Estamos en plena cuarentena por el coronavirus. Confinadas, confinados y confinades en casa durante, al menos, cuatro semanas. Todo ha cerrado y se avecina una crisis muy gorda. Pero lo importante es la salud, y por eso hay que quedarse en casa. #YoMeQuedoEnCasa, pero las travestis, drags y transformistas, también. Y lo peor es que muchas puede que se queden sin su (en muchas ocasiones precario) trabajo.
Por eso, en Shangay hemos abierto un balcón travesti para que todas las que quieran puedan asomarse. Nosotros ponemos el balcón y ellas ponen su arte, sus tacones y sus plumas.
Ellas mismas se definen y ellas nos mandan el vídeo que quieren que pongamos en el balcón. Abrimos los balcones y… que se asomen las travestis.
Hoy se asoma al balcón travesti… DioSSa:
DÍAS DE PANDEMIA Y PANDEMONIO
«Al contrario que la élite illuminati y reptiliana, que ha dado un más que evidente paso adelante en su agenda pro-arcontes, yo he tenido que interrumpir mi siempre ‘apretada –cual corsé– agenda’ por culpa de ese mismo diabólico taconazo de tinte apocalíptico y distópico total. Aparte de seguir a la búsqueda de una editorial que me publique un nuevo libro, el décimo en mi haber, a finales de marzo hubiera rodado el videoclip del primer single de un álbum que habría de estrenar en mayo, de cara a un Orgullo que, al menos en julio, ya no se celebrará. Ahora todo ha quedado pospuesto indefinidamente, a la espera de un otoño en el que es menester que, ante todo, siga viva y coleando. Después ya se andará lo que proceda, con tacón de aguja o plataformón, pero siempre muy catwalk y muy divina, marca de la casa.
Habida cuenta de que soy claustrofílica, de hecho cosmonauta es mi profesión frustrada, salvo por el propio hecho del confinamiento impuesto, dado que tolero fatal las imposiciones, llevo muy bien mi reclusión, puesto que monja de clausura también es una vocación anhelada y en standby. Todo ello no quita que me sería imposible vivir sin ir de tiendas (físicas) y a todo tipo de saraos, culturales o no, donde mi imponente presencia, y el consiguiente impacto, pueda proporcionar alimento a un ego que, no obstante, trabajo mucho para mantener a raya (¡y no quiero chistes sobre esto último, perras!). Y sin hablar, claro está, de que un escenario es mi marco perfecto, así sea actuando delante de miles de personas o de cuatro elegantes gatos. O sea, que soy muy mía, pero a la vez soy muy de todo el mundo. Muy mundana, vaya.
De por sí soy una persona de una disciplina inquietante y hasta innecesaria, cuando no perjudicial –por demasiado exigente–, de tal modo que fragmentar mi día en rutinas concatenadas satisface mogollón mi necesidad de controlarlo todo, y a la vez funciona de fábula ante unas circunstancias excepcionales como las que estamos viviendo. Opino que las crisis bien gestionadas son positivas, y yo estoy tratando de convertir esta pesadilla en una experiencia formadora e incluso reparadora, como buen empujón del área de comodidad que está siendo esta pandemia, y toda tournée fuera de la zona de confort puede muy bien ayudarnos a crecer… ¡en tanto en cuanto esto no signifique coger peso, claro!
¿Que cómo me organizo? Por las mañanas, como de costumbre, dedico media hora a hacer meditación, y también hago varios ‘silencios conscientes’ a lo largo del día, controlando la respiración mientras realizo otras tareas, como hacer mi propio pan y galletas. Quiero añadir que soy vegana, y nunca me he sentido más contenta por ello, y más convencida. YouTube está atestado de tutoriales sobre ricos platos, estoy descubriendo maravillas. Además, tiro de suplementos vitamínicos, estoy enganchada a la marca Solgar. También hago diariamente un rato de ejercicio, mañana y tarde; de hecho estoy entrenando más que antes yendo al gimnasio, así que mantengo mi talla intacta y mi autoimagen a salvo. Reconozco que tengo una genética extraordinaria, muy Nacha Guevara. Ah, y algunos días hago un poquito de yoga y otros pilates, aunque esto sin monitor no se me da tan bien, pero yo el paripé lo hago, me reconforta. Soy la reina del tutorial, no solo de la apariencia y la intelectualidad kitsch.
