Nazario, el padre del cómic underground en nuestro país es objeto de una gran antológica por el CAAC Sevilla. Desde sus primeros dibujos en la Sevilla de los sesenta, a su descubrimiento de Barcelona y la creación de Anarcoma, Salomé, Turandot o Alí-Babá y los 40 maricones: todo lo que siempre quisiste ver de una de las figuras más libertarias y libertinas de la cultura española lo tienes ahora mismo en la capital del Sur.
¿Qué preguntarle a un hombre que ya lo ha contado todo en tres magníficos volúmenes autobiográficos? A la reciente publicación del primer volumen sobre su infancia, Un pacto con el placer (Laertes, 2021), se suma esta antológica que al fin recoge casi toda su producción: “También mis pinturas y acuarelas y mis fotografías y vídeos: las que hago de la ventana de mi casa hacia la Plaza Real de Barcelona, fotografiando lo que allí ocurre, pero también las de la ventana hacia dentro, es decir, en mi cama: fotos de mis novios y amantes. Contienen sexo explícito, pero no son porno”.
SHANGAY ⇒ ¿Qué sería de la carrera de Nazario sin el deseo y el sexo?
NAZARIO ⇒ Absolutamente nada. Lo erótico es algo que tengo clavado en el alma totalmente. A mis 77 años, aquellos que ven mis últimas fotos me preguntan: “¿Joder, y esta actividad sexual llevas?” Mientras pueda… El sexo tiene una variedad de expresiones que no tiene por qué responder a ningún estándar.
«Lo erótico lo tengo clavado en el alma»
SHANGAY ⇒ Ahora que se pueden ver todos juntos, ¿cómo evalúas tu evolución desde aquellos primeros cómics de los setenta hasta tus últimas obras como Turandot?
NAZARIO ⇒ Ha habido una considerable evolución desde mis primeras viñetas anteriores a 1972. Lo que gané con los años fue un sentido del perfeccionismo, también porque la mano se suelta. Dominas más la anatomía y el detalle, te has ejercitado… Así surge Anarcoma, que ya no tiene nada que ver con lo anterior, aunque mantiene esa carga erótica enorme.
Antes de la edición integral, Anarcoma se había editado en Suecia, Alemania o Estados Unidos en los ochenta, a veces con algo de censura. Ahora son reticentes a volverla a publicar: alegan que no es la época para hacerlo. Aunque según mis últimas noticias, lo van a traducir al portugués para publicarlo en Brasil. Acabo de firmar un contrato para hacer una película y una serie sobre Anarcoma, además.
SHANGAY ⇒ Ya era hora… ¡Qué excelente noticia!
NAZARIO ⇒ Yo también lo creo. Es un personaje que creé en 1977, y se publicó en blanco y negro en la revista Rampa. Que no haya envejecido y siga resultando atractivo e interesante para nuevas generaciones dice mucho. No está obsoleto. Se mantiene joven.
SHANGAY ⇒ ¿Cómo y por qué creaste a esta travesti asesina, detective, encoñada con ese robot humanoide?
NAZARIO ⇒ ¡Ese robot creado para el placer! [risas]. Todo tiene un trasfondo literario: leo mucho y me gusta mucho el cine. Lo creé con muchas influencias: obviamente tiene algo de Barbarella, no tanto de Modesty Blaise, pero también mucho del cine de Fassbinder o John Waters con Divine. Así que no surgió de la nada. Quise crear un personaje atractivo, detective, pero que no fuera hombre, porque ya había muchos, ni tampoco mujer. Un maricón no me cuadraba: era solo un hombre al que le gustan los hombres. Así que me decidí por un travesti, no una persona trans, porque hubiera sido otra historia.
