Muere Alicia Alonso, la gran dama del ballet cubano nos deja a los 98 años

Hoy nos ha dejado una leyenda de la danza, no cubana, sino mundial, y la que posiblemente sea la última gran diva del ballet clásico.

Muere Alicia Alonso, la gran dama del ballet cubano nos deja a los 98 años
17 octubre, 2019
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Nos dejó en su querida ciudad de La Habana. Alicia Alonso, la gran dama del ballet cubano, y mundial, ha muerto en el hospital en el que acababa de ser ingresada hoy, jueves 17 de octubre, según acabamos de conocer de primera mano en Shangay. Su marido, Pedro Simón, ha estado todo el tiempo a su lado. Nos deja una leyenda del ballet clásico. La última gran diva. Pese a su fama mundial, ella siempre presumió orgullosa de ser cubana.

Hija de padres españoles, Alicia Alonso nació en La Habana el 21 de diciembre de 1920. Inició su carrera en Nueva York en 1938, y llegó a ser primer bailarina del American Ballet. Fueron los inicios de una carrera única, la de una mujer que deja escuela, y huella, en la danza mundial.

Años después, fue nombrada prima ballerina assoluta. Esta categoría es un privilegio creado en la Rusia de los zares que han conseguido muy pocas mujeres en la historia de la danza. La primera fue la italiana Pierina Legnani, miembro del Ballet Imperial del Zar en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo. Anna Pavlova, Dame Margot FonteynGalina Ulanova y Maya Plisetskaya son otras de las pocas privilegiadas que pertenecieron, como Alonso, a este exclusivo club.

En 1948 regresó a La Habana para fundar su propia compañía, el Ballet Alicia Alonso, germen del mítico Ballet Nacional de Cuba, que se creó en 1959. Su repertorio es inmenso, aunque quizás ha sido el de Giselle su papel fetiche. Alicia Alonso pudo presumir de haber tenido a su lado a los mejores bailarines de su tiempo, y de haber actuado en los mejores teatros del mundo, que siempre caían rendidos a sus pies.

Tras la revolución cubana, Fidel Castro decidió apoyar al ballet y Alonso se convirtió en la imagen más exportable de Cuba, con giras por todo el mundo, que arrasaban. Sus recordadas visitas al ya desparecido Teatro Albéniz, entonces sede teatral de la Comunidad de Madrid, eran acontecimientos culturales de primer orden.

En una Cuba que castigaba la homosexualidad, fue la salvadora de muchos gays durante la cacería de brujas en los años 70, cuando fueron creadas las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción). Eran una especie de campos de concentración donde metían a homosexuales, intelectuales y religiosos. Ella siempre protegió a los miembros de su compañía impidiendo que los ‘reclutaran’. Luego, muchos de ellos durante las giras, se quedaban en el exilio y no volvían a casa.

Pese a su avanzada edad, estuvo al frente de su compañía hasta el último momento. Hoy nos deja una leyenda de la danza, no cubana, sino mundial. Nos deja la que posiblemente sea la última gran diva del ballet. Descanse en paz. Y gracias por tantas noches llenas de arte.

 

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