'I Lombardi alla Prima Crociata', los maravillosos 'años de galera' de Verdi conquistan el Teatro Real

Nadie debería perderse la segunda y última de las funciones de esta obra clave de los comienzos del compositor de Busseto. El miércoles 9 de julio hay una nueva oportunidad.

En esta obra el coro tiene un gran protagonismo y, una vez más, el Coro Titular del Teatro Real, deslumbró en una gran noche verdiana. Foto: Javier del Real.
En esta obra el coro tiene un gran protagonismo y, una vez más, el Coro Titular del Teatro Real, deslumbró en una gran noche verdiana. Foto: Javier del Real.
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

7 julio, 2025
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Cuando el tenor Francesco Meli atacó en el segundo acto la cavatina y aria La mia letizia infondere, confirmamos que el estreno –en versión concierto– de I Lombardi alla Prima Crociata nos iba a llevar a los cielos (musicales) de Verdi en el Teatro Real. Y con Verdi, cuando se llega a los cielos, se pueden vivir momentos gloriosos. Eso es lo ocurrió el pasado domingo 6 de julio. Hay una segunda, y última, función el miércoles 9. El pasado mayo ocurrió algo parecido con Atilla, también en versión concierto.

En plenas celebraciones del Orgullo, muchas noticias quedan solapadas, y a la llegada al teatro nos enteramos de la cancelación de Anna Pirozzi, así como la de Alex Exposito. Dos jumpin de última hora salvaron la noche. El primero, el de la soprano rusa Lidia Fridman, una diva absoluta (se cambió de vestido en la segunda parte) que debutaba en España con esta joya de los ‘anni di galera’ de Verdi –esos primeros años del compositor en los que se fue gestando ese estilo que cambió la historia de la ópera– que es I Lombardi alla Prima Crociata, estrenada en 1843. Y triunfó. Mimada desde el podio por Daniel Oren, en cada detalle, en cada gesto, la soprano ya conquistó a la sala con la plegaria Salve Maria en esta ‘ópera bíblica’ con la que su autor quiso repetir en 1843 el éxito conseguido un año antes con Nabuccodonosor.

Francesco Meli (Oronte), Lidia Fridman (Giselda) en un momento de I Lombardi alla Prima Crociata, de Vedi, en el Teatro Real. Foto: Javier del Real.

Francesco Meli (Oronte) y Lidia Fridman (Giselda) en un momento de I Lombardi alla Prima Crociata, de Vedi, en el Teatro Real. Foto: Javier del Real.

Si el tenor genovés Francesco Meli nos dejó en shock en su ya comentada aria, su posterior dúo con Lidia Fridman (como poteva un angelo) siguió por esos derroteros, siempre con un estupendo, impulsivo y poderoso Oren a la batuta con una vibrante, excelsa, Orquesta Titular del Teatro Real entregada, respondiendo y recuperando para la orquesta, y para el público, a ese maravilloso Verdi que, de alguna manera, se nos había robado en La traviata que se está representando estos días en ese mismo escenario. Maravilloso, simplemente maravilloso, el precioso solo de violín del preludio del tercer acto, con la concertino se la formación, Gergana Gergova.

Un magnífico Marko Mimica fue el segundo de los jumpin sustituyendo a Exposito como Pagano. Este bajo-barítono croata fue otro de los grandes triunfadores de la noche, al cautivar con su voz y presencia, como lleva haciendo en medio mundo desde que deslumbrara en el Young Singers Project del festival de Salzburgo en 2011. Al igual que triunfó el tenor peruano Ivan Ayón Rivas –que alterna estas funciones con su Alfredo del segundo reparto de La traviata estos días– como Arvino.

Gergana Guergova, concertino de la Orquesta Titular del Teatro Real, fue exquista en el precioso solo del preludio del tercer acto. Foto: Javier del Real.

Gergana Gergova, concertino de la Orquesta Titular del Teatro Real, fue exquisita en el precioso solo del preludio del tercer acto. Foto: Javier del Real.

Un cuarteto de verdadero lujo para esta ópera que, tras cada cavatina, es una orgía maravillosa de arias, dúos, tercetos, cuartetos o quintetos. Porque, en papeles menores, pero no por ello algunos menos complicados, brillaron también la soprano donostiarra Miren Urbieta-Vegas, el bajo-barítono andaluz David Lagares, el tenor barcelonés Josep Fadó, el bajo alicantino Manuel Fuentes y la soprano argentina Mercedes Gancedo.

Mención aparte, en una obra como esta, merece el Coro Titular del Teatro Real que, a las órdenes de José Luis Basso, cierra un nuevo curso en la cima, en niveles de excelencia. En Il Lombardi a la Prima Crociata, el coro es un personaje principal. Gerusalem o el Coro de lombardos son solo dos ejemplos, pero en toda la ópera tiene un grandísimo protagonismo, y una vez más el nivel de la formación fue sobresaliente.

El estupendo bajo-barítono Marko Mimica como Pagano. Foto: Javier del Real.

El estupendo bajo-barítono Marko Mimica como Pagano. Foto: Javier del Real.

En estos tiempos en que la estupidez dicta las normas de una especie de dictadura cultural que marca la frontera entre el bien y el mal, muchas veces todos adoptamos el mantra de que las óperas con estos libretos (en este caso, con el Verdi más nacionalista, en los años previos a la unificación italiana, con la Primera Cruzada como argumento, y con los valores patrios exaltados) es mejor ofrecerlas en versión concierto que representadas. Gran error. Tampoco existen, desde mucho antes de las cruzadas, los dinosaurios, y Parque Jurásico arrasa en todas las secuelas, como tampoco se queman brujas, y Macbeth o Il Trovatore siguen en los teatros. Al igual que nadie declara su amor en el balcón tipo Romeo y Julieta. Todo se puede hacer en escena, siempre y cuando, por supuesto, se haga bien.

Un libreto con textos como «jamás fueron de Dios las palabras que obligan a los hombres a derramar sangre» debería subir a las tablas, representado, con muchísima más frecuencia. Y sí, en tiempos como estos. O quizás, más que nunca en tiempos como estos.

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