Recuerda Rufus Wainwright que hace nueve años celebró con un concierto en el Teatro Real su 40 cumpleaños. Cuando cumple 49, está feliz de regresar para la premiere europea de su segunda ópera, Hadrian.
Lo hace doblemente feliz, pues le acompaña su marido, Jörn Weisbrodt, que firma la puesta en escena de este montaje, en versión concierto semiescenificada.
Inspirada en la figura del emperador romano Adriano, Hadrian nos lleva al último día de su vida, en el que celebra la fuerza de su amor por Antínoo. La suya fue una historia de amor homosexual silenciada, hasta que Marguerite Yourcenar la plasmó en su libro Memorias de Adriano, una obra que marcó a Rufus Wainwright cuando la leyó.
«Hadrian es un proyecto de amor desarrollado junto a mi marido Jörn»
Asegura el canadiense que le produjo un enorme impacto, y sonó un clic en su mente que le indicó que debía componer una ópera inspirada en él. «Era demasiado joven e inexperto entonces, no me veía capaz de crear una ópera en el decadente Imperio Romano«, asegura. Antes llegaría su debut en el género, Prima Donna.
Wainwright está feliz de que el primer lugar en donde se represente tras su estreno en Canadá en 2018 sea España, «un país de una enorme tradición operística, enormes cantantes y todo un referente de libertad». Y Jörn Weisbrodt recuerda lo importante que es que sea en el Teatro Real –donde se estrenó la adaptación de Brokeback Mountain, de Charles Wourinen– donde se vea Hadrian, que cuenta una historia de amor homosexual tratada con la misma grandeza con que los clásicos han reflejado siempre amores heterosexuales».
Está protagonizada por Thomas Hampson, al que acompañan, entre otros intérpretes, Alexandra Urquiola, Christian Federici, Santiago Ballerini, Rubén Amoretti, Alejandro del Cerro y Vanessa Goikoetxea, junto al Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, bajo la dirección musical de Scott Dunn.
Para este montaje, desprovisto de la habitual ambición en las puestas en escena, decidió utilizar imágenes del fotógrafo Robert Mapplethorpe, unas 300 en total. «Que nadie espere ver las de contenido sadomasoquista, porque apenas hay. Proyectamos sobre todo de flores porque enriquecen la música y expresan sentimientos equivalentes a los de los personajes», explica. «Dan a la función una dimensión emocional muy fuerte». Lo que el espectador se encuentra es lo más parecido a un primer ensayo, «así puede crear en su mente su propia versión escenificada».
A Rufus Wainwright le marcó profundamente el Réquiem de Verdi cuando lo escuchó por primera vez a los trece años, y cuenta que desde ese momento el veneno de la ópera le poseyó. Y deja claro que Memorias de Adriano fue solo el punto de partida para ese proyecto largamente acariciado. «Lo bueno de la ópera es que te permite coger personajes históricos y hacer con ellos lo que quieras», dice entre risas. De modo que, junto al libretista Daniel McIvor, creó su propia visión de la figura de Adriano, todo un icono gay que durante siglos permaneció silenciado. Como tanto otros referentes LGTBIQ+ de la historia.
«Me preocupa que nuestros derechos no vayan a estar ahí por mucho más tiempo»
SHANGAY ⇒ A nivel personal, ¿por qué es tan especial para ti Hadrian?
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Porque es un proyecto de amor desarrollado junto a mi marido. Prima Donna, mi primera ópera, sobre una mujer que lucha contra sus limitaciones, se la dediqué a mi madre, que por suerte pudo verla antes de morir. La idea de Hadrian surgió antes de conocer a Jörn, pero sabía que debía escribir otra antes de enfrentarme a un proyecto tan ambicioso, y así lo hice. Nunca antes había tenido una relación como la que tengo con él, y quizá por eso, a un nivel emocional, tampoco me sentía preparado para contar una historia como la de Hadrian.
Cuando comencé a componerla, ya llevábamos años juntos, y enseguida nos dimos cuenta de que a los dos nos apasionaba. Obviamente, yo me ocupaba al 100% de la música y la orquestación, pero la opinión de Jorn sobre los personajes y la dramaturgia fue crucial a la hora de desarrollar el libreto firmado por Daniel McIvor. Cuando llegó la propuesta del Teatro Real de presentar esta versión semiescenificada, no dudé en darle espacio creativo.
