'Dorian', ese claro objeto de deseo

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La fascinación por la juventud es un estado que nunca cesa, sino que crece y se reproduce. De ahí que se entienda el interés permanente por El retrato de Dorian Gray desde que Oscar Wilde la publicase en 1890. El autor y director Carlos Be –cuyas recientes Elepé, Peceras, Autostop y La Toñi Unplugged, también producidas por The Zombie Company, han levantado considerables pasiones en la escena alternativa madrileña– decidió realizar su adaptación libre. “Ya me había atrevido con Cervantes o Chéjov, que nos pillan muy lejos, con lo que me podía permitir que las adaptaciones fluyeran con cierta libertad. Teniendo a Wilde tan cerca, el reto era mayor; quería adaptarlo a mi estilo y proponer casi más una secuela, como si fuese parte de una saga”.

Carlos Be respeta la trama y los personajes originales en Dorian, pero se permite muchas licencias, no solo por actualizar la acción, también por hacer explícitas las sugerencias gays del original y proponer una lectura desasosegante donde los personajes femeninos son interpretados por hombres, Sybil canta por Algora, los espectadores asisten, junto a Dorian, a una sesión de bondage (más concretamente, de shibari)… “Tuve en consideración que si estuviese vivo, Wilde se lo pasaría muy bien con esta adaptación”, afirma satisfecho Be.

Puestos a correr riesgos, decidió apostar por un nombre desconocido para interpretar al fascinante protagonista de su Dorian. En cuanto Carlos López terminó su prueba, supo que lo había encontrado. Valenciano de 22 años, López se instaló en Madrid hace tres. Se ha curtido en infinidad de cortos, y de momento su gran oportunidad fue una participación en la miniserie para televisión Rocío Dúrcal, volver a verte, en la que interpretó al hermano de Marieta. “Mi primera referencia del personaje fue por La liga de los hombres extraordinarios”, confiesa. Y es que sí, Carlos es muy joven. “Y la primera adaptación que conocí fue la última que se ha estrenado” (en 2009, protagonizada por Ben Barnes). “El libro me lo leí en Navidades, y al investigar sobre Oscar Wilde fue cuando descubrí que era homosexual, todos los problemas que tuvo por las cosas que escribió…”. El director quería para su función a un actor que viviese un viaje parecido al del personaje, “que empieza en la inocencia más pura y acaba siendo muy perverso. Carlos es capaz de sacarlo todo: ternura, violencia… y sobre todo, empatía”.

Su Dorian es un sujeto de seducción masiva, de cara a los otros personajes, masculinos y femeninos, y también frente a los espectadores. “Al principio dudaba de mi capacidad para seducir a todo el mundo, y sigo dudando”, confiesa López. No le inquietaban el componente decadente de la función, la homosexualidad explícita de algunos momentos ni la sordidez emocional de otros. “Aquí hago cosas bastante heavies como actor, pero nada me incomoda, ni los desnudos. Me lo planteé como un reto”. Ni siquiera el hecho de verse forzado a no depilarse. “Le sugerí hacerlo y Carlos se llevó las manos a la cabeza. Me prefería así, y llevo sin recortarme el pelo desde Navidad…”.

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Carlos Be pone en este Dorian toda la carne en el asador. Exige mucho de sus –impecables– actores, casi en todo momento al límite, pero también del espectador, al que enfrenta a sus deseos, fantasías y tabúes. “Lo bonito es que hay quien se siente completamente atraído por lo que ve y al lado tiene a alguien que siente repugnancia, por sus prejuicios. Es la idea, que cada espectador sea consciente de los límites que se pone a la hora de desear. Les queremos desafiar”.

Los seis actores que participan –dos de ellos se desdoblan también en personajes femeninos, interpretados con un rigor y una ausencia de pluma propia de dragshow digna de alabar– se entregaron a esta aventura dejándose la desinhibición en casa. Llama la atención cómo la pulsión homosexual latente en la historia original aquí cobra un gran protagonismo. “Quise sacar del entrelineado de la obra original lo que a Wilde no se le permitió decir en su momento y ser lo más explícito posible. Buscaba que esta función respirase libertad. Y plantear a todo el que la ve: ‘¿Hasta dónde te dejas seducir, sea por un hombre o por una mujer?’. Dorian quiere a hombres y a mujeres, y todos le quieren a él. Algo que la sociedad no tolera, porque somos unos egoístas y lo bueno lo queremos solo para nosotros”.

«SI ESTUVIESE VIVO, OSCAR WILDE SE LO PASARÍA MUY BIEN CON ESTA ADAPTACIÓN» (CARLOS BE)

Dorian también es singular por el espacio en donde se representa. Tras MBIG, es la segunda obra concebida expresamente para La Pensión de las Pulgas –de los creadores de La casa de la portera, José Martret y Alberto Puraenvidia–, una sala alternativa en el madrileño barrio de Las Letras en la que cada estancia del piso que la acoge se convierte en un escenario. Un máximo de 35 espectadores acompañan a los personajes en su trágico y morboso devenir, y la cercanía crea una relación muy íntima con los actores. Carlos López lleva bien la presión que supone sentirse tan observado. “Cada función es un viaje que me meto en vena y que disfruto de principio a final”. El marco ha tenido una enorme influencia en la creación del montaje, único e irrepetible, por lo que cuenta su autor y director. “Está pensando para verse en ese espacio, ya que la casa es la escenografía”. La fascinación por Dorian es evidente: no dejan de llenar y prorrogar. Este personaje eterno, de cuyas andanzas no nos cansamos, visita ahora La Pensión de las Pulgas (C/Huertas, 48) cada miércoles de septiembre a las 20’30h.

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