Era lo idóneo para desarrollar las aventuras que tenía en mente. Y retratar todo ese mundo nocturno de la Barcelona de la época. Al final, el personaje ya se conducía solo. De hecho, lo que le ocurre a ese robot XM2, con ese aspecto de macho ibérico (de esos que a mí me gustan, peludos, calvos y con un miembro enorme), empieza a travestirse, a mariconear y se le mete en la cabeza que quiere operarse y hormonarse, lo que es bien contradictorio porque no deja de ser un robot creado para ser un supermacho. Y que al final lo convenzan para meterse a monja en el Palmar de Troya es un poco delirante…
«Me follé a Clemente Domínguez, luego conocido como papa Gregorio XVII»
SHANGAY ⇒ Hoy sabemos, gracias a ti y a investigaciones de Jordi Costa, que el underground español no nació en Madrid o Barcelona, sino en Sevilla. Y que está relacionado con el surgimiento de la Iglesia escindida del Palmar de Troya, cuyos fundadores eran homosexuales muy conocidos en Sevilla…
NAZARIO ⇒ Dímelo a mí, que me follé a Clemente Domínguez, luego conocido como papa Gregorio XVII, un día que iba por los jardines de Murillo. Chispeaba y me iba a mi casa. Y me encontré con un hombre apoyado en un árbol, con una gabardina con los laterales abiertos y los pantalones bajados, enseñando el culo. Yo que volvía a casa caliente, metí lo mío en la cueva del otro. Y resultó que era Clemente, muy conocido en los váteres públicos y todo tipo de lugares similares en Sevilla.
Un amigo mantuvo relaciones con, como él lo llamaba, “el monjo”, que luego sería el socio y sucesor de Clemente, Manuel Alonso Corral, que se hizo llamar papa Pedro II… Era un tío que follaba y le entraban unos arrepentimientos horrorosos. Entonces se metía a monje en algún convento de Palencia. Le escribía unas cartas terribles a mi amigo, pero al cabo de cuatro o cinco meses estaba otra vez por Sevilla pidiendo guerra.
SHANGAY ⇒ Resulta encomiable tu denuncia constante de la doble moral… ¿Por qué te horroriza tanto?
NAZARIO ⇒ Me horroriza como a cualquiera. Hay una cosa que odio sobre todas: la mezquindad. Y después la hipocresía, que me resulta inadmisible. Ya estuve muy rodeado de hipócritas en mi colegio de Salesianos y en muchos más sitios. Conozco el mal que provoca la hipocresía, porque yo mismo fui un hipócrita durante el tiempo que estuve arrepintiéndome en mis confesiones por tocarme y por ser homosexual. Hasta que mandé a la mierda los prejuicios y salí del armario como pude a los 18 años. Cuando daba vueltas arriba y abajo en las butacas de los gallineros de los cines, o acudía a Torremolinos a conocer lo que en aquel entonces era el inicio y el único ambiente que existía en España.
«Cuando mandé a la mierda los prejuicios, salí del armario como pude a los 18 años»
SHANGAY ⇒ Hay dos personalidades cercanas que planean sobre esta muestra. Una es Ocaña, el mítico pintor travesti, del que presentas bocetos de un proyecto que no se realizó, El fuego infinito…
NAZARIO ⇒ Era una obra de teatro de Andrés Ruiz basada en la vida de Ocaña, que ganó el premio Calderón de la Barca en 1987. El premio incluía un dinero para representar la obra y estrenarla. Le encargaron la dirección a Juan Diego, que me llamó para que hiciera el vestuario. Yo realicé todo el trabajo, que se exhibe en la exposición (los bocetos los tiene el Instituto del Teatro de Sevilla), pero la obra no se hizo porque Juan Diego y Andrés Ruiz se pelearon.
Andrés pasaba por los ensayos, cada vez con un chico joven distinto que se había ligado con la promesa de que iba a ser el protagonista de una obra de teatro. Así un día y otro, hasta que Juan Diego lo mandó al carajo, que el que decidía a los actores era él… El otro dijo que la obra era suya. Se mandaron a la mierda, salió en la prensa como un escándalo, y no se hizo. Era la primera vez que me encargaba de un vestuario, luego ya lo he hecho en cuatro o cinco obras más. Incluso me han premiado al mejor vestuario en Barcelona por una obra, Braguetas, de 1992.
SHANGAY ⇒ ¿Quieres contarnos algo de tu relación con Ocaña? Supongo que su muerte tan fortuita y de esa manera fue un shock…
NAZARIO ⇒ Uno tremendo. Muchas cosas habían cambiado en la última etapa de su vida. Tenía hepatitis, y no se la curaba porque no paraba de ir de un sitio a otro tratando de hacer exposiciones, para conseguir pasta para una casa enorme que se había comprado. Tenía una hipoteca gordísima, estaba un poco descentrado… Se fue a descansar a su pueblo, y allí se le ocurrió la locura de hacer esta especie de pasacalles con máscaras y muñecos. Y como estaba tan loca, llevaba un sol lleno de bengalas y se vistió con una maya de licra totalmente cubierta de tiras de papel.