Es algo muy importante, a todos los niveles, en cualquier matrimonio, ya sea para decorar el comedor o dirigir la puesta en escena de una ópera. Sé lo difícil que es vivir con un artista… Y esta era una oportunidad maravillosa para que se involucrara en el proyecto. Y ojo, que él estudio dirección de ópera, trabajó durante años con Robert Wilson y cuando le conocí trabajaba para la Ópera de Berlín; sabe perfectamente lo que hace.
SHANGAY ⇒ Es importante ver en el escenario del Real una historia de amor homosexual como la de Adriano y Antinoo…
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Sí, sí. Tras el primer ensayo se me acercó uno de los violinistas –joven para mí, porque andará en la treintena [dice entre risas]– muy emocionado. Me dijo «soy muy exigente y crítico, y debo decir que amo esta pieza, muchísimas gracias por haberla creado». Siento que hablaba no solo a nivel musical, también como un hombre gay.
«Nuestras historias nunca se han tratado con una visión clásica, y es hora de hacerlo»
SHANGAY ⇒ ¿Por qué existen tan pocas óperas que visibilicen historias LGTBIQ+?
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Hay muchas insinuaciones gais en el mundo de la ópera. Y las emociones que experimentan muchas primas donnas están mucho más conectadas con la forma de sentir de los homosexuales que de los heterosexuales [risas]. Es cierto que nuestras historias nunca se han tratado con una visión clásica, y es hora de hacerlo. Por eso yo he ejercido mi derecho.
SHANGAY ⇒ ¿Cómo te sentiste cuando se estrenó en 2018 en Canadá?
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Muy emocionado. Y me encanta que en España vuelve a interpretar a Adriano Thomas Hampson, el hombre más heterosexual que Jörn y yo conocemos, parece un jugador de fútbol. Se entregó desde el primer día a esta historia, para que resulte lo más veraz posible a un nivel dramático. Desgraciadamente, muchos cantantes rechazaron esta ópera por contar una historia gay. Es un hecho probado, aunque no te puedo dar nombres. Sigue existiendo mucha homofobia en este mundo, así que emociona decir que si formas parte de esta ópera, desde luego no eres homófobo [explota a reír].
SHANGAY ⇒ Te muestras como un gran defensor de las melodías y las armonías, más propias de tu faceta pop, en la ópera contemporánea…
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ En este momento, siento que la ópera contemporánea sigue un único camino. Me fascina que las melodías se sientan como una amenaza peligrosa frente a la atonalidad. Así que me siento un innovador por utilizarlas. Una vez más, soy un provocador, y me encanta. Hace poco, vi en el MET una producción increíble de Hamlet, del compositor australiano Brett Dean, pero no lloré ni una sola vez [risas]. Pues yo quiero que el público llore con mis óperas, como ha sucedido siempre con los clásicos.
«Muchos cantantes rechazaron esta ópera por contar una historia gay»
SHANGAY ⇒ ¿Cómo llevas que parte de la crítica recele de tus óperas por ser también un artista pop?
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Esos críticos no saben llorar… [risas]. Me afectó mucho el vapuleo cuando estrené Prima Donna. No conocía nada del universo operístico, y pensaba que me iba a celebrar como el gran salvador del género… Fue tan ingenuo como ególatra por mi parte. Me vapulearon de una manera brutal tras el estreno, algo que de primeras me pareció normal, porque es una tradición con los compositores noveles a lo largo de la historia. Con perspectiva, estuvo bien que pasara, porque aprendí mucho, me enseñó a estar alerta y me inspiró para demostrarles que se equivocaban.
SHANGAY ⇒ ¿Cuándo notas que el cuerpo te pide decantarte por el pop o la ópera?
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Son dos mundos muy intensos, y dos amantes entre los que reparto mi tiempo. Normalmente, cuando estoy inmerso en la creación de una ópera llega un momento en que pienso «¿Para qué coño me he metido en este lío?». Y en cuanto puedo, me meto corriendo en el estudio a grabar. Pero cuando estoy en medio de una gira, llevo tiempo metido en el autobús y me veo actuando en Arkansas noto que lo que más deseo es volver a componer ópera [risas]. Es un efecto ping pong constante que me funciona.
SHANGAY ⇒ Y entre medias, tu show homenaje a Judy Garland, que recuperas ocasionalmente…
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Sí, Judy me posee de cuando en cuando [explota a reír]. Hace poco, hice unos cuantos conciertos en Nueva York para celebrar el centenario de su nacimiento, y fue maravilloso revisitar esas canciones. Y reivindicar nombres clave de la historia LGTB. Es más importante ahora que nunca.
