Es bien conocido Damiano Michieletto en el Teatro Real. Su visión macarra e irreverente del L’elisir d’amore de Donizetti estrenada en 2013 (y repuesta en 2019 con un Erwin Schrott en estado de gracia como Dulcamara) funcionaba como un reloj. La temporada pasada regresó con una Madama Butterfly en la que de nuevo tenía a una Saioa Hernández como Cio-Cio San que también encandiló al público que abarrotaba la sala. Algo que acaba de volver a ocurrir con esta Carmen, que aterriza en el Real en plena temporada navideña, con casi todo el papel vendido, y con un repartazo en el que brilla la mezzo rusa Aigul Akhmetshina (que regresa al Real tras su sonado triunfo la temporada pasada con Maria Stuarda) como Carmen. Entró pisando muy fuerte con la famosa Habanera, y mantuvo ese nivelazo durante toda la velada para celebrar el 150 aniversario del estreno de esta ópera, que vio la luz en París en 1875.
Michieletto (al igual que muchos directores de escena actuales) parece haber seguido la doctrina del fallecido Papa Francisco, que pedía ir a las periferias, a los márgenes de la sociedad. Seguramente lo hace(n) no tanto por una doctrina social y/o religiosa, sino por un culto exacerbado al feísmo. Algo que es tan respetable como el culto exacerbado a la estética y a la belleza. Al igual que es respetable el desprecio a cualquiera de ambas tendencias.
El director se toma esta premisa al pie de la letra y entra en los teatros, más que como un elefante en cacharrería, como Escamillo en la taberna de Lillias Pastia: arrasando en el segundo acto de esta ópera de Bizet. La plaza está llena, con las entradas agotadas, como en el teatro; un título de este calibre es un día de fiesta para los aficionados, como para los taurinos ver a su matador. Y el torero canta: «Votre toast, je peux vous le rendre, señores, car avec les soldats oui, les toreros peuvent s’entendre; pour plaisirs, ils ont les combats! Le cirque est plein, c’est jour de fête!» («A su brindis puedo responder señores, pues con los soldados, sí, toreros como yo se entienden; ¡Por placer, tienen el combate! La plaza está llena, ¡es día de fiesta!»). El público quiere ese brindis de día fiesta con la plaza llena, Michieletto sube a escena su propuesta… y el respetable, responde a ese brindis. Y en este caso, vaya si lo hizo.

Aigul Akhmetshina (Carmen) y Lucas Meachem (Escamillo) en un momento de Carmen, que se acaba de estrenar en el Teatro Real. Foto: Javier del Real.
Ante todo, el público premió una estupenda Aigul Akhmetshina como Carmen: soberbia de principio a fin tanto en el plano canoro como el actoral. En el Real ya la habíamos disfrutado en el segundo cast de la estupenda La Cenerentola de 2021 y, sobre todo, la temporada pasada en Maria Stuarda en la que, junto a Lisette Oropesa, hicieron dos reinas de leyenda. La mezzo rusa crea una Carmen absolutamente creíble y, sobre todo, sublime, pese a la propuesta poligonera que tiene que sacar adelante. Su rival, Micaela, fue otra no menos brillante Adriana González, con una imagen entre Betty la fea y una mojigata muy de provincias (que es lo que es). La soprano ya conoce las claves de Michieletto pues estuvo en el L’elisir de amore de 2019. Su Micaela fue otra de las grandes triunfadoras de la noche.
Charles Castronovo, Don José, y Lucas Meachem, Escamillo, completaron el cuarteto protagonista para estas dos poderosas mujeres, a las órdenes de Eun Sun Kim –volvió al foso del Real tras ser la primera mujer en dirigir una ópera en este teatro–, que propuso su particular visión de la partitura de Bizet al frente de la Orquesta Titular del coliseo, que también fue muy reconocida en los saludos la noche del estreno.
El reparto se completó en los papeles secundarios con unas estupenda Natalia Labourdette, como Frasquita y Marie-Claude Chappuis, como Mercedes, que estuvieron espléndidas en el Trío de las cartas junto a Akhmetshina. Y en el complicado quinteto del segundo acto con Lluis Calvet (Dancaire) y Mikel Atxalandabaso (Remendado), muy bien acompañados desde el foso. Será muy interesante escuchar la propuesta que Iñaki Encina plantea al frente de la orquesta en las tres funciones que tiene previsto dirigir los días 2, 3 y 4 de enero. El Coro Titular del Teatro Real, a las órdenes de Jose Luis Basso, espléndido como siempre, en este caso acompañados por los Pequeños Cantores de la ORCAM, una de esas formaciones que son una joya que siempre da gusto escuchar, y que tiene mucho protagonismo en esta propuesta de Michieletto. ¡Bravo por ellos!
Volviendo a estas ‘cármenes’ de los arrabales… Fue en 1999, en el Festival de Perelada, donde Calixto Bieito dio en el clavo con una propuesta de Carmen (con Alagna como Don José y la Gheorghiu como Micaela) verdaderamente magistral. Cuando la vimos en ese escenario veraniego supimos que estaba destinada a convertirse en un clásico. Luego ha ido mejorando aún más según ha ido pasando por los teatros de medio mundo; en el Real aterrizó en 2017.
Una Carmen choni, chandalera, muy Torrente…
La propuesta de Michieletto, que ahora llega a Madrid (y que es coproducción entre el Teatro Real de Madrid, el londinense Royal Ballet and Opera Covent Garden, donde ya se ha estrenado, y el Teatro alla Scala de Milán, donde llega en junio) está en esta línea: llevar la historia de la cigarrera de Mérimée a los años setenta del siglo XX, a una estética choni, chandalera y macarra. Una oda al feísmo, a un mundo Torrente, en el que esta historia, no nos engañemos, entra como un guante.
La propuesta de Michieletto es cien por cien respetuosa con el libreto. Posiblemente, mucho más que otras que estamos acostumbrados a ver. Aquí los militares del Regimiento de los Dragones de Alcalá son policías locales de una Sevilla que podría ser cualquier barrio marginal de cualquier ciudad, donde los traficantes se mueven a sus anchas, donde el lumpen encuentra acomodo.

