1. La muerte de Bowie marcó un antes y un después en la historia de la música pop.
Ilustración Iván Soldo
Resulta indudable que nada volverá a ser igual después de la muerte de Bowie. Porque nunca antes habíamos vivido algo similar: el mundo asistió a una despedida perfectamente orquestada por el artista, ante la que enmudecimos.
David Bowie convirtió su despedida de este mundo en una acción artística con la que coronó su existencia, con un tiempo muy medido, días después de haber publicado su exquisito canto de cisne, Blackstar. Que además inauguró un 2016 aciago, repleto de pérdidas lamentables en el mundo de la música, convertido inevitablemente en el año cero de una nueva era. Comandada por Bowie, claro.
2. Bowie se ha convertido en ejemplo único de integridad artística.
Su sombra, día a día, mes a mes, es más alargada. Porque no ha habido en el último medio siglo un artista equiparable a Bowie, un innovador nato que marcó tendencia desde finales de los 60 y sigue haciéndolo después de muerto.
Su legado es tan amplio, tan variado y fascinante, que quizá hasta su desaparición no hemos sido plenamente conscientes del alcance de su obra –inagotable–. En estos últimos años han sido tantos los estudios, artículos y tributos generados por Bowie y su obra que es cuando realmente nos hemos dado cuenta de lo mucho que nos queda por investigar y saber de él. Otro motivo por el que será imposible olvidarle.
3. Blackstar se ha revelado como un disco de larguísimo alcance.
Algo inaudito en estos tiempos que corren, un disco del que se sigue hablando, y mucho, años después de haber visto la luz. El testamento de Bowie es una obra magna, para siempre asociada a su muerte, que sigue generando titulares, por motivos variados.
Llaman la atención los que sigue inspirando su edición en vinilo, histórica por varias razones. Una comercial, pues su éxito provocó que la venta de álbumes en vinilo alcanzara una cifra récord en 2016 en el Reino Unido. También continúa dando que hablar el diseño de su carpeta, obra de Jonathan Barnbook, repleto de enigmas que los fans siguen descubriendo poco a poco, desde figuras que solo se hacen visibles al exponer el álbum a la luz del sol hasta letras que cobran efecto tridimensional al ser expuestas en la oscuridad a una linterna. Es, sin duda, un álbum muy vivo.
4. El musical que renació de los muertos.
No fue especialmente bien recibido el músical Lazarus cuando fue estrenado en el off Broadway a finales de 2015. Inspirado en la obra The Man Who Fell To Earth, cuya adaptación cinematográfica protagonizó el propio Bowie, tuvo una vida muy limitada sobre los escenarios neoyorquinos, dada la escasa benevolencia de la crítica hacia él. Diremos que merecida, puesto que pudimos verlo, cuando llegó a Londres en 2017 con honores de estreno, protagonizado –con mejor voluntad que resultados– por Michael C. Hall.
Es una obra de narrativa confusa, con un tono pretencioso que no casa con las canciones que lo componen, clásicas y recientes. Pero la muerte de Bowie ha logrado que Lazarus se transforme en algo que va más allá de sus méritos artísticos: el más perfecto homenaje post mortem que se le pueda rendir, porque cuenta con su bendición y su sello. Y porque contiene sus últimas composiciones.
Coincidiendo con el primer aniversario de su muerte, se lanzó por sorpresa un EP con temas incluidos en Lazarus, los cuatro últimos que grabó Bowie. Otro soplo de vida para este musical cuyo título no podría ser más propio.
5. Una muerte que ha avivado muchos y variados proyectos artísticos.
Fue una buenísima noticia que la exposición David Bowie Is, la más visitada en la historia del Victoria & Albert Museum de Londres, llegara en 2017 a Barcelona. El 25 de mayo se inauguró en el Museu del Disseny de la capital catalana, y se convirtió en en uno de los grandes acontecimientos culturales del año. Un festival de diseño, moda y música para los sentidos, que permitió prolongar los fastos en honor de su memoria durante 2017.
También la BBC estrenó un documental centrado en los últimos cinco años de la vida del mítico creador, coronado con un concierto en el Brixton Academy, en el que participaron, entre otros muchos, Simon Le Bon de Duran Duran, Tony Hadley de Spandau Ballet, La Roux y Joe Elliott de Def Leopard. El culto a David Bowie se ha convertido en una fuente de inspiración, ojalá que inagotable.