No se puede ocultar el gusanillo que corre por el estómago cuando te presentas ante un nuevo montaje de una obra que siempre te ha gustado. Esto sucede con La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, que acaba de estrenar el CDN. Por un lado piensas «¡otra vez!», pero por otro te pica la curiosidad de la nueva visión que te vas a encontrar de uno de tus clásicos. Alfredo Sanzol no se ha equivocado, y se sale del teatro encontrando nuevos valores a una pieza de la que creías conocer todo… Spoiler: Bernarda resulta ser la buena de la función.
Muy interesante la propuesta escenográfica de Blanca Añón, que encierra a la familia en un croquis minimalista de una casa, intrínsecamente ligada a la precisa iluminación de Pedro Yagüe. El objetivo es crear un ambiente muy limpio y neutro, que quita carga emocional al tremendo drama que se está contando. Ver esa reunión de mujeres que vienen a cotillear a casa de las Alba, donde todo son líneas puras, te hace enfrentarte más íntimamente con el precioso texto de Lorca, sin contaminarse por plañideras y gritos de chismosas.
Especial importancia cobra así el movimiento escénico firmado por Amaya Galeote, que coloca a todas en precisas líneas rectas, aportando frialdad cuando toca y ayudando a expresar la imaginación coreográfica de las actrices, en esos bailes intermedios que, con una simple intención de movimiento, cuentan en segundos cómo viven íntimamente esta historia.
Alfredo Sanzol ha encontrado un entorno muy poco utilizado en otras versiones de La casa de Bernarda Alba. Trata de minimizar la maldad y humanizar las reacciones de todas las protagonistas. Se plantea un mundo exclusivamente femenino, con hombres solo presentes en un par de gritos, pero que no manchan con su presencia este rincón de amazonas que intentan imponer sus deseos y exponer sus debilidades.
Feminismo en estado puro respira esta propuesta, en donde es difícil resaltar el trabajo de alguna de las cinco hermanas, la abuela, la madre o la criada. Todas están a un nivel interpretativo excepcional, aunque destaca la verdad que recita por su boca contestona de criada vivida la Poncia, interpretada por Ane Gabarain [ganadora del Goya a mejor actriz de reparto por 20.000 especies de abejas]. Qué precioso papel y qué bien aprovechado por la actriz para airear esa casa cerrada a la vida; en sus canciones y cuentos de comadre hay tal autenticidad que te traslada a la experiencia de su difícil existencia.
La hermana mayor a la que da vida Patricia López Arnaiz es otro hallazgo en la búsqueda de nuevos horizontes a la hora de encarar a Angustias, desde la máxima de menos es más, nos gana el corazón y consigue conmovernos. Y qué podemos decir de la abuela Josefa creada por Ester Bellver, solo ¡bravo! Es valiente, sin límites, soltando sapos y culebras a la vez que convierte su discurso en poesía y su cuerpo desnudo en un tremendo grito de libertad.
Quiero destacar la belleza que en todo momento rodea a las mujeres en escena, muy bien adornadas por el atrevido vestuario de Vanessa Actif. Me encanta ver cómo con un par de guantes, un calcetín o un volante consigue diferenciar los personajes. El texto de Federico García Lorca habla de feas y cheposas, pero Sanzol nos cuenta, con su bella y limpia propuesta, que no se habla del físico sino del alma.
Aquí encaja el punto de vista desde el que ha enfrentado a esta Bernarda Alba. Siempre me había parecido que el exceso de maldad que destilaba esta madre ancestral, que encierra a sus hijas para librarse del qué dirán, era la parte fácil del texto de Lorca. En esta ocasión, simplemente es una mujer que antes fue hija y que comprende en sus entrañas el sufrimiento de esa sociedad patriarcal en la que se encuentra encadenada. Ana Wagener la interpreta desde multitud de prismas, dulcificándola, haciéndola más humana, a la vez más real y, por ello, más emocionante. De ahí venia el spoiler del principio: Bernarda nunca fue la mala, simplemente juega lo mejor que sabe las cartas que le ha repartido la vida.
⭐⭐⭐⭐⭐
FOTOS: BÁRBARA SÁNCHEZ PALOMERO
LA CASA DE BERNARDA ALBA SE REPRESENTA EN EL TEATRO MARÍA GUERRERO (C/TAMAYO Y BAUS, 4 · MADRID) DEL CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL HASTA EL 31 DE MARZO