Un momento de Carmen en el Teatro Real con Marie-Claude Chappuis (Mercedes), Aigul Akhmetshina (Carmen) y Natalia Labourdette (Frasquita); en el suelo, Lluís Calvet (Dancaire). Foto: Javier del Real.
Hay muchas opiniones sobre qué es Carmen (ópera) o quién es Carmen (personaje); sobre si encarna la libertad o a una mujer empoderada. Lo mismo ocurre con nuestras foclóricas, que son las ‘cármenes’ de España, y no las de Mérimée: históricamente han hecho lo que les ha dado la gana y, cuando en el franquismo eran franquistas, «cristianas y decentes», ahora resulta que son modernas y trangresoras, mujeres libres que han hecho y deshecho a su antojo. Todo se puede ver como se quiera ver.
Carmen, ¿una mujer libre o una mujer sin escrúpulos?
¿Es Carmen una heroína?, ¿una trangresora?, ¿una mujer que hace lo que le sale del moño?, ¿una auténtica cabrona que juega con un hombre para luego dejarlo arruinado, hundido y tirado? Esta obra, típica del Romanticismo tardío, cuenta la historia de esta mujer, pero, como mandaban los cánones de la época romántica, termina en drama. Por supuesto que da igual lo que fuese esa Carmen de España, esa Carmen de Mérimée; lo que está claro es que nada justifica su asesinato. Pero es que en esa época las historias se contaban así, igual que los caballeros se batían en duelo.
Estamos hablando de un estilo y un lenguaje, de una época, que, por supuesto, no tiene sentido hoy. No se está justificando un feminicidio ni un maltrato a la mujer por montar en escena una Carmen tradicional, al igual que nadie debe ser catalogado como inmovilista (en el mejor de los casos, cuando no como analfabeto antediluviano, que es lo más extendido) si no participa de estos crossovers que quieren actualizar con ojos de hoy obras del ayer.

Adriana González es Micaela en el nuevo montaje de Carmen en el Teatro Real. Foto: Javier del Real.
El regista italiano resuelve muy bien muchas de las cosas imposibles de esta historia, no solo en la actualización de los personajes sino en otras de estilo. Sin embargo, otros aspectos chirrían, por ejemplo, cómo plantea los interludios con los magníficos Pequeños Cantores de la ORCAM, con un toque cómico que nada enlaza con ese chonismo predrama que vemos en escena.
El montaje, con un escenario circular, es muy potente. La iluminación de Alessandro Carletti es tan bestia que se podría convertir en un personaje más. Michieletto se saca también de la manga a la madre de Don José, que está continuamente en escena, como una especie de Bernarda Alba que, a priori, nada tiene que ver con la verdadera madre del militar: una mujer navarra, no una señora con peineta y mantilla negra que en sus manos lleva la carta que pronostica ese futuro de muerte, y que parece que sale de ver a la Macarena recién restaurada. Este personaje, sin presencia en el libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy de la ópera, sí tiene mucho protagonismo la obra de Prosper Mérimée, y aquí está en escena desde antes de que suba el telón.
Esta Carmen con tintes lorquianos podrá gustar o no gustar; pero lo que está claro es que funciona, y funciona bien a nivel dramático. La historia resulta creíble, aunque quizá la sombra maestra, y la estética, del montaje de Bieito es demasiado alargada. También es comprensible que haya muchas personas que no compartan esta visión chandalera y ‘torrentiana’ de este clásico de la ópera francesa decimonónica, que nació como un fracaso absoluto en su estreno como extrañísima y controvertida opéra comique (en el teatro de la Opéra-Comique de París, el 3 de marzo de 1875) para convertirse en un título de repertorio pocos años después, ya con Bizet muerto sin haberla visto triunfar.
Tan válida es la propuesta como las protestas por estas visiones y versiones. Esta Carmen, que en el plano musical fue una delicia con una Carmen y una Micaela de muchísimo fuste y altura, funciona muy bien a nivel dramático, con momentos muy interesantes y muy bien resueltos. Pero quienes no la ven con buenos ojos, quienes responden al brindis que canta Escamillo en la taberna de Lillias Pastias con sonoros abucheos a la escena, tampoco son unos anacrónicos analfabetos; simplemente piensan, no faltos de razón, que a veces no hay que darle tantas vueltas a las cosas. Ni las ‘unas’ ni los otros ni ‘les otres’ son buenos o malos; todo depende del cristal con que se mira. O con el que se quiera mirar.
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'Carmen' regresa al Teatro Real. Foto: Javier del Real.
'Carmen' regresa al Teatro Real. Foto: Javier del Real.
'Carmen' regresa al Teatro Real. Foto: Javier del Real.
'Carmen' regresa al Teatro Real. Foto: Javier del Real.
'Carmen' regresa al Teatro Real. Foto: Javier del Real.
'Carmen' regresa al Teatro Real. Foto: Javier del Real.
'Carmen' regresa al Teatro Real. Foto: Javier del Real.
'Carmen' regresa al Teatro Real. Foto: Javier del Real.
'Carmen' regresa al Teatro Real. Foto: Javier del Real.
'Carmen' regresa al Teatro Real. Foto: Javier del Real.


