Solo lo vamos a intentar, porque es realmente difícil describir con palabras lo que se siente cuando se viaja a esta maravillosa isla canaria, conocida precisamente así, como La Isla Bonita. Un paraíso en medio del Atlántico –a poco más de dos horas y media en avión desde la península– que en el año 2002 fue declarado Patrimonio Mundial de la Biosfera. Hoy es el territorio más ‘joven’ del planeta, pues el terreno ganado al mar –la famosa fajana o delta lávico del que todos los medios siguen hablando– ha hecho crecer la isla en casi 50 hectáreas.
Desde que el volcán entró en erupción en la Cumbre Vieja el pasado 19 de septiembre, no han parado de repetirse en todos los medios de comunicación términos que en la isla forman parte de la cotidianidad. Desde el mismo ‘Cumbre Vieja’ a la ya comentada fajana, o palabras como ‘malpaís’, que no es otra cosa que esas coladas de lava que dejan los volcanes.
¿Qué es la Cumbre Vieja? ¿Dónde está? ¿Si hay una Cumbre Vieja es porque también hay una Cumbre Nueva? Vamos con las respuestas. La Palma está divida en dos por una cordillera que se llama La Cumbre, y que separa el este del oeste. Esta cumbre condiciona claramente dos tipos de clima y, por ello, de vegetación. Una –la zona este– en la que los famosos vientos alisios chocan con la cordillera dejando en su montes nubes cargadas de humedad que dan lugar a espectaculares montes de laurisilva y castaños. En la zona oeste, nada más pasar el famoso Túnel de La Cumbre (conocido como el ‘túnel del tiempo’, porque es muy normal que en una parte esté nublado o lluvioso y en la otra luzca un sol radiante), es el pino canario el que reina en las montañas y medianías.
La Cumbre Vieja es la que va desde más o menos la mitad de la isla, el espectacular pico Birigoyo (un volcán de 1.807 metros de altura), hasta la punta sur de Fuencaliente. Es la zona más activa desde el punto de vista volcánico, y donde nació el último, que aún no tiene nombre. Por ella se desarrolla la impresionante Ruta de los Volcanes, que son más de ocho horas de caminata entre los cráteres que han configurado la más reciente orografía de la isla. La Cumbre Nueva, de la que casi nadie ha hablado, va desde ese mismo pico Birigoyo hasta la majestuosa Caldera de Taburiente, Parque Nacional desde 1954. A partir de esa zona, las montañas y riscos delimitan la parte norte, una de las menos conocidas de la isla.
[Fotos Saúl Santos cedidas por visitlapalma.es]
Para los más afamados botánicos mundiales, La Palma es un lugar único en el planeta por la cantidad de plantas endémicas. Desde las que hay en Parque Nacional a los montes de Los Tilos o El Cubo de La Galga –con especies de helechos de la Era Terciaria– o los manantiales de Marcos y Cordero, con el agua que emana de las rocas de las montañas, una de las fuentes de riqueza de la isla, su pulmón hídrico. En medio de la lava del sur también hay rarezas vegetales.
Entrar en La Caldera es casi una obligación, siempre que el tiempo lo permita. El tiempo es sus dos acepciones, el meteorológico y el del viaje. Hay rutas que se pueden hacer en el día, pero también existe la posibilidad de acampar solicitando los correspondientes permisos en Parques Nacionales. No hay la menor duda de que es una excursión obligada. Al menos hay que intentarlo. Si no se puede por alguna de esas razones, es un motivo más para volver. Quien la conoce, quiere volver; quien no, tiene que hacerlo.
Es un error muy extendido pensar que La Palma es una escapada de ‘fin de semana largo’. Es perfecta, y muy gratificante, si no hay otra posibilidad y se puede hacer por partes, pero pensando en volver. Porque requiere de más para descubrir en su totalidad este minicontinente. Lo aconsejable –si se le quiere sacar todo el jugo– es una semana, para poder descubrir las miles de razones por las que La Palma es La Isla Bonita. De la verde zona norte a los volcanes del sur, pasando por la riqueza cultural de sus poblaciones urbanas. O para disfrutar de la amplia oferta gastronómica, cada vez más rica, que ha sabido combinar los sabores e ingredientes tradicionales con las nuevas propuestas de grandes cocineros insulares, que usan en sus fogones la mejor materia prima de las huertas de la isla.
