Hay oro molido en los ingredientes de esta nueva coproducción entre estos dos teatros madrileños. La tercera que hacen desde que el Teatro Real comenzara esta temporada en la Sala Roja del Canal con Philip Glass y su Orphée. Ahora le toca el turno a esta joya del barroco que es Dido y Aeneas. Y hablamos de oro molido de partida porque en la parte musical está William Christie al frente de sus míticos Les Arts Florissants.
Esta obra de Purcell, clave en la ópera inglesa, llega revisada por la coreógrafa Blanca Li (directora a su vez de los Teatros del Canal), quien actualiza y trae a 2023 una ópera que se estrenó en 1689. No es la primera vez que Li trabaja con Christie en un barroco, pues ya triunfaron en 2005 con la maravillosa versión de Les Indes galantes de Rameau en la Ópera Nacional de París. Ahora, de nuevo, este oro molido que se junta en el escenario vuelve a crear una joya. En todos los aspectos.
A nivel musical, William Christie puede sorprender poco, porque cuando escuchamos a Les Arts Florissants lo único que podemos hacer es disfrutar del cielo en la tierra. Y más en una obra como esta. Un regalazo absoluto para comenzar el año lírico, ya casi en el ecuador de la temporada del Teatro Real. El éxito fue, como no podía ser de otra manera, rotundo.
[Fotos: Pablo Lorente]
La parte vocal fue otro de los regalos que tuvieron nuestros oídos. La historia del amor imposible de Dido, reina de Cartago enamorada de Aeneas, termina con un coro fúnebre. Un lamento. Esta es una obra corta, de un acto y un prólogo (que se ha perdido), que ya habíamos visto también coreografiada (en esa ocasión por Sasha Waltz) en el Teatro Real en 2019.
Esta nueva producción, cuyo estreno mundial tuvo lugar en Los Teatros del Canal, tiene un reparto compacto, espléndido, que ‘marida’ con perfecta armonía con los músicos de Christie: Lea Desandre, Dido; Renato Dolcini, Aeneas y la Hechicera; Ana Vieira Leite, Belinda; Maud Gnidzaz, primera bruja; Virginie Thomas, segunda bruja, y Jacob Lawrence, marinero. Una hora y cuarto de exquisita música, pero, sobre todo, exquisitamente tocada y cantada.
A nivel escénico, Blanca Li ambienta esta historia mitológica en un escenario en negro y dorado. Los bailarines de su compañía son la pata que falta para redondear la noche. Se deslizan sobre un escenario mojado, contando con sus cuerpos lo que los cantantes narran con sus voces, «desterrando la tristeza y la inquietud». La coreógrafa es la responsable también de la dirección escénica de la producción. Su apuesta es un acierto pues, lejos de imponer su estética a la música de Purcell, consigue que ambas disciplinas y estilos, separados por cuatro siglos, logren una simbiosis perfecta y, sobre todo, bellísima. El lamento final es una maravilla a nivel musical, vocal y escénico. Como lo es toda la obra.
Como decimos, el Real comenzó su temporada en el Canal con una obra del siglo XX, la ya mencionada Orphée de Philip Glass. En esos mismos teatros también realizó el estreno en Madrid de Diàlegs de Tirants y Carmesina, una ópera de cámara del XXI. Ahora vuelve a los Teatros de la Comunidad de Madrid con un barroco del XVII.
La semana que viene la programación continúa, ya en su sala de la Plaza de Oriente, con el estreno de Arabella, una obra de Strauss que nunca se ha visto en Madrid representada. Llega en una nueva producción de Christof Loy que promete ser uno de los momentazos culturales del año. Honestly –como dirían los ingleses de la ópera de Purcell–, no es mala manera de empezar este 2023.
Como enero sea el presagio de lo que nos espera este nuevo año, al menos en lo lírico las previsiones son muy buenas.