Salvemos el Teatro de La Zarzuela

La noticia que acaba de darse a conocer (¿intencionadamente?) con sonidos de marcha triunfal (muy ad hoc con las representaciones de Aída, en estos días en el Real) preocupa: el Teatro Real absorbe al Teatro de La Zarzuela y se crea una fundación común para ambos coliseos. ¿Por qué preocupa una noticia que, a priori, […]

Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

11 marzo, 2018
Se lee en 19 minutos

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La noticia que acaba de darse a conocer (¿intencionadamente?) con sonidos de marcha triunfal (muy ad hoc con las representaciones de Aída, en estos días en el Real) preocupa: el Teatro Real absorbe al Teatro de La Zarzuela y se crea una fundación común para ambos coliseos. ¿Por qué preocupa una noticia que, a priori, es buena para los amantes de la lírica? Aunar fuerzas siempre beneficia, por lo que muchos pensarán que no hay motivos para el miedo. Pero los hay…

La prensa del domingo 11 de marzo recogía en papel lo que ya había adelantado en sus ediciones digitales el día anterior. Y preocupa porque esa noticia (¿intencionadamente?) filtrada está llena de incorrecciones. O mejor aún: de falsedades. Hablemos claro. Entre los sonidos de trompeta de marcha triunfal –nada verdianos, por cierto– de que el Gobierno y el Ministerio de Cultura lo que pretenden es la creación de una Fundación Teatro Nacional de Ópera y Zarzuela al estilo de París, surgen los miedos. Miedos de empezar una aventura con mentiras.

No es cierto: la Opéra National de Paris, que tenía una única sede (el precioso Palais Garnier), levantó en 1989 un nuevo e imponente (para muchos, espantoso) teatro, la Opéra Bastille, con un súper aforo de 2.700 localidades, para acoger todos aquellos espectáculos que no ‘cabían’ en el rococó coliseo (no por ello menos imponente) estilo Napoleón III. Desde entonces, la ópera parisina tiene dos sedes para repartir su programación entre ambas de forma acorde a la naturaleza del espectáculo. Pero no: la Opéra National de Paris no absorbió el Téâtre Du Châtelet, ni el Téâtre des Champs Elysées ni, sobre todo, la Opéra-comique. Todas salas de gran tradición pero, en especial, por la ‘rivalidad’ que históricamente han tenido, la ópera cómica de París.

Decir que fusionar La Zarzuela con el Teatro Real es seguir el ejemplo de París es mentir. Eso habría sido si la Ópera Garnier se ‘hubiera quedado’ con la ópera cómica. Y eso, en París, habría sido impensable. Como si en Londres la Royal Opera House lo hiciera con la English National Opera: un dislate artístico que no se permitiría. O en Viena si la Wiener Stastsoper (la famosísima Ópera de Viena) hiciera lo propio con la Volksoper, que tradicionalmente programa operetas, inaugurada en 1898, algo más tarde que nuestra Zarzuela.

Por eso, cuando se lanza (¿intencionadamente?) esta noticia y se empieza mintiendo, da mucho miedo. Si el Gobierno quiere que Real tenga dos salas, puede hacer como hicieron en París: crear una. Lo tienen muy fácil: ya que el Real goza de todos los adelantos técnicos posibles, en la Plaza de Isabel II tienen la solución. Que compren y adapten el abandonado Teatro Real Cinema y lo dediquen a ópera contemporánea, obras de pequeño formato, de nueva creación. Que para aídas, rigolettos y traviatas ya está la sala principal. Y así, además, se evita que otra histórica –aunque hoy muy desfigurada– sala de Madrid (recordemos que fue el único cine en el que se proyectaba en Cinerama) siga abandonada. Y ahí está, dejándose caer en pleno Madrid de los Austrias.



Fusionar el Real con La Zarzuela por decreto ley es faltar, insultar, a la memoria de todos esos artistas y creadores que en 1856 invirtieron su dinero (el suyo, no el de los contribuyentes) en crear un teatro que impidiera que la italianizante ópera tan de moda entonces acabara con el repertorio lírico español.

