Crítica. ‘La diosa Fortuna’: el amor (LGTBI) está en el aire

La nueva película de Ferzan Ozpetek, 'La diosa Fortuna', es una emotiva celebración de las familias diversas, pero no solo eso. Aquí la analizamos.

Crítica. ‘La diosa Fortuna’: el amor (LGTBI) está en el aire
Agustín Gómez Cascales

Agustín Gómez Cascales

He viajado en limusina con Mariah, he tomado el té con Beyoncé, he salido de fiesta con J.Lo y he pinchado con RuPaul. ¿Qué será lo próximo?

24 septiembre, 2020
Se lee en 3 minutos

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Impresiona el plano secuencia que abre La diosa Fortuna, la nueva película de Ferzan Ozpetek, por su elegancia y cierta grandilocuencia. Que en absoluto indica que estemos ante una película ampulosa, todo lo contrario. Este es un film en el que priman la naturalidad –o el naturalismo– y el deseo de amplificar los sentimientos de sus protagonistas sin caer en el exceso.

Mucho ha llovido desde que el director de origen turco afincado en Italia sorprendiera al mundo con películas como la sensual Hamam: El baño turco (1997). Su éxito le convirtió en uno de los cineastas LGTBI más reconocibles de Europa. Y todas las características de su estilo vuelven a ser reconocibles en La diosa Fortuna. Ozpetek invita a sus personajes a dejar de ser por algunos momentos urbanitas con ínfulas burguesas para reforzarse en sus ideales y sentimientos en localizaciones exóticas, que les ayudan a liberarse –en este caso, en Sicilia–.

Roma se ha convertido en cierto modo en una cárcel para Arturo (Stefano Accorsi) y Alessandro (Edoardo Leo), una pareja cuya relación da síntomas de agotamiento, y a la que ni siquiera ha venido bien abrir su relación para buscar sexo excitante más allá del otro. La mejor amiga de Alessandro, Annamaria (estupenda Jasmine Trinca), les pide que cuiden a sus dos hijos mientras ella se ve obligada a ingresarse en el hospital para que le realicen unas pruebas. Al principio descolocados, poco a poco Arturo y Alessandro comienzan a disfrutar ejerciendo de padres, y se dan cuenta de que ese nuevo rol también les ayuda a salvar su desgastada relación.

«Priman la naturalidad –o el naturalismo– y el deseo de amplificar los sentimientos de los protagonistas sin caer en el exceso»

A nivel narrativo, La diosa Fortuna es más compleja y ambiciosa de lo que parece. Ferzan Ozpetek se propone tocar tantos temas y géneros que en algunos momentos descoloca al espectador. ¿Es su película una celebración de la pareja? ¿Es un alegato de la diversidad familiar? ¿Es un melodrama coral con toques de cuento infantil? Es todo eso, y lo cierto es que mientras se ve uno ni se da cuenta de la cantidad de ingredientes que se manejan en ella. Todo un acierto del director. Cierto es que en algunos momentos el cóctel se desequilibra, aunque no tarda en recuperar el pulso, y la emoción sin impostar.

Crítica. ‘La diosa Fortuna’: el amor (LGTBI) está en el aire

Con un lejano aroma a Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar, La diosa Fortuna recurre a temas y conflictos mil veces tratados, pero pasados por su tamiz, con esa típica visión mediterránea y celebratoria que rehúye el sentimentalismo fácil. Evita también una visión reduccionista de la pareja gay que la protagoniza, y eso le da una universalidad que se agradece.

A Ferzan Ozpetek le interesa especialmente mostrar cómo sí puede haber salida para una pareja cuando la pasión se ha desvanecido, y de que no siempre hay que aferrarse al pasado para sentir que todavía merece la pena vivir junto a una persona, sino que resulta más gratificante afrontar nuevos retos que les permitan a quienes forman esa familia mirar hacia el futuro con ilusión.

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