'Don Gil de Alcalá', el viejo (y exquisito) glamour y las buenas voces se suben a La Zarzuela

La ópera cómica de Manuel Penella regresa al Teatro de La Zarzuela con una brillante producción de Emilio Sagi y un repartazo de altísimo nivel.

'Don Gil de Alcalá', el viejo (y exquisito) glamour y las buenas voces se suben a La Zarzuela
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

6 mayo, 2022
Se lee en 2 minutos

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Este Don Gil de Alcalá tiene todos los ingredientes necesarios para romper la taquilla: una obra conocida, elenco espléndido, orquesta al servicio de la causa y un montaje elegante y cuidadísimo que lleva el indiscutible sello de su creador, Emilio Sagi, algo que también es garantía de calidad.

Lleva un gran año el Teatro de La Zarzuela en lo que a voces se refiere. En realidad, varios años, en plural. Ahora que afronta el final de la temporada, con este título en cartel y el que viene  –El barberillo de Lavapiés, con Borja Quiza como Lamparilla–, tenemos la gran traca final. Un acierto de su director, Daniel Bianco, que sabe que la zarzuela necesita de cantantes de raza, que amen el género.

Este título que nos ocupa es, en realidad, una ópera. Y cumple con todos los requisitos de la ópera cómica. Estrenada en 1932 en el barcelonés Teatro Novedades, llegó al Teatro de La Zarzuela en 1934. Desde esos años, se ha convertido en una de las obras ‘de repertorio’ de nuestro género lírico. Es una prueba más de la grandeza de un patrimonio musical que va desde la ópera cómica a la revista musical, sobre todo en esos primeros y riquísimos finales del XIX y principios del XX.

El montaje de Don Gil de Alcalá que ahora llega a La Zarzuela viene de Oviedo y, digámoslo de una manera clara y contundente, es espléndido. Está al servicio de la obra y de los cantantes. Por ello, al servicio del espectador. Daniel Bianco firma una escenografía imponente que se adapta sin complicaciones a los tres actos de esta ópera cómica que se desarrolla en el virreinato de Nueva España, es decir, México.

Trasladada en el tiempo, sin especificar fecha, la recordada Pepa Ojanguren realiza un vestuario que hace que la función sea atemporal. Ella sabía hacer estas cosas: hablamos de una mujer clave en la creación de la imagen de alguien tan grande en nuestro país como fue Tino Casal.

En el plano musical, ya desde el preludio, Lucas Macías en el foso dejó patente que la noche iba a volar alto con la Orquesta de la Comunidad de Madrid, titular del coliseo. Hablamos de una partitura muy bella que, como era habitual esos años, tocaba todos los palos necesarios para una ópera ‘exótica’ como esta. Recordemos que a finales del XIX y principios del XX la moda en la ópera eran estas historias de mundos lejanos, que nos llevan desde Lakmé a Los pescadores de perlas. La ópera española y la zarzuela también sucumbieron a esos libretos centrados en amores imposibles, con protagonistas de varias culturas.

'Don Gil de Alcalá', el viejo (y exquisito) glamour y las buenas voces se suben a La Zarzuela

 

Momento en el que Niña Estrella (Sabina Puértolas) y Maya (Carol Gracía) cantan la famosísima habanera de la ópera de Penella. [Fotos: Javier del Real]

En este caso, estamos ante una ópera que bordea la opereta. Sagi saca su lado más sofisticado y recupera el viejo glamour, que a veces parece en peligro de extinción. Cuando llegó el momento de la famosísima habanera sacó su lado ‘más Sagi’ para crear un cuadro de gran belleza plástica.

Celso Albelo da vida a ese personaje caradura y pícaro que es don Gil de Alcalá. Una vez más el canario volvió a demostrar los motivos por los que no para de trabajar en todo el mundo. Con él, Sabina Púertolas, como Niña Estrella, su enamorada, por quien también suspira don Diego, un no menos espléndido Manel Esteve. Completan el primero de los repartos Carlos Cosías como Chamaco, el servidor indio, y Carol García como Maya, la servidora india. Un quinteto sólido, rotundo, que traspasa el foso y encandila en el patio de butacas. Con la ayuda, por supuesto, del coro titular de la casa. El segundo reparto promete las mismas alegrías.

 

Hacía veintidós años que esta obra no subía al escenario del Teatro de La Zarzuela. Lo hace ahora al la espera del regreso de otra joya dentro de un mes. Hasta que llegue El barberillo, solo nos queda disfrutar de estas alegrías que nos da nuestro patrimonio lírico: ahora con una ópera en tres actos del mejor nivel musical, y en nada con una zarzuela grande de las que también revientan las taquillas.

Todavía hay gente que piensa que la zarzuela es el género chico, como si ‘chico’ fuera sinónimo de menor calidad, y no de la duración de la obra. Óperas, zarzuelas grandes y chicas, operetas, revistas, comedias musicales… Eso es lo que tenemos y muchas veces desconocemos. A quien no lo sepa, le recomendamos que corra a ver Don Gil de Alcalá.

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