Álex de la Croix es artista audiovisual y cineasta, actriz y comedianta, codirectora de La Juan Gallery, activista del gender fluid, modelo ocasional e icono generacional.
Se vino a Madrid a hacer cine. Y descubrió el ‘faranduleo’: que en su cabeza significa algo políticamente muy distinto a lo que te imaginas. “En Cádiz siempre fui muy estrambótica. Me encantaba el universo manga y descubrí el movimiento Visual Kei: vestirse como un personaje todos los días, una cosa de la masculinidad de los japoneses. Ahí se me abrieron las puertas”, reconoce Álex con ese gracejo inevitable, que tanto éxito le ha traído en las redes, tirando de ironía y sátira paródica.
De Sevilla, donde estudiaba, se vino a Madrid a hacer un curso de webseries con Chus Gutiérrez. “Es como mi madre aquí”, reconoce: ella lo hizo su ayudante y le presentó a su círculo, que incluía a Juan Gómez. Juntos montaron La Juan Gallery, “entrando en la gestión cultural, un mundo que ni imaginaba. Y al que ahora dedico el 80% de mi tiempo”, confiesa.
“Nunca he sufrido bullying. He tenido suerte: por eso quiero empoderar a otros”
En La Juan Gallery programa a otros artistas como ella en un espacio de creación “que es un referente en Madrid si quieres ver algo distinto, de vanguardia”. El otro 20% lo dedica a infinidad de proyectos. Saltó del videoarte y la performance al cine trash y cómico. Su Travesti de las cavernas (un corto que ya tiene segunda parte) ha marcado una senda, apoyada en el activismo gender fluid. Prepara una webserie de la que ya ha rodado el piloto: Trapos, Rosales y otros cuentos del querer, que escribe, dirige y coprotagoniza con su amiga Cuentos Rosales, otra referencia para la nueva generación en red.
“En Madrid descubrí el faranduleo: la oportunidad de acudir a un micro mundo en modo evento social, que funciona como zona de confort en la que puedes ser y vestir como te salga del coño, porque nadie te va a decir nada. Una vía muy divertida para expresarte artísticamente a través de un look. Porque puedes proponer ser una fantasía de Paris Hilton en 2003, hasta el culo de todo y con el maquillaje esparramao por la cara. Y no pasa nada, la gente se mea contigo”, comenta antes de repasar su propio periplo en looks. “Antes era gotíquísima: todo negro. Ahora he descubierto que me sienta bien el beige, los ocres… el color cazuela”.
“El secreto está en no tener miedo a nada”
La risa acompaña siempre a este icono generacional, fotografiada por Juan Gatti para la revista Candy, presente en pasarelas como Cibeles, donde desfiló para la firma londinense Dipetsa, “embarazada, empapada, con el pecho plano al aire… ¿Y qué pasa? Tengo pene, voy maquillada y en tacones. ¿Que qué soy yo? ¿Me lo vas a decir tú? Va a ser que no”, dice indignada ante esta vuelta de la ultraderecha, “que me parece inaudito que cohabite conmigo en el hoy. No lo entiendo. Hay algo en este boom de los físicos gender fluid que impide que se te identifique como sujeto social. Y esto es la máxima expresión de la libertad”, apunta. “Nunca he sufrido bullying. He tenido suerte: por eso quiero empoderar a otros. Para que sepan resolver una situación si se da. El secreto está en no tener miedo a nada”.