Es un bofetada, por decreto ley, a Barbieri y a Gaztambide (entre muchos otros) que no puede ni debe estar protegida por el Gobierno. Para todos aquellos millennials que desconozcan la zarzuela, aclararles que no es un género casposo franquista, rancio, del pasado. Es nuestro patrimonio cultural que siempre ha sido crítico con lo establecido, que tiene un lenguaje propio, como lo tiene la opereta francesa o vienesa, el musical americano o las comedias británicas de Gilbert & Sullivan.

Y que como todas las manifestaciones artísticas, tiene obras maestras, muy buenas, regulares, malas y espantosas. Que el pez grande se coma al chico más de ciento cincuenta años más tarde es algo que el Gobierno no debe promover por decreto ley; en todo caso, debería garantizar su identidad propia. Sería como si en París la Opéra Garnier se hubiera comido a la cómica, su eterna rival, y la sala en la que se han estrenado muchos de los grandes títulos de la lirica gala. Muchos más que en el teatro titular. Como ocurre aquí con La Zarzuela, sede de muchos más estrenos que su ‘hermana rica’ de la Plaza de Oriente.

Salvemos el Teatro de La Zarzuela

Lo que se ha dado a conocer (¿intencionadamente?) es que se trata de una fusión de fuerzas que ayudará a ambos coliseos. Pero si el Gobierno comienza mintiendo, comparando esta ‘acción cultural’ al caso de París, hay lugar para el miedo y las dudas. Da igual que sea Lissner quien venga a capitanear la supernave lírica española, como si es un español o si se traen a un salvador de la música desde Tombuctú (¡líbranos, Señor, de los salvadores!): si el Real se fusiona con La Zarzuela, todo apunta a que se lo comerá. Perder un teatro con tanta historia (es el coliseo del mundo con más estrenos absolutos, es decir –y perdón por la redundancia– mundiales, sobre su escenario) es algo que no nos podemos permitir.

Es cierto que el sistema que rige el Teatro Real –que depende de una fundación y no del ministerio con sus correspondientes cambios políticos– le da estabilidad. Como también es cierto que el modelo de financiación que han ideado –capitaneado por Gregorio Marañón, presidente de la Fundación Teatro Real–, con gran protagonismo del capital privado mediante el sistema de patrocinio, ha demostrado ser un grandísimo éxito, quizás la envidia de Europa. Por ello, igual lo ideal sería implantar este sistema en La Zarzuela. Pero fusionar dos coliseos tan diferentes en historia, modo y tamaño nos hace temer que la ‘leyenda del pez grande’ se haga realidad en la calle Jovellanos.

El domingo 11, día en el que se dio a conocer la noticia, se celebraba en La Zarzuela un concierto de la famosa mezzo Elina Garanca, una de las mejores ‘Cármenes’ del actual circuito internacional. Al terminar, ella y su marido, el director Karel Mark Chichon, leyeron este manifiesto de apoyo al teatro ante los aplausos del público.

Aún estamos a tiempo. Si esa fusión ya es innegociable, el Gobierno de España, su presidente, sus ministros o quien sea, se tienen que comprometer ante todos a que La Zarzuela no perderá su identidad, su ADN. Sus fundadores, que dieron su vida por él, no se lo merecen.

El público, tampoco. La Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento también deberían asegurarnos que esto no va a ocurrir. Hoy el teatro pertenece al INAEM (Ministerio de Cultura). Pero La Zarzuela es patrimonio de la ciudad. Y del mundo entero. #salvemoselteatrodelazarzuela.