Micro en mano, repito y repito mis nuevas canciones, pues me cuesta memorizar aunque sean composiciones mías, y por momentos es desesperante. Encima he perdido casi un tono, aunque al menos he ganado en…, no sé, ¿sobriedad? Además de esto, dedico un buen rato al día al estudio, pues en julio tengo que defender un Trabajo Fin de Máster sobre el Transhumanismo y el Posthumanismo (¡soy una visionaria!), lo cual me permitirá iniciar en octubre mi doctorado en Pedagogía… si sigo viva, repito. Las clases de inglés ahora las recibo online, aunque solo nos conectamos una vez a la semana, el resto es campus virtual. No sé qué haría sin Internet. No sé qué haría sin teléfono, sin electricidad, sin agua corriente…, que es como se encuentran muchos millones de personas en muchas partes del mundo. Doy las gracias por todo ello tan fuerte que me emociono, y el típico corrido falso pintado bajo mis ojos toma forma real. Es muy fuerte, tía.
Aparte de escuchar música y ver alguna película, estoy aprovechando para leer muchos libros que se me habían acumulado. En este sentido recomiendo títulos como Amor de monstruo, de Katherine Dunn, Cómo piensan los escritores, de Richard Cohen, Orgullo travestido, de Juan Carlos Usó, y una antología de relatos queer titulada Asalto a Oz, entre otros. Y God save the queens, sobre pioneras del punk, que me regaló en Navidad Malyzzia. Varios de los otros me los regaló Jorge, mi joven ex. Mis dos ex no paran de regalarme cosas, libros sobre todo. Whatsappeo con ellos a diario, aunque no es necesario que medio se acabe el mundo para que lo hagamos igualmente.
Todos los sábados comparto una cena online con un grupo de amigos, por Hangouts, y estoy utilizando el Skype y Vsee más que nunca. Ahora estoy valorando mucho a mis amistades, y nos proporcionamos apoyo psicológico mutuo con largas charlas. También dedico un ratito a mis RR SS, pero lo estrictamente imprescindible para no desaparecer del inconsciente colectivo como artista pop. Principalmente, uso la red para ver documentales y cortos de animación, que me encantan, así como para buscar fuentes documentales para mi trabajo de investigación. Procuro evitar el ruido y la sobreinformación. No quiero intoxicarme en un momento en el que resulta imprescindible mantener altas las vibraciones para combatir a este enemigo invisible.
Dado que no puedo ir a mi clínica de estética de confianza a infiltrarme lo más grande en la cara, estoy bebiendo mucha agua, aplicándome mucha crema y proyectando en mi mente pensamientos positivos, entre ellos que ya me falta menos para inyectarme un buen chute de botox y vitaminas mil. También duermo todo lo que me da la gana y más. E insisto: la alimentación es absolutamente determinante, tanto en lo físico como en lo mental. Pero si hay algo que recomiendo es un ratito de mindfulness, que en cuanto le pillas el punto resulta menos complicado de lo que parece. Considero un acierto aprovechar la coyuntura para reencontrarte contigo mismo, aunque de primeras pueda resultar un shock lo que te encuentres… Yo me he perdonado muchas cosas y he decidido quererme y apoyarme, y maquillarme.
Y sí, también me obligo a parar un momento de vez en cuando y dar las gracias al universo, porque sin duda soy una privilegiada. Vivo con cierto sobrecogimiento las noticias que circulan, no en vano al ser insulinodependiente soy persona de ‘alto riesgo’ (¡no por edad, zorras!). Y me entristece profundamente el drama que está suponiendo esta situación para muchas personas, tanto por el quebranto económico como, sobre todo, por la pérdida de seres queridos. Tengo la suerte de tener conmigo a mi madre, con quien me río mucho (también nos tiramos de los pelos, of course), y de vivir en una casa donde me siento en verdad muy cómoda y, por mí, a veces creo que no saldría nunca. De todos modos, aunque hago una única compra semanal, tengo que salir a la calle todos los días, debido a que mi perro se niega en redondo a hacer sus cosas en casa, ya que es más limpio que yo, que soy una ‘perra mala’, y hago caquita en casa. Aunque soy ‘anti tomar sol’ por naturaleza, suelo sentarme en los balcones o subir con una hamaca a la azotea, pues hasta una chica cuasi gótica como yo sabe que un poquito de luz solar ‘es justo y necesario’… ¡y es nuestro deber y salvación! ¡Claro que yes!
