Ya han pasado cuatro años de la muerte de la icónica cantante y actriz Olivia Newton-John, que nació un 26 de septiembre de 1948, y resulta imposible no continuar recordándola.
Esta es una reflexión personal que hice en mi mente nada más conocer su muerte [el 8 de agosto de 2022]. Me pilló en plenas vacaciones, y me dolió enormemente la noticia, porque Olivia Newton-John siempre ha tenido su rinconcito en mi corazón.
Como cada año procuro revisar Xanadu, la he seguido teniendo muy presente a lo largo de mi vida, así que he decidido trasladar a palabras lo que pensé aquella triste noche que leí que había fallecido.
Podríamos decir que Olivia Newton-John me hizo maricón, sin ser conscientes ni ella ni yo. Mira que por edad yo no vi Grease (1978) en cine cuando se estrenó, pero en cuanto cayó en mis manos el single de You’re The One That I Want –regalo revelador, como mi primer álbum de Raffaella Carrà–, tuve clarísimo que me tenía que inventar una coreografía con la que deleitar, junto a mi prima, a todos en las comidas familiares. No lo verbalizaba, pero en mi cabeza, cada vez que la bailábamos, yo hacía de Olivia.
Pasaron los años, y una providencial tarde –que recuerdo como si hubiese sido ayer– fui al cine Novedades de Orihuela a ver Xanadu (1980). Juraría que ni sabía que era un musical, pero fue ver el reluciente póster y tuve claro que esa película la tenía que ver. Menuda revelación. Ella celestial, el joven prota buenorro Michael Beck, Gene Kelly por allí (ya a una edad muy temprana desarrollé una gran pasión por sus musicales clásicos)… y ESA banda sonora.
Con un tema central que considero que está en el top 10 de temazos pop que provocan una sonrisa de felicidad en sus primeros cinco segundos. Algo que volví a comprobar al pincharla, a modo de homenaje, en una sesión días después de su muerte, que ocurrió el pasado 8 de agosto.
Tal era mi grado de fanatismo con Olivia que incluso recuerdo que me encantara Tal para cual (1983), en donde se reunió con John Travolta, en un flopazo tremendo. Nunca me he atrevido a revisarla, para no darle un disgusto a ese niñe que llevo dentro.
Lo que me encantó fue volverla a ver, de manera inesperada, en Una boda de muerte (2012), dirigida por su compatriota Stephan Elliott (sí, el de Priscilla, reina del desierto). En esa ocasión fui muy consciente de que ese aura que desprendía la diosa Kira de Xanadu se había quedado con ella de por vida. Creo que mucha gente en todo el mundo estaba de acuerdo, vistas las reacciones que provocó su fallecimiento.
¿Y qué se puede decir de su música? Que sigue estando por redescubrir más allá de sus hits de siempre. Lo pensé cuando el año pasado se reeditó su álbum Physical (1981). Hace unos meses se anunció que se iba a comenzar a recuperar toda su discografía remasterizada y con extras –comenzando con su primer álbum homónimo, y desde luego–, el timing es –desgraciadamente– perfecto.
Sin duda, aprovecharé para profundizar más en su música. Porque su voz siempre ha tenido un efecto balsámico para mí. Y en breve, a por mi revisión anual de Xanadu, por triste que resulte esta vez. Las buenas tradiciones no se deben perder.
Como la de recordar eternamente a una Olivia Newton-John que me abrió los ojos de forma inconsciente a un mundo de fantasía y plumas que celebro a diario.