¿Por qué no hay que perderse el 'Rigoletto' del Teatro Real? Miguel del Arco incendia Madrid

La ópera de Verdi regresa con un polémico montaje en el que se refleja la crudeza que Francesco Maria Piave plasmó en el libreto para el que Verdi compuso una obra maestra.

Étienne Dupois es Rigoletto en el Teatro Real. Fotos: Javier del Real
Étienne Dupois es Rigoletto en el Teatro Real. Fotos: Javier del Real
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

7 diciembre, 2023
Se lee en 4 minutos

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Que haya un Rigoletto en la temporada de un teatro de ópera no es una novedad. Que venga con polémica, tampoco. Al menos en los últimos años. El director teatral Miguel del Arco ha ido a la base del libreto, en la que casi todos los protagonistas son unos miserables, cada uno en su mundo. Salvo Gilda, la hija de bufón que da título a esta obra cumbre de la ópera. Un título que ya, desde su estreno, fue objetivo de la censura.

Basada en la obra El rey se divierte (Le roi s’amuse) de Víctor Hugo, Piave lo rebajó de rey a duque (el de Mantua), porque no era conveniente que en una Italia en pleno Risorgimento se pusiera en jaque a la monarquía cuando se estrenó la obra, en el Teatro de La Fenice de Venecia, en 1851.

Xabier Anduaga y Julie Fuchs en el 'Rigoletto' Teatro Real

Xabier Anduaga y Julie Fuchs en el Rigoletto del Teatro Real.

El palacio de un duque corrupto, el duque de Mantua, que solo piensa en sus orgías y juergas, es el lugar en donde el perverso jorobado Rigoletto tiene que entretener a sus cortesanos, que no dudan en secuestrar a su hija para abusar de ella. Su padre, desesperado, contrata a un sicario para matar al degenerado noble. Pero estamos en plenos comienzos del post-romanticismo y Gilda ofrece su vida por salvar al duque que la ha traicionado.

Hasta el próximo 2 de enero se podrá ver esta imponente producción que tanto revuelo ha levantado. Hay tres espectaculares repartos en veintidós funciones. El tenor mexicano Javier Camarena, una de las súper estrellas mundiales, es el duque de Mantua en el primero de ellos, junto al barítono francés Ludovic Tézier, que en la noche del estreno creó un Rigoletto que fue a más a lo largo de la función, en perfecta comunión con la estupenda soprano rumana Adela Zaharia, cuya Gilda fue exquisita de principio a fin. Simon Lim, Sparafucile, y Marina Viotti, como una grandísima Magdalena completan los papeles principales de este cast.

La sorpresa llegó con el segundo estreno, en el que un imponente Xabier Anduaga y una exquisita Julie Fuchs dieron vida al duque y a Gilda. Y en el que Étienne Dupuis creó el Rigoletto perfecto para el montaje de Miguel del Arco, que arranca con la fiesta en la que el bufón, travestido con liguero y plumas, nos deja bien claro desde el principio por dónde van a ir los tiros. Todas las cartas quedan boca arriba desde ese primer momento.

 

John Osborn, Quinn Kelsey la maravillosa Ruth Iniesta (que el pasado mes de julio ya deslumbró con su Liu en Turandot en ese mismo escenario) son el duque, Rigoletto y Gilda en el tercero de los repartos, que también dio muchas alegrías en la noche de su estreno. El verdadero lujo, el colmo máximo del placer, es verlos a todos en esta maravillosa partitura que uno jamás se cansa de escuchar. Sobre todo cuando tenemos a Nicola Luisotti al frente de la Orquesta Sinfónica de Madrid, titular del Teatro Real.

La polémica por el montaje de Miguel del Arco se plasmó en los abucheos de la noche de estreno, con opinión dividida entre los bravos y los que protestaban. Ojalá llegue el día en que no se pueda montar esta maravillosa ópera de Verdi con la estética de hoy. Pero, tristemente, ese día aún no ha llegado. Hace no muchos años vimos cómo saltaba a las páginas de los periódicos el escándalo de fiestas con grandes magnates del poder económico italiano en donde las velinas se hicieron tristemente famosas. Iguales que las de esta producción.

Hoy no hay bufones como tales en esas nuevas cortes, pero no es infrecuente ver cómo contratan a travestis para que les amenicen sus corruptas veladas de sexo y diversión, sin otro propósito que el de humillarlos, cual bufones de finales del siglo XX y principios del XXI. Hoy vemos cómo políticos y titosbernis varios se gastan el dinero público con rayas de coca entre pobres prostitutas. Y lo vemos en los periódicos.

La apuesta de Miguel del Arco podrá gustar o no. Eso es legítimo. Pero lo que nadie puede negar es que es fiel al libreto. Y lo mejor para poder opinar del tema, sin duda alguna, es correr a verlo antes del 2 de enero al Teatro Real.

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