Entrevista con Daniel Bianco,
director del Teatro de La Zarzuela,

ecuperamos aquí esta entrevista que hicimos a Daniel Bianco hace unos meses para que nos hablara de sus planes frente al emblemático teatro]

 

Salvemos el Teatro de La Zarzuela

 

Fotos: www.miguelangelfernandezphoto.com

Daniel Bianco es el director del Teatro de la Zarzuela, una de las salas con más historia de Madrid desde su construcción, en 1856, como un espacio para apoyar el género lírico español frente a la ópera que potenciaba el Teatro Real, también abierto por esas fechas. Desde ese momento, el teatro forma parte de la historia de la escena de Madrid, y por su escenario han pasado todos los grandes artistas de medio mundo. Hoy los retos son muy distintos, y Bianco quiere abrir el escenario a otros géneros musicales, sin descuidar a la zarzuela, que está potenciando a través del ‘Proyecto Zarza’, en el que jóvenes cantantes revisan títulos clásicos del repertorio, como ocurrió con La revoltosa, que llenó el patio de butacas de un público menor de treinta años, cosa insólita en el coliseo.

Pero, además, está el proyecto ‘Zarzuela en la calle’, o los conciertos de Martirio –que fue un exitazo– y el próximo de De La Purísima , dos artistas atípicas que llevan el folclore español al siglo XXI sin perder su esencia. Por otra parte, se mantienen el Ciclo de Lied, organizado por el Centro de Difusión de la Música, las proyecciones de películas con orquesta en directo, etc. En definitiva, una programación que, por los motivos que sea, tiene una de las mayores concentraciones de público gay por butaca de la capital.

Entrevistamos a Daniel Bianco, que nos cuenta no solo los secretos del teatro, sino las armas que quiere utilizar en su rompedora programación, en la que quiere sumar, sin restar ni perder a un solo espectador.

 

SHANGAY ⇒ ¿Cuáles son los retos de un teatro como el de La Zarzuela? 
DANIEL BIANCO ⇒ El reto, por lo menos el que yo me he puesto, es intentar abrir las puertas y las ventanas del teatro. Y con esto me refiero a darle cabida a todo tipo de público. La zarzuela es un género que forma parte de nuestro patrimonio cultural, que debemos redescubrir, porque ha sido el género musical que nuestros abuelos, padres o tíos han disfrutado, y ahora es el momento de poder mostrarlo a unas nuevas generaciones. El segundo reto, y no por importancia, sino en paralelo al otro, es intentar traer a todos los artistas posibles para que puedan desarrollar su espectáculo de una manera libre –dentro de unos condicionantes, como el momento económico que vivimos– y no quedarte con ganas de hacer cosas, porque creo que un teatro es una caja de sensibilidades, una casa para poder crear.

SHANGAY ⇒ Este teatro nació en 1856 como un proyecto de varios músicos y creadores que se unieron en plan cooperativa para darle a la lírica española un espacio propio. ¿Sigue siendo un lugar reivindicativo?
DANIEL BIANCO
 ⇒ Eso espero: con la programación espero reivindicar. Eso sí, quizás la reivindicación hoy sea distinta. No tengo que competir con la ópera ni con nadie. Hoy la reivindicación es intentar hacer visible este teatro que, por otro lado, siempre ha estado muy cercano a la gente y siempre ha vivido el pulso de la ciudad. Muchas veces se desconoce quiénes han pasado por las tablas de este escenario, o todas las actividades que se han hecho. Esa conexión con el público no la debemos perder, y ese es mi objetivo de trabajo día a día.


“En el mundo gay somos muchos los que consumimos mucha cultura. No sé por qué, pero es cierto”


SHANGAY ⇒ Efectivamente, La Zarzuela es uno de los teatros con más historia de España, y el teatro del mundo que tiene más estrenos mundiales sobre su escenario, por el que han pasado todos los grandes de la lírica mundial, Maria Callas incluida (en 1959), algo que casi nadie sabe. ¿Condiciona el peso de esa historia?
DANIEL BIANCO
 ⇒ Y también todas las estrellas de la danza, todas; incluso se hacía circo. O Federico García Lorca, que estrenó una obra en la que estaba como actor. La Asociación de Periodistas le hace un homenaje, en plena Guerra Civil, tras su muerte, y hay fotografías de ello. De Josephine Baker a Nureyev, todos han pasado por este teatro. ¿Condiciona? Pues no: me da ánimo, hay energía buena. Creo que en cualquier teatro en el que trabaje tengo la responsabilidad de intentar hacerlo lo mejor posible. Si pasó tanta gente, tiene que seguir haciéndolo. Además, este es el único teatro del mundo que produce solo género lírico español, y hay algo que tenemos que tener muy en cuenta: nuestro género se canta en una lengua que hablan 500 millones de personas.

