Cómo crear tu propia red de seguridad LGTBI en un fin de semana: el Retiro Orlander desde dentro

Temas: Deportes, Lifestyle, Salud, Viajes LGTBIQ+

No era la primera vez que Fabri me invitaba a probar su Retiro, pero sí la primera vez que podía cuadrar fechas y apuntarme. Conocía perfectamente en qué consistía la experiencia porque había escrito sobre ella en varias ocasiones, pero, aun así, podía intuir que todo mi palabrerío se quedaba corto. “No es lo mismo contarlo que vivirlo”, que diría Samanta Villar. Por eso, sin pensármelo demasiado, hice una maleta exprés cargada de ropa deportiva, mi bañador de unicornios y un disfraz de Goku superguerrero que conservaba de algún carnaval anterior y me metí en un tren de alta velocidad hacia Alicante. El Retiro Orlander me esperaba en Torrevieja.

Tener la teoría bien aprendida me daba garantías. Sabía que el Retiro Orlander es un evento de ocio saludable dirigido a la comunidad LGTBIQ+ que combina naturaleza, deporte, cultura, vida sana y diversión. Se trata de un fun trip único creado por el entrenador personal Fabri Orlandi que, contando con esta, suma once ediciones logrando que personas del colectivo de toda España se conozcan en un ambiente amigable y seguro. Lo que no sabía eran todas las sensaciones y aprendizajes que me llevaría después de tres días de convivencia.

La aventura inmersiva dio inicio nada más instalarnos en el Hotel Playas de Torrevieja y recoger nuestro welcome pack. El apretado horario de actividades no daba tregua. La primera dinámica se trataba de toda una declaración de intenciones. Dirigida por Gianni Filipponi, nos invitaba a presentarnos ante nuestros compañeros de retiro a través del tacto, del movimiento y, sobre todo, de la mirada. De un plumazo pudimos interconectarnos con los que hasta hace unos segundos eran unos completos desconocidos, y percibirlos como una pequeña comunidad de iguales.

Hechas las presentaciones, y habiendo derribado el muro de la vergüenza, afrontar el resto de actividades iba a ser pan comido. El fin de semana dio tiempo para todo. Las rutinas diarias de Fabri Orlandi, Andrea Molin y Juan David Rivera combinaban entrenamiento funcional, estiramientos y trabajo en equipo, y aportaban ese toque deportivo necesario para pasar el día. Estando en Torrevieja, era lógico que la agenda deportiva se completara con actividades y juegos de agua en el Real Club Náutico de Torrevieja. Iniciarme en el paddle surf y en el kayak y cabalgar a lomos del crazy sofa fueron retos tan divertidos como estimulantes.  Además, exploramos la importancia del agua y su tradición marinera visitando la industria salinera y el Museo Flotante, donde pudimos entrar en un patrullero de aduanas y en un submarino.

También hubo espacio para el enriquecimiento personal con sesiones de coaching en grupo. Pedro Serrano nos enseñó las herramientas que tenemos cada uno para dejar de sufrir, y Javi Martínez nos mostró las claves de la ingeniería emocional que nos ayudaron a comprender que ser LGTBIQ+ puede ser un regalo. También asistimos a una interesantísima master class de diversidad sexual impartida por la asociación Torrevieja diversa, y participamos en un debate sobre tercera edad LGTBIQ+ con la presencia del médico de familia y activista Fran Alvarado.

Igual de enriquecedores fueron el entrenamiento de defensa personal impartido por el taekwondista Damián López, el taller de respiración del mentor de autoestima saludable David Vetón o el baño de sonido con cuencos tibetanos que también nos regaló Gianni. Tres formas bien diferentes de activar nuestra autopercepción, disciplina y fortaleza para reconectar cuerpo y mente.

Y con tanto trajín… ¿hubo tiempo para la jarana? ¡Pues claro! El despendole llegó la noche del sábado con la celebración de una fiesta disfraces de superhéroes en el disco pub LGTBIQ+ Boys  que tuvo como colofón un desternillante concurso de coreografías. Allí descubrí que da igual tener dos pies izquierdos y que –sí, amigues– Goku triunfa, y muchísimo, en Torrevieja.

Sin embargo, y pese a de lo completo y desenfrenado del programa, lo más sustancial del Retiro Orlander se fue entretejiendo en segundo plano entre los que allí estábamos. Conocer a un grupo de personas tan diverso, y hacerlo a través de actividades tan dispares y poco habituales, fomentó entablar relaciones enriquecedoras rápidamente. Así fuimos intercambiando las historias que nos habían llevado hasta allí; muchas de ellas realidades de verdadera superación, casi de supervivencia, con las que era complicado no empatizar o emocionarse. Desde el chico que en su pueblo no podía ser quien quería ser de una manera completamente abierta y vivía esta escapada como un oasis donde expresarse en libertad, hasta el que, aburrido de los circuitos queer habituales, necesitaba probar un nuevo entorno seguro donde conocer y conocerse. También estaban los que habían coincidido en retiros anteriores, y se habían puesto de acuerdo para reencontrarse en el de Torrevieja y así seguir cultivando su amistad.

 

 

 

Y así, en ellos, en todos mis compañeros de viaje, fue donde hallé el verdadero espíritu del retiro. Porque para mí, que en muchos sentidos me siento un privilegiado, supuso bajar de la nube (que no soy Goku) y conectar con mi fragilidad. El recordatorio de que los miembros de la comunidad LGTBIQ+ somos interdependientes y que debemos ir poco a poco creando una red de cuidados a nuestro alrededor capaz de sostenernos para cuando no encontremos apoyo en entornos sin conciencia queer. Me hizo sentir, al fin y al cabo, que en el Retiro Orlander estaba en casa, a salvo. Y, como nos enseñó Dorothy en El mago de Oz, «se está mejor en casa que en ningún sitio».