Aunque muchxs no lo sepan, entre otras titulaciones poseo una que me ha permitido trabajar en su momento atendiendo en quirófano, unidad de cardiología. Por esta razón, estoy familiarizada con protocolos de asepsia e higiene, los cuales tengo muy interiorizados y ahora pongo en práctica en mi día a día, especialmente si he de salir de casa, y en base a lo cual puedo decir que el Carrefour para mí se ha convertido en una ‘zona de operaciones’. Aunque más bien parezco un buzo de principios del siglo XX, mientras voy y vengo, me imagino como una suerte de enfermera jefe de los años 50, ataviada con su gran cofia y marcando cintura de avispa. Y esos guantes de nitrilo son a la vez muy de ama dominatrix. La mascarilla también me parece que tiene su punto sexy. Todo un ritual de lavado, cambio de ropa, limpieza con lejía y desinfección varia, cada vez que realizo un movimiento más allá del quicio de mi puerta, que parezco un técnico manejando plutonio en una central nuclear, más que la chica frívola y moderna que todxs adoráis. También mi casa se ve más ordenada y limpia que nunca, y supongo que el hecho de que haya hecho falta para ello un brote epidémico de dimensiones planetarias me convierte en una cerda absoluta. Pero prefiero insistir en promocionar mi faceta más espiritual, en cómo estoy intentando contribuir a un cambio de conciencia global por medio de la revolución interior, de iniciar el proceso desde dentro. Pienso que es la única forma de materializar esa evolución social: de dentro hacia fuera. Soy tan equilibrada que me doy miedo.
Pero, justamente, entre tanta psicopática cordura, cada tarde me invade un rato de lúcida locura, y tras cepillar cien veces mi sintética melena rosa y colocarme la pestaña, salgo a las ocho al balcón para unirme al aplauso hacia unos valientes que además incluso son compañeros… Y a la vez lo aprovecho de ejercicio regulador de autoestima para la estrella del showbiz que echa de menos su alimento, y por lo bajini suelto un ‘gracias, gracias, querido público’ que me sirve de reconfortante ejercicio de ensayo y entrenamiento. Es el poder de la sugestión, bendito placebo. Ojalá pronto pueda exclamar ese gracias más alto, ante aplausos sí dirigidos a mi persona, que es más personaje que otra cosa, porque yo soy una construcción plástica, un ente bipolar, una singularidad estética; una monstrua producida por el sueño de la razón. Pero, sobre todo, ojalá pronto todxs podamos darnos ese abrazo que necesitamos, y ya con eso sería muy, muy feliz. Por lo pronto desde aquí aprovecho para diseminar todo mi amor hacia vosotrxs, amor que dentro de mi encantadora artificialidad es absolutamente auténtico, y deciros de corazón que os quiero, ‘Porque yo quiero a todo el mundo. O sea te quiero a ti, quiero a este, quiero al otro… Yo quiero a todo el mundo’, porque a pesar de ser DioSSa, ‘tengo un, no sé, una cosa… Soy muy humana».
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FICHA BÁSICA
Nombre completo ⇒ Didiana Escobart de Montfort y Alconero.
Edad confesable ⇒ Since 1991.
Cualidad que sea tu tarjeta de presentación ⇒ Cómica, en el sentido más dramático de la palabra.
Dónde podemos verte ⇒ Allá donde haya un escenario, una cámara, un micrófono, y un corazón dispuesto a conectar con el mío.
Redes sociales ⇒
❤Instagram: DioSSa_Officlal
❤Twitter: DioSSa_Official
❤Facebook: DioSSa_Oficial
❤YouTube: DioSSa_oficial
Tu objetivo en la vida ⇒ Mantener viva la llama de mi revolución interior y aportar belleza y armonía al mundo.
Te conocimos en ⇒ La puesta de largo fue en la 2ª Convención del Club Fan Fatal, teloneando a Fangoria vestida de monja (1992).
Tu primer éxito ⇒ Tropezarme con MalyZZia, en 1994.
Tu último éxito ⇒ Entender que ‘mi sitio’ es un estado emocional, no un estatus profesional.