Salvemos el Teatro de La Zarzuela

SHANGAY ⇒ ¿El ejemplo a seguir son los parisinos Téâtre du Châtelet o la Ópera Cómica?
DANIEL BIANCO
 ⇒ He trabajado en el el Téâtre du Châtelet, hice tres producciones: un Wagner, Las Hadas; una opereta, Cantor de México, y un musical, Sonrisas y lágrimas. Y creo que es una sala que tiene un estilo propio: es el teatro musical de París. Evidentemente, nosotros tenemos nuestro estilo, y yo estoy aquí para salvaguardar la música española y sus intérpretes, porque creo que tiene que ser un teatro abierto. De hecho, no solo hacemos zarzuela, sino también zarzuela barroca, revista, sainete… Y hemos tenido a Martirio, y vamos a tener a De La Purísima. Creo que tienen que estar todos.


“Quiero traer todos los estilos: ha venido Martirio y vamos a tener a De La Purísima”


SHANGAY ⇒ ¿Cómo puede competir con los grandes teatros europeos de la misma categoría con un presupuesto mucho menor?
DANIEL BIANCO
 ⇒ Con ingenio. Además, en este momento no estoy nada de acuerdo en quejarse por el dinero. De verdad, lo de la queja me molesta muchísimo. Y lo digo como actitud personal, no solo en el trabajo. Creo que con lo que tenemos, lo que está cayendo, la situación mundial que estamos viviendo… Con este presupesto tengo que hacer la mejor ‘comida’. Si uno logra entusiasmar a los otros en el proyecto, la gente se sube. Y hasta ahora, esto sí que me ha ocurrido: todo el mundo al que he invitado a subir, lo ha hecho, por lo que no he tenido problemas.

SHANGAY ⇒ Defíneme la zarzuela…
DANIEL BIANCO 
⇒ Es un género musical/teatral con el que normalmente uno sale siempre del teatro con una sonrisa.

SHANGAY ⇒ Al contrario que la ópera, la zarzuela es un género en el que la parte hablada tiene mucha importancia. ¿Todos los cantantes de ópera pueden cantar zarzuela?
DANIEL BIANCO 
⇒ Creo, sinceramente, que una de las cosas que más puede fallar hoy en día es precisamente la parte hablada; se necesita una revisión de los textos. De hecho, lo estamos haciendo. Y sí, es una técnica bastante difícil para los cantantes. Después de cantar una gran romanza, y que te aplaudan, comenzar un monólogo… ¿Todos los cantantes de ópera pueden hacerlo? Pues creo que sí, que todos pueden cantar zarzuela. Evidentemente, los españoles tienen más facilidad, porque aunque no lo sepan, lo tenemos en el ADN.

SHANGAY ⇒ Es curioso, pero hay un comentario generalizado entre el público, cuando un cantante extranjero interpreta zarzuela, que al no ser español no la canta bien… Por esa regla de tres, un español no podría cantar a Mozart. ¿Es tan localista?
DANIEL BIANCO
 ⇒ No es localista. Lo que ocurre es que hay algo que no debemos confundir: una cosa es la zarzuela, que es patrimonio musical español, y otra es ‘lo castizo’, que sí que es muy localista. En la próxima temporada, por ejemplo, he invitado a cantantes brasileños, rumanos, argentinos… Si no, un español nunca podría cantar a Janáček, por ejemplo. Pero también depende de determinados roles: si es un papel en que que hay muchos diálogos, pues hay que tener cuidado con el acento, en el hablar quiero decir, porque en el cantar es muy controlable. Es una cuestión de un equilibrio. Pero también esto hay que llevarlo a los directores de escena, que todo el mundo cree que para una zarzuela tienen que ser españoles, y no es así, como acabamos de ver con Las golondrinas, con un italiano –Giancarlo del Monaco– que dio la vuelta al espectáculo. O hace unas temporadas con Graham Vick, que es uno de los directores de ópera más importantes del mundo, que hizo Curro Vargas. Y te digo algo muy personal… Creo que un director extranjero, quizá, aborda la zarzuela sin el prejuicio que pueda tener un director español.