SHANGAY ⇒ Lo dice alguien que ha escrito canciones como Gay Messiah…
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Nunca pensé que estaríamos en el punto en que estamos, me parece una tragedia. Hace siete u ocho años pensaba que lo más importante era centrarnos en el cambio climático o los derechos de las personas migrantes, porque sentía que las personas LGTBI en el primer mundo debíamos sentirnos muy felices con los logros obtenidos en cuanto a nuestros derechos.
De repente, no sé si esos derechos van a estar ahí por mucho más tiempo, tanto en Estados Unidos como en Europa. Y eso me preocupa mucho. No pasa nada, porque siento que nos estamos hermanando como nunca para salir a pelear y acabar con la mierda que vemos a nuestro alrededor. En momentos así siento que sale a la luz lo mejor de la humanidad.
SHANGAY ⇒ Me gusta comprobar que no has perdido ese punto reivindicativo. Al fin y al cabo, eres un artista reconocido y un hombre blanco gay cis, con su familia y una situación acomodada…
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Estoy muy conectado con la realidad. Fíjate en lo que ha sucedido ahora con el aborto en Estados Unidos, y tengo una hija… Están intentando joder a mi familia, tanto con los derechos de mi hija [Viva Katherine, de 11 años] como con los míos, como hombre que está casado con otro hombre.
SHANGAY ⇒ ¿Cómo está siendo tu experiencia como padre?
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Vivo fascinado con la resiliencia de los niños, sobre todo tras haber visto cómo han vivido todo lo que ha sucedido en los últimos dos años debido al covid. Entienden nuestra realidad mejor que yo mismo. Por ejemplo, flipo con la manera en que mi hija naturaliza el mundo trans. El mundo es muy distinto al que yo viví de joven, y no siempre es fácil adaptarse a lo que nos rodea, incluso para alguien como yo, que tiene muches amigues trans.
Tengo que reajustar mis percepciones, es muy importante para mí. Y tanto mi hija como el resto de niños de su generación lo tienen todo muy bien integrado, y eso me emociona, porque siento que van a ser unos adultos fantásticos. Más les vale, no tienen otra opción.
«Flipo con la manera en que mi hija naturaliza el mundo trans»
SHANGAY ⇒ Tener dos papás sin duda ayuda, ¿no crees?
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Claro que sí. Desgraciadamente, no se lo ponen fácil en el colegio, y eso que vivimos en Los Ángeles, en una zona liberal. Pues aun así, hay padres que la señalan por su familia. No quiero ni imaginarme cómo sería si viviéramos, por ejemplo, en Arkansas… o en Italia.
SHANGAY ⇒ ¿Qué planes tienes tras presentar Hadrian en Madrid y Perelada?
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Tengo algunos conciertos que dar, y nos iremos una semana a los Alpes a desconectar. Después me iré a visitar a mi familia en Canadá.
«Quiero que el público llore con mis óperas, como pasa con los clásicos»
SHANGAY ⇒ ¿Sigue siendo la familia el principal pilar para ti para mantener una estabilidad emocional?
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Siempre lo ha sido. Es curioso, porque no es que hablemos todo el tiempo… Quizá por eso seguimos siendo una piña y mantenemos un vínculo indestructible [risas]. No me puedo olvidar de que en mi peor momento, cuando estaba en rehabilitación y había tocado fondo, con la muerte llamando a mi puerta, tener a mi madre al lado me salvó.
SHANGAY ⇒ ¿Sigues creyendo firmemente en el lema «there’s no business like show business«?
RUFUS WAINWRIGHT ⇒ Por supuesto que sí. Me siento muy afortunado de tener esa vía de escape, el show business me nutre interiormente todo el tiempo. Y en eso tiene mucha responsabilidad mi madre. Esa frase significa mucho para mí por varios motivos. Tendría seis o siete años cuando, un día, bajé al sótano, donde tenía un pequeño estudio y estaba con mi tía componiendo canciones, disfrutando. Y recuerdo que se me acercó, me miró y e dijo: «¿Sabes qué Rufus? There’s no business like show business«. Se me quedó grabado para siempre.
Años después, poco antes de morir, organizamos su último concierto en el Royal Albert Hall de Londres. Estaba enfermísima, apenas podía moverse y estaba todo el rato tumbada en el camerino. Cuando le tocaba cantar, la llevábamos casi en volandas, y era salir al escenario y su poder regresaba por unos minutos… Era terminar y de nuevo ni podía moverse. Esa magia que tiene el show business para darnos vigor es única.
HADRIAN SE REPRESENTA EL 27 DE JULIO EN EL TEATRO REAL DE MADRID