Aquellos chicos de antaño

No me propongo hacer (aunque igual quedaba bonito) una rememoración, algo lírica, de las nieves de antaño, que decía el gran Villon. De los chicos con los que estuve, algunos más que divinos… Además la hice una vez –aunque ahora quedaría corta– en un poema titulado “Hermosos rostros del pasado” y que está en mi […]

14 abril, 2016
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Aquellos chicos de antaño

No me propongo hacer (aunque igual quedaba bonito) una rememoración, algo lírica, de las nieves de antaño, que decía el gran Villon. De los chicos con los que estuve, algunos más que divinos… Además la hice una vez –aunque ahora quedaría corta– en un poema titulado “Hermosos rostros del pasado” y que está en mi libro Como a lugar extraño –Visor, por si alguien siente curiosidad–. No, me pregunto por qué hay tantos, tantísimos gays que pasados los treinta (y no digamos los 40) años, desaparecen de la vida pública del ‘ambiente’. ¿Se dice aún ‘ambiente’ o es algo ya periclitado? Cuando yo empecé esa vida, hace milenios, en los muy finales años del franquismo, teniendo yo aún 22 años, conocí a muchos chicos de mi edad o algo menores, entre 19 y 23, a los que veía –nos veíamos– por todas partes.

Claro que aquel mundo gay, sólo a medias permitido, era chiquito y marginal pero muy apasionado. Recuerdo a tres muchachos preciosos, entonces tenían 20 años, que se autollamaban (a mí lo de los motes femeninos me gustaba poco pero era una realidad) la ‘Garland’, la ‘Berenson’ y la ‘Sukarno’. No es difícil comprender a qué actrices homenajeaban, sólo la Sukarno (de amables rasgos orientales) puede no entenderse ya hoy, pues aludía a Dewi Sukarno, una japonesa guapa y elegante, que había sido la mujer –viuda ya– del dictador de Indonesia. Eran amigos míos y llegué a tener algo rápido con Ubaldo (la Berenson), que era una preciosidad de muchacho… Y como vengo de decir te los encontrabas doquiera. Pero resulta que hará más de treinta años que no solo no los he visto sino que nadie me ha dado noticia de ellos. Y me he acordado de estos por primer azar, pues podría ir nombrando –tiempo adelante– a muchos…

Aquellos chicos de antaño

De esto parece colegirse algo (puesto que de ningún modo creo que todos hayan muerto, sin más, o emigrado al Uruguay) y es que llegados, más o menos, a los 40 años –pero la mayoría antes aún– esos jóvenes que llenaron de belleza y vida los bares y discotecas del ambiente, se retiran y dejan de salir. Como si pensaran que ya se les acabó la edad del pendoneo. A lo mejor algunos tienen novio o marido ahora y se han vuelto muy formales, pero aun así, de cuando en cuando una vueltecita por el viejo barrio no haría daño. No, nada de nada. Muchos ejemplos me dicen que para infinidad de gays (no sé si de lesbianas) el mundo de los bares y las discos ‘entendidos’ es un tema de juventud, un tiempo de esa mesurada ‘vida loca’ que a la juventud conviene y le está permitida, pero que para bien ser (pensamientos burgueses, pero respetables) no debe pasar de ahí. Bien está lo que estuvo.

Aquellos chicos de antaño

Con lo cual, los que hemos seguido yendo a los baritos y antros y otros lugares de mesurada mala vida, no sólo somos unos perdularios, sino unos ‘viejos verdes’ o algo parecido. Hay algo (se me ocurre) que no funciona bien en el mundo gay –muchas cosas funcionan regular, hablamos de una realidad reciente– para que los jóvenes de una época –yo he conocido ya varias– nunca retornen a ese mundo en el que parecieron muy felices, pero jóvenes, sólo en la juventud. Muchos gays adoramos la juventud, pero es la mezcla de edades lo que crearía un ambiente mejor y más sano. Es raro que tantos que saltaron, cantaron y ligaron en esas pistas nunca vuelvan después de los 35/40. Algo falla. Ubaldo, Sixto, Gerardo, ¿qué fue de vosotros?

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