[Foto: Imanol Zuaznabar & David de la Iglesia cedidas por visitlapalma.com]
Ese es otro de los miles de motivos por los que La Palma es bonita: su riqueza agrícola. Estos meses se ha hablado mucho de cómo el volcán ha afectado a las fincas de plátanos. Sin duda, es uno de sus principales motores económicos, y por todos es conocido su exquisito sabor. Lo que casi nadie sabe es cómo saben las almendras, mangos y mangas, guayabas, papayas, tunos (higos chumbos), pitayas, bubangos (una especie de calabacín), castañas, manzanas de la zona norte, o sus maravillosos aguacates… La tierra de La Palma es extremadamente fértil por el clima, por los alisios, el aire del mar y por el terreno volcánico sobre el que se asienta. Todo ello repercute en unas recetas tradicionales en las que los postres tienen un lugar especial por derecho propio. Los vinos y el queso palmero, con Denominación de Origen Protegida, son otro de los puntos fuertes para aquellos que busquen un plus foodie o gastro a sus vacaciones.
Por mil razones, La Palma es La Isla Bonita. Y por una triste razón que ha causado tanto daño, es la tierra más joven del planeta. Ahora, esta joya de Canarias resurge con más fuerza que nunca. Los palmeros han dado ejemplo en los medios de comunicación de cómo hacer frente a las adversidades. Es lo que más ha llamado la atención a todos aquellos que no conocían la isla y no sabían cómo era el carácter palmero.
Es el lugar perfecto para el invierno, por el clima que permite disfrutar de sus salvajes playas de arena negra. Pero esta primavera promete ser espectacular, una vez la ceniza se ha fundido ya con la tierra, y los montes vuelvan a estar llenos de flores. En verano, el calor asfixiante de otras zonas costeras no tiene cabida. El otoño, con sus montes de castañeros (así es como son conocidos los castaños en la isla), sus mareas de bonanza con el mar casi como un lago… Cualquier estación es perfecta porque, al ser esta isla un minicontinente en lo que al clima se refiere, cada cual puede elegir lo que más le guste. En solo diez minutos en coche, la temperatura puede variar hasta diez grados…
[Foto: Álvaro Armas cedida por visitlapalma.es]
El volcán que el pasado septiembre puso a La Palma en los medios de todo el mundo ha hecho que la isla sea hoy el territorio más joven del planeta. La Isla Bonita resurge –esto es literal, no un recurso literario– de las cenizas para poder seguir presumiendo de ser un lugar único, perfecto para aquellos que buscan estar seguros –al aire libre, sin masificaciones, tumultos ni zonas turísticas hoy tan cuestionadas– en un momento como el que vivimos. La pandemia no ha modificado demasiado los hábitos diarios, porque siempre se ha vivido de esta manera. Playas perfectas para el invierno, montes espectaculares, el cielo más claro que se pueda soñar… y un volcán ya apagado que ha cambiado la isla para siempre.
Foto: Imanol Zuaznabar & David de la Iglesia cedida por visitlapalma.es]
Nombrar las mil razones que hacen que La Palma sea tan bonita es imposible. Pero, al menos, lo hemos intentado. Es el lugar perfecto para que cada uno se organice un viaje a medida, pues aquí hay de todo para satisfacer todas las necesidades. Perdón: de todo menos ruido o masificación. Eso no existe. Para proteger su cielo, con unas noches estrelladas que son otro de los miles de regalos que nos ofrece la isla. Terminar el día así…
[Fotos: Gio cedidas por visitlapalma.es]
Desde hace ya varios años, la isla se ha convertido en un destino LGTBI premium. Exquisitos restaurantes, excursiones que van desde recorrer montañas en las que el agua nace entre helechos a zonas volcánicas marcadas por la lava, poblaciones llenas de monumentos que rezuman historia, hasta playas de arena negra… Por eso, y por mil razones más, la isla es perfecta para escapar del ruido.
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