'Tolomeo, rey de Egipto', una 'delicatessen' barroca en el Teatro Real con los amigos de Orlinski

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Jacub Józef Orlinski es, sin la menor de las dudas, una de las grandes estrellas de la ópera actual, en la que la cuerda de los contratenores lleva ya años viviendo una época dorada. El Teatro Real quiere que el who is who de la lírica mundial siga pasando por su escenario, bien sea en óperas representadas, en conciertos o en ópera en versión concierto, como es el caso que nos ocupa.

Y lo hace con la espléndida orquesta Il Pomo de Oro, que todo lo que toca lo convierte en delicatessen barroca. Para ellos es una reunión de amigos que se divierten tocando estas joyas; para los espectadores, un nuevo regalazo que viene envuelto en la mejor de las facturas.

A veces, ver estas óperas en versión concierto se puede convertir también en el mejor de los regalos, sobre todo teniendo en cuenta las apuestas escénicas con las que muchas veces se presentan en algunos teatros. Casi tres horas de música que en ningún momento te hacen mirar el reloj es la mejor prueba de ello.

Tolomeo, rey de Egipto volvió al Real a lo grande. Con un quinteto vocal de altura, Orlinksi (en el rol titular), Melissa Petit (Seleuce), Andres Matroni (Araspe), Giuseppina Bridelli (Elisa) y Paul-Antoine Benós-Djian (Alessandro). Todos ellos bajo la dirección musical de Francesco Corti.

Y todos ellos, también, con una elegantísima presencia escénica y con una semi-interpretación de sus respectivos papeles. La mínima necesaria para justificar alguna de las acciones. El grupo y los cantantes están en gira con esta ópera de Händel, estrenada en 1728, que es de una belleza inmensa. Pero no estamos ante un bolo sin más para cubrir el expediente, sino ante un espectáculo impecable de principio a fin.

El público del Real está ansioso por ver a los grandes, y Orlinski no defraudó. Y la respuesta de la audiencia tampoco. Como era previsible, toda la segunda parte fue un festival de fuegos artificiales, sí; pero de altísimo nivel musical y canoro, aria tras aria, después una primera mucho más comedida, casi sin interrupciones por los aplausos. Se nota la compenetración entre todos ellos, al igual que se nota lo que disfrutan cantando. Solo hay que ver sus redes sociales para darse cuenta del buen rollo que tienen, y cómo esta ‘panda de amigos’ saben darnos lo mejor de sí mismos, que es mucho.

Al final, todos contentos. Los artistas por disfrutar con su trabajo, y el público que abarrotaba el Teatro Real, más. Las entradas estaban casi agotadas desde hace mucho tiempo, porque este repertorio tiene un público muy fiel. Pero además, es que las estrellas son más que necesarias en el mundo de la ópera. Sobre todo si son como Orlinski. Un gran festín barroco, una delicatessen de Orlinski y sus amigos. Nos gustan estos festines.