Maravilloso acierto el de inaugurar la temporada 21/22 del Teatro Real con La Cenerentola. Aunque cuando se programara nadie podría ni imaginar que hemos pasado por lo que hemos pasado (ni lo que nos queda por pasar). Pero este cuento (no tan) naíf viene al pelo para subir los ánimos. Sobre todo con esta divertidísima y gamberra producción de Stefan Herheim procedente de la Ópera de Oslo. Angelina parece que deja de ser Cenicienta para llevarnos al Reino de Oz en este montaje espectacular, lleno de ritmo y, además, muy bien cantado.
Karine Deshayes da vida a Angelina, La Cenicienta, protagonista de esta ópera de Rossini. Sutil, delicada, contenida, pero también rotunda cuando tiene que plantarse, la mezzo francesa gustó mucho la noche del estreno. No vamos a destripar la gracia del montaje (hacer spoiler, en lenguaje millennial) pero sí podemos decir que termina como empezó. Y lo hace a golpe de una pluma que funciona como varita mágica. Quién sabe si es un sueño, una ilusión de Angelina, triunfar en ese baile. Pero a esta Cenicienta solo le falta terminar recitando «there’s no place like home», como hacía Dorothy al final de El mago de Oz. Y no es este el único guiño que vemos, pues el castillo de Ramiro, príncipe de Salerno, tiene también un camino de baldosas para llegar a él; solo falta que sean amarillas.
Karine Deshayes (Angelina) en La Cenerentola, de Rossini, que inaugura la temporada 21-22 del Teatro Real de Madrid. Al fondo, el castillo donde se celebra el baile que cambiará su vida. O no… [fotos: Javier del Real]
La producción es brillante, ágil, divertida. Herheim consigue unir la estética infantil –en la que no falta algún guiño a Disney y a su maravillosa versión del cuento de Perrault, pero también en momentos a Lewis Caroll y su Alicia en el país de las maravillas– con una estética canalla, gamberra y muy actual, aunque pueda no parecerlo a primera vista, con un montaje a base de caras que no paran de moverse. Las proyecciones no solo son impecables, sino que consiguen efectos realmente mágicos. Como cuando pasamos de ver cómo en el espacio que ocupa el castillo –en el centro del escenario– pasa a tener todo el protagonismo el palco regio del Teatro Real. Y sí, recordemos, un castillo en el que una cenicienta (es decir, Angelina) va enamorar a un príncipe para dejar a sus odiosas hermanas compuestas y sin novio. Una pena que los reyes Felipe y Letizia no hayan podido acudir al estreno, por encontrarse en La Palma conociendo in situ los estragos del volcán que ha desolado la maravillosa isla canaria y nos tiene a todos en vilo. Este juego de espejos regio, con ellos en el palco, habría sido aún más divertido. En su lugar estaba la reina Sofía, peo la emérita no da el mismo juego en este asunto, porque no hay la misma trastienda que todos conocemos.
Pero, sobre todo, empezamos temporada como la terminamos, con muy buenas voces y con gran nivel musical. Riccardo Frizza, frente a la Orquesta del Teatro Real, ya lo anticipa con una obertura delicadísima en el foso. Y trepidante, ingeniosa, teatralmente impecable en la escena. Desde el magnífico Don Magnífico de Renato Girolami al hilarante (y brillante) Dandini de Florian Sempey. Entre medias, todo un elenco estupendo, pero sobre compacto, algo imprescindible en una ópera llena de cuartetos, quintetos, sextetos… Dmitry Korchak (Don Ramiro), Rocío Pérez (Clorinda, hermana de Cenicienta), Carol García (Tisbe, la otra hermana) y Roberto Tagliavini (Alidoro) dejaron muy alto el pabellón en la noche de estreno. Y hay un segundo reparto que promete grandes (y puede que hasta mejores) momentos.
Carol García (Tisbe), Florian Sempey (Dondini) y Rocío Pérez (Clorinda) en un momento del colorido montaje de Stefan Herheim.
El Coro titular, en esta ópera solo masculino y con gran protagonismo, nos vuelve a recordar que el nivel alcanzado en los últimos años hace que el Real mire de tú a tú a los mejores teatros de ópera del mundo.
Empieza la temporada de ópera 100 desde que el Real abrió sus puertas en noviembre de 1850. Son 171 años de historia azarosa, con cierres, aperturas y leyendas de todo tipo. Ahora queda claro que el teatro, por fin, parece haber encontrado su camino. Por eso, como Dorothy, los aficionados ahora podemos decir, orgullosos, «there’s no place like home». Y esto sí que parece que no es un sueño. ¿Como el de esta Cenicienta?
Carol García (Tisbe), Renato Girolami (Don MagnÍfico), Rocío Pérez (Clorinda).