Whitney Houston es una leyenda, con mayúsculas. Y aunque puedas tener la sensación de que lo sabes ya todo sobre su vida –y su muerte–, siempre hay algo nuevo que descubrir, que celebrar, que lamentar de la diva. Lo prueba con creces el documental Whitney, dirigido por el oscarizado –por el corto documental One Day in September– Kevin MacDonald.
Es el complemento perfecto a Whitney: Can I Be Me, estrenado el año pasado en Netflix. Porque en esta ocasión, la familia de la fallecida artista ha bendecido el proyecto, y ha puesto a disposición del director grabaciones personales de la diva hasta ahora inéditas, todas impagables. Escenas familiares en camerinos, ensayos de sus shows…, poder indagar un poco más en la persona tras las estrella es un lujo al que da acceso este documental. Como era de esperar, cobran especial protagonismo los testimonios de sus familiares más allegados, que en esta ocasión aprovechan para contar su versión –y su visión– de Whitney.
Apenas semanas después del estreno de McQueen, otra imprescindible película sobre otro genio tristemente desaparecido, Whitney viene a recordarnos los peligros de la fama y de los encumbramientos prematuros. Son muchos los ejemplos de grandes estrellas que no han podido sobrevivir a su éxito y su autoexigencia, y el caso de Whitney Houston es especialmente doloroso. Kevin MacDonald se adentra, de manera punzante, en su mito, en sus miedos, en los peligros que la rodeaban…, y además los encuadra en el momento histórico en que se fueron sucediendo las distintas etapas de su vida, para comprender mejor la trayectoria de esta voz privilegiada.
Sí, Whitney fue su peor enemiga, pero según avanza la proyección se van viendo con claridad los demonios que fueron transformándola en una sombra de sí misma. Aquí repasamos los fundamentales, los que se convirtieron en responsables de que Houston viviese torturada, incapaz de manejar y disfrutar un éxito global como pocxs.
Genio incomparable
Voz prodigiosa, que su madre Cissy Houston –con no pocos puntos en común con el recién fallecido Joseph Jackson– supo educar y moldear para que le sacase el máximo partido. Whitney brilló desde muy joven. Y Clive Davis supo cómo convertirla en la estrella pop más relevante de una generación. Una de las pocas artistas negras que, en los 80 y los 90, conquistó al público blanco, incluso a aquel sector que seguía juzgando, con un racismo evidente, a los cantantes por su raza. Parte de su comunidad, la negra, le reprochó ese éxito cuando estaba en la cima, y eso Whitney no lo pudo soportar. Igual que el hecho de no poder dirigir su carrera siguiendo sus instintos terminó por mermar la confianza en sí misma.
Homofobia
Sí, Whitney sufrió homofobia, incluso dentro de su propia familia. Aunque ellos no aborden directamente esta cuestión, declaraciones de archivo e incluso la actitud de estos al negar la palabra en el documental a Robyn Crawford, figura fundamental en su vida –junto a ella en la foto superior–. En algún momento se llega a verbalizar que Whitney era bisexual, pero de su relación con Crawford no se habla tanto como se debería. Su mejor amiga, fue también su ayudante personal hasta que no soportó la presión. Quizá hubo algo más entre ellas –desde luego, muy especial–, pero ni la familia ni su marido (Bobby Brown) aceptaron nunca que fuese abiertamente lesbiana. También la han silenciado en Whitney.
Drogas
Fueron sus hermanos quienes la introdujeron en la marihuana, cuando aún era adolescente. Lo cuentan a cámara sin rubor. Y revelan cómo, cuando empezaron a ser empleados de su hermana y a sentirse importantes, las drogas eran imprescindibles en su día a día. Cuando Whitney conoció a Bobby Brown, el peor marido –y ‘guardaespaldas’ posible–, se acabó la corrección política para ella, y decidió compartir con el mundo su trayecto en montaña rusa. Muchos lo llamaron ‘descenso a los infiernos’; Houston, a la que se ve mala cara en todo momento en el segundo tramo del documental, pero casi siempre una sonrisa –cuando no una risa desencajada–, parecía disfrutar con su ‘subida al paraíso’. Puede que solo ella lo viese así; nunca le importó que nadie lo/la entendiese.
Familia
Fue muchas mujeres en una. Vivo –ahora eterno– ejemplo de espíritu desbocado, incapaz de someterse ni siquiera a su mayor don, esa voz. Whitney Houston fue capaz de renunciar a las maravillas de su músculo más preciado, al que maltrató en aras de un caos elegido que le permitió ser libre –empujada además por su familia, incapaz de negar la evidencia durante todo el documental–. Se reserva para el final un detalle truculento, hasta ahora nunca contado, con el que intentan justificar el porqué de su desgraciada vida. No debe prevalecer sobre todo lo ya contado de Houston. En un cándido momento junto a su madre, esta le dice “No dejes que te cambien. Jamás”. Whitney ya había decidido cambiar, no ser la que el mundo le exigía que fuera. Suena I Have Nothing en los créditos finales y no puedes evitar llorar. Porque Whitney es un gran drama.
WHITNEY SE ESTRENA EL 6 DE JULIO EN CINES