SHANGAY ⇒ ¿La presión del público, reacio a cambios en títulos míticos, es un peso muy fuerte?
DANIEL BIANCO
 ⇒ Yo no la siento como tal, porque mi objetivo siempre, desde el principio, ha sido no echar a nadie del teatro, sino traer a gente nueva. Sumar y no restar. Por ello, busco que el abanico sea muy amplio y que haya títulos para la gente que disfruta de la zarzuela clásica –que es el fiel consumidor del Teatro de la Zarzuela– lo haga, y ofrecer otro tipo de propuestas para quien no se ha acercado nunca. De todos modos, cuando las cosas están bien hechas, es decir, con un rigor en lo musical, algo importantísimo, un rigor estético…, la zarzuela gusta y el público se mete en el proyecto.

¿Tiene sentido un género como la zarzuela en el siglo XXI? Pasa página

Salvemos el Teatro de La Zarzuela

SHANGAY ⇒ Los títulos clásicos, sobre todo la era dorada del género [ finales del XIX principios del XX] en su momento gustaban y, dependiendo del éxito se mantenían en cartel en este mismo teatro o en otros como el Apolo. ¿Es necesario realmente que hoy se encarguen, con dinero público, obras que no volverán a representarse, cuando se sabe de antemano que es muy probable que eso ocurra porque no hay una comunión entre los compositores y el público como ocurría antes?
DANIEL BIANCO
 ⇒ Creo que la frase es perfecta, hay una desconexión entre el músico contemporáneo y el público. Algo ocurre que se distancia. La reciente experiencia que tuvimos aquí con María Moliner, obra contemporánea con cinco funciones… ¡de lleno total! Fue una muy buena experiencia.

SHANGAY ⇒ Claro, por los abonos, de gente que los compra, pero por otros títulos…
DANIEL BIANCO
 ⇒ No, los abonos no son tan grandes. Había un personaje muy importante, que era María Moliner, atractivo para mucha gente, muy rico [dramáticamente]. Y luego, musicalmente, era audible, cantable, y esto es muy importante. Voy a intentar hacer un concurso a ver si alguien se presenta, para hacer una zarzuela. Creo que todos hemos vivido, y vivimos, situaciones en las que pensamos: “Esto es un sainete, se debería hacer una zarzuela”. Podría ser. Lo que ocurre es que antes la gente podía salir, por ejemplo, del Apolo tras la función de noche, tarareando un leitmotiv musical. Ahora, con la música contemporánea, eso es bastante complicado. Hay una desconexión que no pasa con la pintura ni la escultura ni el teatro contemporáneo. Pero con la música hay un alejamiento muy grande. Yo lo noto.


“Para mí ser gay es como ser rubio o alto; cuando me dirijo a alguien no lo hago pensando en su condición sexual”


SHANGAY ⇒ El espectáculo de Miguel del Arco programado el año pasado, basado en La Gran Vía, fue muy polémico, pero arrasó en la taquilla. Al margen de su indudable calidad, sin cuestionarla en absoluto, ¿la polémica vende?
DANIEL BIANCO 
⇒ Sí, seguramente. Es que estamos acostumbrados a ella. Es lo único que escuchamos en televisión: dos que se pelean… y sube la audiencia. Pero en este caso concreto, creo que lo que vendió fue el título y lo bien hecho que estaba el espectáculo. Había una frescura, una manera de contar la historia de forma estupenda. Y no nos olvidemos de algo: La Gran Vía es una obra que ya fue polémica cuando se estrenó, porque fue creada para eso, para opinar sobre una calle que se iba a hacer. Los protagonistas son calles, y qué hay más moderno y polémico que eso. El montaje de Adolfo Marsillach en este teatro hace bastantes años, también fue polémico. Es algo que lleva la obra. Luego, Miguel del Arco le dio una energía y una actualidad increíbles. Además, fueron cuatro que hicieron de esto una historia que no tenía nada que ver con la realidad, que fue que a la gente le encantó.

