El Guggenheim Bilbao dedica una gran retrospectiva al artista danés Olafur Eliasson, con obras de los últimos treinta años: geometrías, juegos de percepción, ciencia y naturaleza en un trabajo que va mucho más allá del rigor y la forma exquisita, incluso del activismo climático, colocando al espectador en primera línea, y sus sensaciones en el material mismo del discurso plástico.
Cuando en 2003 Olafur Eliasson (Copenhague, 1967) presentó The Weather Project en el inmenso hall de la Tate Modern de Londres, aquella reproducción de un sol de atardecer –la más efectiva réplica de nuestro astro que haya realizado jamás la humanidad– revelaba al gran público a uno de los grandes artistas del cambio de milenio, concentrando con efectiva claridad la idea base de todo su trabajo en una sola pieza: la relación entre la percepción humana y el entorno natural para la construcción –siempre en proceso– de nuestro yo como conciencia también emocional.
Las esculturas e instalaciones públicas que el artista había desarrollado hasta la fecha, jugando siempre con geometrías complejas, elementos de distracción perceptiva como los espejos y también con materiales extraídos de la naturaleza en estado puro, como el agua, la luz y su espectro cromático o el viento, adquirían así un sentido global definitivo, y lo catapultaban a la órbita de esos pocos artistas visionarios capaces de aunar ciencia y estética para llegar a conclusiones profundas sobre el significado del ser.
«Hay un mensaje claro en sus obras: la necesaria comunicación y compenetración entre el hombre y la naturaleza»
Más de tres lustros después, el vigor de la obra de Olafur Eliasson sigue intacto, pese a que nos hayamos acostumbrado peligrosamente a su estilo y modos de hacer. Peligrosamente porque siempre se corre el riesgo de frivolizar a un exquisito esteta olvidando el mensaje claro de sus obras: la necesaria comunicación y compenetración entre el hombre y la naturaleza. Tan urgente y dramática a día de hoy.
En la vida real, que es como ha titulado esta antología de su trabajo desde 1990 hasta hoy en el Guggenheim de Bilbao, se repasa con gloriosos ejemplos su trayectoria, y se incluye alguna pieza mayor como Cascada (Waterfall), vista por primera vez en Sídney en 1998, que da la bienvenida desde el exterior del Museo.
Olafur Eliasson fue, de joven, un creador precoz: hijo de inmigrantes islandeses –de ahí su visión de la naturaleza como fuerza superior–, repartía su tiempo como bailarín de breakdance (llegó a ser campeón danés) y como artista emergente. Expuso su primera serie de trabajos en solitario, paisajes, a los 15 años. Se educó en la Royal Academy of Fine Arts danesa, y gracias a una beca acabaría viajando a Nueva York, donde se interesaría por la fenomenología (la ciencia que relaciona los fenómenos físicos con la observación empírica) y las teorías de la Gestalt (que investiga cómo afecta a nuestra psique la propia percepción).
Con este bagaje, establecido en Berlín, crea su propio estudio rodeándose de científicos y arquitectos especialistas en distintas disciplinas –desde la física y las matemáticas a la biología o la arquitectura–, ampliando la lista con los años hasta trabajar incluso con coreógrafos o chefs gastronómicos. Entre ellos está Einar Thorsteinn, treinta años mayor que él y uno de los utopistas del círculo de Buckminster Fuller (visionario arquitecto creador, por ejemplo, de esas bóvedas geodésicas hoy tan comunes en festivales y eventos), con el que colabora desde 1996 y que le ayuda a desarrollar buena parte del corpus de trabajo que ahora se puede ver en el museo bilbaíno.
«La exposición es netamente inmersiva, toda una experiencia visual y perceptiva»
Perfectamente organizado en su recorrido, además: de lo primero en verse es su Sala de Maquetas (2003), una lista de más de 450 modelos y estudios geométricos a diferente escala, que crea las bases de sus desarrollos espaciales, labor a la que se ha dedicado desde 1996 hasta la muerte de Thorsteinn en 2015. En paralelo, se disponen algunos trabajos mayúsculos sobre la percepción de la luz, la forma, el color y su efecto en el observador como Tu sombra incierta (color) (2010), donde diferentes focos proyectan la sombra del espectador en distintas capas cromáticas, una de sus piezas más bellas.
La exposición prosigue con obras tempranas y ya deslumbrantes, centradas en el paisaje y su interpretación física y emocional, incluso la reproducción de fenómenos naturales como Máquina de olas (1995) o Pared de liquen (1994), para saltar luego a los reflejos y los espejos: piezas que desarrolla desde los noventa.
Aparte de los juegos –muy placenteros– que ofrece al espectador, estas piezas han de admirarse también por la forma tan sutil en que elevan la conciencia individual a otro estadio distinto con solo dejarse llevar. Luego llegan los experimentos climáticos de interior como Tu atlas atmosférico de color (2009), bancos de niebla matizados por luz de color cambiante. También hay en esta expo piezas con hielo de glaciar, aproximaciones fotográficas al paisaje helado, con los mismos glaciares fotografiados a intervalos de más de una década, instalaciones de efecto estroboscópico e interpretaciones históricas de la luz según ha sido utilizada en la historia del arte.
La exposición es netamente inmersiva, toda una experiencia visual y perceptiva, que es de lo que trata su trabajo. Pero no al modo de un mero parque de atracciones sofisticado: las emociones y pensamientos que suscita han de tenerse muy presentes, así que conviene ir acompañado y realizar un intercambio consciente de impresiones y emociones con quienes vayan a tu lado.
Eliasson, en última instancia, ha aplicado con maestría uno de los principios básicos del op-art: sin la participación activa del espectador, no existe la obra de arte. De ahí las alusiones constantes en los títulos a que las piezas hablan de ti, son “tu” visión personal y distinta de cada obra, porque la percepción individual es el motor también de una conciencia compartida, común, universal.
Olafur Eliasson: en la vida real se puede visitar hasta el 21 de junio en el Museo Guggenheim Bilbao (Abandoibarra etorbidea, 2). Más información en www.guggenheim-bilbao.eus