Era el plato fuerte del festín musical de este pasado fin de semana: el debut de Saioa Hernández en los lieder orquestales de Strauss con la ONE –con la que también debutaba– dentro de la temporada de la Orquesta y Coros Nacionales de España. Pero ese plato fuerte venía acompañado de otros dos: el estreno de la sugerente, preciosa e inquietante Gramática de la niebla, del compositor Manuel Martínez Burgos, como primer plato; y la Sinfonía Nº 1 de Brahms, como un magnífico postre. Un banquete, que no nos pudo dejar con mejor sabor de boca, y que estuvo magníficamente cocinado por Joshua Weilerstein en el podio del Auditorio Nacional.
Manuel Martínez Burgos, compositor madrileño afincado en Asturias, vio en primera persona, en el estreno mundial de su Gramática de la niebla, como las brumas del norte invadían la Sala Sinfónica con una partitura clara, sugestiva, inquietante y directa, que conectó inmediatamente con la audiencia. Porque la humedad de esas brumas, sin embargo, logró calar, caldear, al público que prácticamente abarrotaba la sala. Una obra sincera, y preciosa, que consiguió eso que no logran todas las obras de nueva creación: comunicar. Una maravilla de sorpresa para este primer plato que era el entrante perfecto a lo que vino después.
Porque lo que vino después fue el esperado regreso de Saioa Hernández, que está en el momento dorado de su carrera internacional, triunfando en todos los templos de la lírica mundial, al repertorio sinfónico. Era su debut con la Orquesta Nacional de España –que también está viviendo un momento dorado desde hace unos años– con seis de los lieder orquestales de Strauss. El resultado aún nos tiene en shock. Cuesta sobreponerse de algo así para volver a la realidad terrenal.
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La soprano madrileña está en un momento de madurez vocal maravillosa. Y con una presencia escénica que redondea su exquisito instrumento, que demostró estar en un nivel straussiano de primerísima división. Seis lieder para orquesta que comenzaron con Ruhe, meine Seele, op 27, num 1 y terminaron Allerseelen op 10, num. 8. Seis canciones bellísmas que, en su voz, resultaron estremecedoras hasta hacer brotar las lágrimas. Cuando una obra tan bella como la de Strauss se canta con la delicadeza con la que lo hizo Saioa Hernández, el resultado nos regala momentos de exquisita intimidad con uno mismo, algo que no es fácil de conseguir en una sala de gran aforo como la del Auditorio Nacional.
Tras el descanso, y con una un público exultante tras lo vivido, se sirvió el postre que no fue más que una magnífica lectura de la Primera Sinfonía de Brahms. Los miembros de la orquesta estaban, posiblemente, igual de exultantes que el público de la sala y, bajo la batuta de Joshua Weilerstein volvieron a demostrar porqué la Orquesta Nacional de España –junto con el Coro Nacional, ausente en estos conciertos– es una de las formaciones de más alto nivel de nuestro país.