El suyo es un perfil único. La jovencísima escritora y filósofa –aunque continúe cursando sus estudios en París– Elizabeth Duval (nacida en Alcalá de Henares hace 21 años) se ha convertido en una voz de referencia cuyo impacto es cada vez mayor.
Hablamos con ella cuando acaba de publicar una nueva novela, Madrid será la tumba, ambientada en dos okupaciones en el centro de la capital en 2016, en la que narra una historia de amor entre dos hombres de ideas políticas opuestas, uno de ellos fascista, cuya voz vertebra el libro («estoy muy contenta con él»).
Consciente de lo expuesta que está públicamente, gracias a sus libros, sus columnas en medios y sus redes sociales, Elizabeth Duval transmite mucha calma, no parece darle mayor importancia a este hecho. «A una la llaman muchas cosas, sobre todo cuando estás promocionando algo. Se escogen las etiquetas con que te van a calificar. Una, por ejemplo, no se llama a sí misma filósofa, aunque es verdad que tengo la licenciatura. Para mí, el ejercicio de la filosofía supone participar de cierto debate intelectual y conceptual. Pienso que no se es filósofa, más bien se ejerce la filosofía«. Cuando le piden que se defina, ella utiliza una única categoría: «escritora». Y le sorprendió especialmente ver en una ocasión la cantidad de términos con que la definieron: «Fue en plan ‘escritora, filósofa, trans, lesbiana, performer, postmarxista’… Un torbellino enorme».
También la han calificado como activista LGTBI, y reflexiona sobre ello. «No me molesta la idea de poder ser un referente, pero cuando en 2020 me empezaron a llamar activista no lo entendí. Utiliza ese término para personas que realmente hacen activismo, no a mí solo por existir». De cara a 2022, asegura haber tomado una decisión: «Después de publicar [el ensayo] Después de lo trans, y tras sacar ahora mi nueva novela, me jubilo de la discusión pública sobre lo trans. La gente que quiera referencias que las busque en ese libro, que bastante digo en él. Y si les da pereza leerlo, que hagan campaña para que se edite en audiolibro».
No entiende que siga habiendo quien no es capaz de ver a las personas más allá de lo que las hace diferentes, que no encaja en aquello que se define como ‘normal’. «Si eres trans, te conviertes automáticamente en ‘la trans’, y se te reserva un sitio en una parcelita pequeña dedicada a la diversidad. Una parte de responsabilidad la tienen quienes hablan de ti, y otra es responsabilidad de una misma. Si por ejemplo acabo de presentar una novela que no trata este tema, no tengo por qué responder sobre él. Cuando en el futuro me pregunten ‘¿qué significa ser una mujer trans?’ responderé: ‘No lo sé, dime tú que es lo trans»… Qué seres tan raros, ¿no?», y se echa a reír.
«Si eres trans, te conviertes automáticamente en ‘la trans»
Confiesa Elizabeth que se ha sentido rara muchísimas veces a lo largo de su vida. «En el cole, para empezar. Era rara porque en el recreo me ponía a leer en vez de jugar al fútbol. Antes de la transición también me catalogaban como tal, solo por mostrarme como era». Y recuerda que en la adolescencia sí tenía un punto excéntrico, «era particular». Ahora siente que la ven así por su presencia en los medios. «Es una rareza generacional, porque no es lo habitual para alguien de 21 años. Así que, al final, rara soy todo el rato», y de nuevo ríe. «Ser rara está bien». Y ser visible, también.
Elizabeth se convirtió en referente de visibilidad trans siendo una adolescente, y asegura que sucedió casualmente. «No tenía particulares deseos a los catorce años de verme en los platós, ni me interesaba la fama que puede darte la televisión», recuerda. «Pero al ser de las primeras personas en la Comunidad de Madrid que accedía a un tratamiento de bloqueadores, y que comenzaba a existir un cierto activismo por parte de padres de menores trans, surgió de manera espontánea. Y se me daba bien hablar, eso es así».
«Rara soy todo el rato, y está bien serlo»
Cuenta que esa exposición, siendo adolescente, le curtió en parte para afrontar ahora los ataques que llegan vía redes sociales. Porque es muy consciente de que en ellas provoca reacciones encontradas. «Es curioso coómo mucha gente a la que le gusta lo que publico le da ‘me gusta’ y ya, y a la que le indigna es la que escribe comentarios… Con lo cual parece que son más, cuando numéricamente son muchos menos. Los haters son muy ruidosos, pero procuro capearlos«.
Recuerda cómo dentro del colectivo hemos logrado en muchas ocasiones reapropiarnos de los insultos («la derecha ahora lo hace muy bien también»), y al hacerlo desactivas su impacto negativo y lo utilizas como arma. Si bien celebra que en los últimos años el colectivo trans tiene una mayor visibilidad de manera indiscutible, es un hecho que tiene un revés negativo: «Ha venido acompañada de una ola de odio muy grande hacia las mujeres por parte de cierto sector».
A punto de celebrar dos años con su actual pareja, con la que vive en París, Elizabeth siempre ha apostado por su visibilidad de manera muy natural como mujer trans y lesbiana. «Por una cuestión de passing, yo he sufrido más violencia verbal en la calle por ir con otra chica que por el hecho de ser trans. He tenido que enfrentarme a actitudes asquerosas y sexualizadoras por parte de hombres por verme con mi chica«. Y considera muy importante que se visibilicen cuantas más mujeres trans, mejor. «Porque no todas son hiperfemeninas y heterosexuales, hay una gran diversidad, igual que ocurre con los chicos trans».
A pesar de haber crecido en los dosmiles, no tuvo referentes trans que recuerde, «ni siquiera La Veneno. Lo que más se podría acercar a algo parecido a un referente fue una serie que ni siquiera iba explícitamente sobre lo trans, Lalola, en Antena 3, pero que a mí me llamó la atención». Se centró más en adentrarse en comunidades de Internet, en donde a través de testimonios anónimos vio que no estaba sola.
A día de hoy, Elizabeth Duval se puede sentir cualquier cosa menos sola. Aunque soñaría con tener unos meses para descansar. «Estar todo el día escribiendo es agotador. Pero me gusta, disfruto mucho el proceso».
Se siente una privilegiada por tener un altavoz tan importante, que no está al alcance de tantas mujeres trans, aunque apunta: «Hay un curro detrás importante. Pero es cierto que apenas hay columnistas trans en periódicos importantes. Espero que mi situación afortunada abra la posibilidad a más personas trans que puedan tener éxito como escritoras o como pensadoras. No es un camino vedado, existen vías de acceso».
Fotos: SALVA MUSTÉ
vídeo: PABLO CARRASCO DE JUANAS
Maquillaje y pelos: ÁLVARO SANPER