad es una parte de esa lucha, para poder tener el derecho a ser como eres. No es mucho pedir, pero parece que sigue siendo un deseo utópico, y siento la necesidad de plantear estas cuestiones, porque el teatro puede contribuir a cambiar las cosas.

SHANGAY ⇒ Hay un evidente toque homoerótico en tu manera de proyectar a los actores. ¿Es por un goce estético personal?

TOMAž PANDUR ⇒ No, es porque busco una plenitud. A lo largo de la historia hemos aprendido que el hombre consta de un principio masculino y otro femenino; incluso hay un tercer elemento a tener en cuenta, el espíritu. Los tres me permiten jugar con mil combinaciones distintas. En ‘Hamlet’, por ejemplo, cuando reconocí que el principio femenino es el que rige en el protagonista, salí a buscar a quien mejor pudiera encarnarlo, y fue cuando vi que Blanca Portillo era perfecta para el papel. En el teatro nada es blanco o negro, hay muchas más sombras (monocromáticas, por supuesto).

SHANGAY ⇒ ¿Te sorprende que los desnudos, que suelen tener cierta relevancia en tus montajes, sigan llamando la atención? Precisamente, en ‘Hamlet’ la gente intentaba furtivamente sacar a toda costa fotos del reparto desnudo al principio de la función…

TOMAž PANDUR ⇒ Claro que me sorprende. ¡Que quinientos años después de que Miguel Ángel pintara la Capilla Sixtina nos siga incomodando la desnudez! Soy consciente de lo que mencionas sobre ‘Hamlet’, y eso dice mucho de nosotros. Por un lado nos indica que nos hemos convertido en grandes voyeurs, y por otro, habla del poder del teatro. Si había espectadores que querían captar con su cámara un momento de la función, significa que deseaban guardarse un souvenir de la misma. O quizá pensaban, como Fausto, “Instante, detente, eres tan bello”. Que alguien quiera guardar un simple momento de una de mis obras me honra.

SHANGAY ⇒ Tus montajes tienen un sello estético reconocible. ¿Cómo haces para intentar no repetirte?

TOMAž PANDUR ⇒ Empezando desde cero con cada proyecto. Borro de mi mente todo lo que he hecho previamente me pongo frente a una página en blanco, y creo que aún me sale bien. Tengo miedo a poner el piloto automático; no quiero hacerlo… todavía.

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