El mayor colocón de la temporada

Sí, pero no lo soy, Avaricia, lujuria y muerte, Días estupendos, Esperando a Godot… Es fácil perder la cuenta de las obras de teatro que Alfredo Sanzol ha estrenado entre los muros del Centro Dramático Nacional, y eso sin contar los montajes en los que trabajó como ayudante de dirección para su antiguo director, Gerardo […]

17 octubre, 2014
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El mayor colocón de la temporada

Sí, pero no lo soy, Avaricia, lujuria y muerte, Días estupendos, Esperando a Godot… Es fácil perder la cuenta de las obras de teatro que Alfredo Sanzol ha estrenado entre los muros del Centro Dramático Nacional, y eso sin contar los montajes en los que trabajó como ayudante de dirección para su antiguo director, Gerardo Vera, que lo descubrió tras ver en Cuarta Pared su espectáculo Risas y destrucción.

El mayor colocón de la temporada

Sanzol es uno de los pocos autores y directores contemporáneos cuya presencia se ha mantenido constante en España, tanto en el circuito institucional –también en el CDN en la etapa de Ernesto Caballero– como en el privado y, lo que es más importante, sin tropiezos reseñables ni con la crítica ni con el público, casi una entelequia para cualquier autor y director que se dedique a algo tan complejo como el humor menos convencional –sirvan como prueba sus tres premios Max a mejor autor, el último el pasado 2013 por En la luna–.

Si en su anterior Aventura, el segundo montaje que firmaba para la compañía T de Teatre tras Delicadas, Sanzol hablaba de cómo la crisis económica podía sacar lo peor de nosotros en cada una de nuestras decisiones, en el atractivo texto de La calma mágica es otra crisis, la existencial, la que motiva el viaje lisérgico de un trabajador en busca de respuestas, aunque estas las obtenga a través de unos hongos alucinógenos. La obra puede verse hasta el 9 de enero en el Teatro Valle-Inclán (Pza. Lavapiés, s/n) de Madrid. 

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SHANGAY ⇒ ¿Sigues utilizando Google como instrumento dramático?

ALFREDO SANZOL ⇒ En esta ocasión no lo he hecho así, pero me sigue gustando recurrir a él como inspiración. Para esta función solo lo he utilizado para enterarme de cómo funcionan los hongos alucinógenos, pero por lo general, estoy constantemente buscando opciones. Para mí es la gran biblioteca, lo uso como punto de partida para escribir obras de teatro, pero del mismo modo que uso las noticias de periódico que sigo recortando y archivando. Tú metes una palabra y te aparecen materiales que nunca te imaginarías que te podían interesar, por lo general de campos que no conoces. Y de repente tienes sobre la mesa un tema del que no sabes nada, pero con el que dialogas como si te lo hubiera sacado una persona que llega de un país extraño.

SHANGAY ⇒ Tus últimas obras han sido de formato largo y no fragmentado, ¿ya no te reconoces en el sketch?

ALFREDO SANZOL ⇒ Sí, totalmente. Aventura surgió así por un sketch que comenzó a crecer y vi que aquellos personajes necesitaban más espacio. En este caso, he usado una técnica de escritura nueva que estoy desarrollando en mis talleres, que es comenzar a trabajar escenas sueltas y luego buscar la conexión. Hay un personaje central que es Oliver [Iñaki Rikarte], pero la manera de ir construyendo lo que le pasa era preguntarme qué me apetecía conocer de ese personaje sin planearlo demasiado y evitando el pastiche o lo arbitrario. Por eso comenzamos en Madrid, pasamos por Monfragüe y terminamos en el Maasai Mara africano. Lo que se logra con esta técnica es que los giros sean muy inesperados.

SHANGAY ⇒ ¿De qué trata La calma mágica?

ALFREDO SANZOL ⇒ Es la historia de un hombre que va a hacer una entrevista de trabajo; su jefa le ofrece comer unos hongos alucinógenos, unos monguis, se queda dormido delante del ordenador y un cliente le graba en vídeo con un móvil. A partir de ahí, comienza el viaje alucinógeno de Oliver con los hongos, obcecado en que ese cliente borre el vídeo de su móvil. De la lucha de esos dos cabezones estalla la historia.

¿Ha tomado Alfredo Sanzol hongos alucinógenos? ¿Qué opina de un autor como Oscar Wilde? Lo cuenta en la página siguiente

 

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SHANGAY ⇒ ¿Has tomado hongos alucinógenos como parte del proceso?

ALFREDO SANZOL ⇒ Una vez hace bastante tiempo, pero no me hicieron efecto. O no comí demasiados o estaban malos, pero lo tengo pendiente… Es interesante porque hay estudios universitarios muy serios que dicen que la psilocibina que contienen produce unos efectos a largo plazo que transforman el carácter para bien, te convierte en una persona más empática y elimina la frustración. Aquí los hongos llevan al protagonista a conectar con sentimientos y realidades que son muy reales. En los sueños te encuentras con cosas escondidas y quería utilizarlo como excusa para entrar en otro mundo, como Alicia en el país de las maravillas o Charlie y la fábrica de chocolate.

SHANGAY ⇒ ¿Has pensado en que otros dirijan tus textos?

ALFREDO SANZOL ⇒ La verdad es que siempre escribo con la dirección en mente. La escritura es el primer paso para subir al escenario y jugar con los actores. En realidad, la función siempre la termino de escribir en escena, porque en un segundo puedes lanzar varios mensajes diferentes: con el texto, con el gesto del actor, con la luz… Así estoy, que el Alfredo director siempre se pelea con el Alfredo dramaturgo.

SHANGAY ⇒ ¿Cómo un director y dramaturgo tan volcado en sus propios textos acabó dirigiendo el clásico de Oscar Wilde La importancia de llamarse Ernesto?

ALFREDO SANZOL ⇒ Por el hecho de establecer una suerte de relación de amistad con el autor, porque te metes en su mundo imaginario. Wilde me ha gustado siempre, sobre todo la capacidad de crear belleza con el sentido del humor, la inteligencia que tenía para analizar las contradicciones de la sociedad, la libertad con la que trabajaba y vivía, la manera de sacar adelante sus locuras… Hay algo que me gusta mucho de esa aparente superficialidad que es cómo tocaba a través de ella cosas mucho más profundas. Cuando logras eso, es maravilloso.

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Fotos: marcosGpunto

 

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