Rosalía arrasó en Fuengirola con su 'Motomami World Tour': “¡Al cielo con ella!”

Así vivimos el concierto del 'Motomami World Tour' de Rosalía en Fuengirola. Toda una experiencia sensorial.

Rosalía arrasó en Fuengirola con su 'Motomami World Tour': “¡Al cielo con ella!”
Agustín Gómez Cascales

Agustín Gómez Cascales

He viajado en limusina con Mariah, he tomado el té con Beyoncé, he salido de fiesta con J.Lo y he pinchado con RuPaul. ¿Qué será lo próximo?

15 julio, 2022
Se lee en 3 minutos

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No hacía falta recordar aquello de Di mi nombre horas antes de que arrancase el show del Motomami World Tour de Rosalía en el Marenostrum de Fuengirola.

Horas antes de que comenzase el concierto, miles de personas coreaban ya el nombre de Rosalía, con una excitación propia de un gran evento como este. Veamos qué lo hizo tan especial.

Rosalía arrasó en Fuengirola con su 'Motomami World Tour': “¡Al cielo con ella!”

No pretende ser esta una crónica al uso. Porque más que informativa, es emocional. Mi idea es compartir lo que supuso para mí presenciar el concierto de Rosalía en Fuengirola como un espectador más, abierto a dejarse sorprender, a pesar de haber visto, involuntariamente, tantas imágenes ya de shows previos.

Ni repasaré el setlist, tan fácil de saber, ni comentaré los momentos más impactantes del montaje, que los hay –y muchos– y, quien quiera, los puede rastrear en las redes. Porque, ante todo, los Motoshows suponen una experiencia muy íntima, a pesar de desarrollarse en grandes espacios. Primer –gran– punto a su favor.

El segundo, la sensación de que, una vez más, Rosalía evidencia que bebe de las grandes. Viendo recientemente uno de los conciertos que dio Janet Jackson en el Essence Festival, pensé en lo poco que se lleva ya en los conciertos de superestrellas pop el centrar la atención en dichas estrellas, precisamente.

Rosalía arrasó en Fuengirola con su 'Motomami World Tour': “¡Al cielo con ella!”

Hace mucho que artistas como Janet han desechado la fórmula del macroshow, en donde es el montaje el que brilla frente a las cantantes. Jackson es de las que tienen muy claro que el público va a verla a ella, y el resto es accesorio. En sus últimas actuaciones lo ha vuelto a demostrar. Para brillar solo se necesita a sí misma. Y Rosalía piensa igual, vista la propuesta del Motomami World Tour.

Vestida de rojo intenso en un minimalista escenario en donde prima el blanco, era imposible quitar los ojos de ella. Y sus más que efectivos bailarines no buscan –salvo en contados y justificados momentos– robarle un ápice de protagonismo. En su performática actuación, ejercen de coro al estilo de las grandes comedias y tragedias griegas. Son un ejército destinado a proteger y ensalzar a la gran protagonista.

Rosalía tiene muy clara la necesidad de su fandom de no perder ni un solo detalle de lo que sucede en el escenario, que apenas abandona durante unos segundos durante más de hora y media. De ahí que justifique plenamente la sempiterna presencia de una steadycam que graba cada detalle, cada gesto, cada salida de guion. Por una vez, prestar atención a las pantallas no nos aleja de lo que está sucediendo, al contrario.

Rosalía arrasó en Fuengirola con su 'Motomami World Tour': “¡Al cielo con ella!”

Rosalía, tan suelta frente a las cámaras, juega tanto con ella como con el resto que ejercen de mudas testigas de lo que acontece sin parar. Sus constantes guiños al público la engrandecen, y se celebran. “¡Qué simpática eres, hiha!”, gritó uno de los asistentes en uno de los escasos momentos de silencio de un show que arranca embalado encadenando hits como si no hubiera un mañana.

Así se agradecen más los momentos de intimidad que ya son marca de la casa en los conciertos de Rosalía. Porque a la artista le encanta conectarse también de cuando en cuando con sus emociones más íntimas y proyectarlas. Lo hizo con temas de sobra conocidos y con otros inéditos, que ya se empiezan a corear como si estuvieran publicados. No necesita esforzarse para sentirse cercana y una más que forma parte del ritual.

Lo mismo habló de pescaíto frito que saludó a la madre de uno de sus fans en las primeras filas –intuimos que la madre también debe ser fan si se tuvo que ir horas antes al recinto para pillar un sitio privilegiado–. Lo mismo se corta en directo las extensiones que se desmaquilla frente al público; se deja grabar primerísimos primeros planos sudada entera y no duda en celebrar los piropos que lee en las pancartas, o aceptar unas gafas de sol motomamicustomizadas.

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Ella sí que canta y baila, pero no permite que la altura de su arte frene su innata espontaneidad y su facilidad –necesidad– de conectar con su gente. Rosalía es el show, que no puede contar con mejor, y más ecléctica, banda sonora.

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Es un disfrute vivir la experiencia, porque sientes que pasas hora y media sole con ella, y eso rara vez pasa en un concierto de estas dimensiones. Si hubiese cambiado Blinding Lights en el set por Aute Cuture, este periodista seguramente habría levitado.

Ella sí levitó, levantada por su bailarines, cuando un chico a mi lado gritó lo que todos pensamos: “¡Al cielo con ella!”.

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