SHANGAY ⇒  ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar para rejuvenecer el patio de butacas del teatro?
DANIEL BIANCO
 ⇒ Hasta todo lo que pueda hacer. Pero dentro de unas líneas éticas, de educación. No soy partidario de la agresión, de la provocación por la provocación. Pero estoy dispuesto a aceptar cualquier proyecto artístico si realmente está hecho desde la verdad. Es muy fácil hacer un espectáculo solo para provocar, lo decía muy claro Strehler. Vamos a hacer Otello, y Otello es… ¡King Kong!

SHANGAY ⇒ Vienes del mundo de la escena. ¿Has sentido algún rechazo por parte del sector musical?
DANIEL BIANCO
 ⇒ Nunca, porque yo siempre me dediqué muchísimo a la lírica. Solo he sentido manos abiertas.

SHANGAY ⇒ ¿El público tiene siempre la razón?
DANIEL BIANCO
 ⇒ Creo que no, pero es cierto que trabajamos para el público. Y yo siempre lo escucho, y mucho.

SHANGAY ⇒ ¿Por qué cuando una cosa no gusta y no llena las salas, muchos programadores lo resuelven diciendo que el público no ha sabido entenderlo?
DANIEL BIANCO
 ⇒ Hay una cosa que sí es cierta: cuando eres director de un teatro tienes que tener los oídos mucho más abiertos que de costumbre, porque tienes que intentar saber escuchar y acercarte a ver lo que pasa. Hay momentos en los que no coincide lo que uno programa con lo que el público espera. Esto ha pasado a través de la historia en la ópera, el teatro… Se dice “esto se estrenó o dos años antes o dos años después del momento indicado…”. Suele suceder. Pero el teatro justamente se caracteriza por el riesgo de hacer algo para llegar al otro, y a veces no se llega al otro.

Salvemos el Teatro de La Zarzuela

SHANGAY ⇒ El ‘Ciclo de Lied’ de La Zarzuela concentra casi a tanto público gay como una fiesta temática… ¿Qué tiene el lied para que esto ocurra?
DANIEL BIANCO 
⇒ Pues no lo sé. Lo que sí creo es que el Ciclo Lied, que programa Antonio del Moral directamente desde el Centro de Difusión de la Música, es de un nivel altísimo. Además, no creo que exista en Europa ningún teatro que tenga un ciclo de lied, y aquí va a cumplir 25 años. Y creo que en el mundo gay somos muchos los que consumimos mucha cultura… ¿Por qué? Pues no lo sé, pero realmente es cierto: en todos los patios de butacas, pero también en todas las actividades de pintura u otras, siempre hay muchísimo público gay.

SHANGAY ⇒ La zarzuela también tiene muchos seguidores entre los gays, pero entre la gente más joven quizás no tiene tanto tirón…
DANIEL BIANCO
 ⇒ Yo es que no hago diferencia, para mí ser gay,es una cosa como ser rubio o ser alto; no formo parte de una secta por ser gay, todo lo contrario. A la gente joven, la zarzuela le suena como a esa cosa de caspa… Cuando me dirijo a la gente joven, lo mismo que a los adultos, de verdad, no lo hago pensando en su condición sexual. Esto no existe en mí. Sí que es cierto que cuando pienso en el público joven, la experiencia de La Revoltosa [título que se representó hace unas semanas actualizado por el Proyecto Zarza] fue sumamente gratificante y me dio energía para pensar: si hemos metido a siete mil jóvenes en un teatro, viendo un espectáculo hecho por jóvenes y para jóvenes; hemos hecho unos coloquios en los que se vio que el 90% de las reflexiones eran “Yo no sabía que esto era una zarzuela, y me gusta mucho”…, pues ese es el camino. Este proyecto también se repite el año próximo. La zarzuela es algo tan universal que tenemos que intentar expandirla. Ahora, ¿cómo? Pues creo que el camino es ese, el de La Revoltosa.

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