Lo que el sida se llevó: la representación cultural del VIH como arma política

El activista y escritor Carlos Barea recuerda la importancia de tantas personas y artistas que llevan décadas luchando contra el estigma del VIH/sida.

Lo que el sida se llevó: la representación cultural del VIH como arma política
30 noviembre, 2021
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«El sida es ese pozo por donde hoy escalo ladrillo a ladrillo, tiznando mi cuerpo al tocar sus negras paredes, ahogándome en su aire denso y húmedo». Estas palabras las escribió el artista, poeta y activista Pepe Espaliú el 1 de diciembre de 1992 en el diario El País. De esta forma, salía de un oscuro armario en el que habían metido a todos los enfermos de VIH/sida y daba visibilidad, con cuerpo y rostro, a una de las pandemias más estigmatizantes del siglo XX.

Han sido muchos los artistas que, en aquellos turbios años, intentaron visibilizar la enfermedad, luchando contra el silencio institucional –el expresidente Ronald Reagan no pronunció la palabra sida hasta seis años después del primer diagnóstico– y el desprecio social debido a los prejuicios. David Wojnarowicz en EE UU, Las Yeguas del Apocalipsis en Sudamérica o el propio Pepe Espaliú en España son tan solo algunos ejemplos de artistas comprometidos con la lucha contra el olvido y el abandono.

Y es que el silencio mata. De hecho, Silence = Death fue el lema más utilizado por las diferentes asociaciones de lucha contra el sida en los años 80 y 90. Fue el eje central de la campaña de ACT UP, y aquí, en España, se canalizó a través de La Radical Gai y LSD, dos grupos activistas ubicados en el barrio de Lavapiés que intentaban hacerse oír a través de diferentes intervenciones y acciones callejeras, además de con un fanzine llamado De un plumazo.

Continuando en España, es de sobra conocida la intervención artística en el año 1992 de Pepe Espaliú, Carrying, con la que recorrió la ciudad de San Sebastián y el centro de Madrid –desde el Congreso de los Diputados hasta el museo Reina Sofía– visibilizando la enfermedad. En ella, él iba transportado en brazos de amigos y personajes conocidos como Alaska o Pedro Almodóvar, sin tocar el suelo en ningún momento. En palabras suyas: «Carrying significa literalmente transportar. Su uso metafórico expresa la acción humanitaria que consiste en atender a enfermos terminales de sida».

Este año se ha cumplido el cuarenta aniversario del primer diagnóstico de sida en España, concretamente en el hospital Vall d’Hebron de Barcelona, y han sido muchas las lágrimas derramadas durante todo este tiempo. Esta enfermedad ha cercenado millones de vidas, aunque, como hemos visto, lo peor no era la muerte, sino el desahucio social, el repudio y la constante sensación de culpa y de castigo merecido.

Luchar contra este sentimiento y esta percepción social ha sido un trabajo arduo en el que se han focalizado diferentes disciplinas científicas, sociales y culturales, pero, sin duda, el terreno artístico ha sido uno de los campos más fecundos con respeto a esta labor. Quizá, quiero pensar, por la gran carga emocional que conlleva. Gracias a este trabajo interseccional hemos conseguido visibilizar la enfermedad y que haya tratamientos eficaces; y ojalá, dentro de poco, logremos la ansiada vacuna.

Pero no nos confiemos. Debemos seguir trabajando desde una perspectiva positiva y empoderante, pero sin olvidar a todos aquellos que dejaron sus vidas y, en muchos casos, su reputación para conseguir atención y derechos. Pequeñas hormiguitas que lucharon contra gigantes institucionales y que, sin embargo, consiguieron derrotar, a base de mucho esfuerzo, al Goliat. A todos ellos, debemos estar agradecidos. Y no solo hoy, sino todos los días del año.

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