En cuanto prendió una tira de papel, ardió como una antorcha, con la camisa de nailon derritiéndose y ardiendo en el cuerpo. Entre que lo apagaban y no lo apagaban, pues se quemó vivo. Y claro: no tenía el hígado en condiciones para soportar un tratamiento. La suma de todo esto lo mató. A veces sospecho que pudiera ser VIH positivo y no saberlo, porque era la época en que no se sabía nada, hacia 1983. Se empezaba a hablar de algo que pasaba, pero no había información concreta. No fue hasta la muerte de Rock Hudson en 1985 que supimos lo que estaba pasando. Y Ocaña tenía muchos amantes que no eran para nada mi tipo: jóvenes ladrones, gente que frecuentaba la cárcel, lo que antes se llamaban chulos genetianos.
«Me gustan las pieles oscuras, y no precisamente por tomar el sol»
SHANGAY ⇒ La otra personalidad que planea sobre esta exposición es tu pareja, Alejandro, un compañero de vida…
NAZARIO ⇒ Lógico: estuvimos 34 años juntos. Y tenía un carácter… Antes de morir, cuando estaba en las últimas, me dijeron en el hospital que ya no había nada que hacer; les pedí llevármelo a casa porque así la muerte es algo mejor. Cuando veníamos a casa en la ambulancia, me soltaba: “Nene, por favor, por qué no le dices a los chavales de la ambulancia, tan guapos y macizos, que me dejen que les chupe la polla un poco, que a ellos que más les da” [ríe a carcajadas]. Era tremendo: el deseo y la sinvergonzonería nunca lo abandonaron.
SHANGAY ⇒ En 1993 publicas la que es tu definitiva obra maestra, Turandot. ¿Cómo surgió la idea de hacer un cómic tan complejo, tan lleno de referentes contrapuestos?
NAZARIO ⇒ Siempre fui lo que en la época se llamaba un ‘progre’, desde que llegué a la Universidad. Algunos me llamaban pedante. Tenía una cultura, había leído mucho desde pequeño. Con el tiempo, también me hice muy cinéfilo, y también un amante de la ópera, cuando un mariquita amigo que tenía una colección enorme de discos renegó de ellos. Soy muy de Wagner, Strauss…, y no tanto de ópera italiana.
Del Turandot de Puccini me gustaba mucho el libreto: esto de la princesa virgen, los acertijos y de que le cortara la cabeza a los candidatos que no los acertaran. Me di cuenta de que en aquella época hubo hasta treinta óperas distintas basadas en Turandot, que era una obra de teatro de un italiano llamado Gozzi. Y me decidí a recrearla, pero a mi modo: cambiando algunos personajes, la historia…
Al final, por ejemplo, el aspirante a la mano de Turandot que adivina los acertijos es asesinado por una criada que está enamorada de él. Me parecía un mejor cierre: que el objeto de deseo de aquella mujer fría que había mandado a matar a tantos hombres tome de su propia medicina, la muy perra, y se quede sin su amante anhelado, virgen para siempre… y jodida. Porque después de ceder al amor, se queda sin objeto de deseo.
SHANGAY ⇒ Que es lo peor que le puede pasar a alguien según tu visión…
NAZARIO ⇒ [Risas] Por supuesto.
«Cuando me cansaba de pintar pollas, pintaba princesas y vírgenes»
SHANGAY ⇒ ¿Por qué dejaste de hacer cómics después de Turandot?
NAZARIO ⇒ Por aquella época navegaba entre obras elegantes y obras de pollas. Por ejemplo, tras acabar Anarcoma me hice una obra fina, Vírgenes y mártires, sobre los martirios católicos; esta cosa de que le arrancan los pechos, la desgarran y le cortan el cuello porque ella no quiere renunciar a su Dios. O Salomé, basada en la de Oscar Wilde, pero eliminando a San Juan como objeto de deseo o lucha entre Herodes y ella. Era una constante, como un cambio de chip: cuando me cansaba de pintar pollas, pintaba estas princesas y vírgenes.
Como Turandot me llevó como cuatro o cinco años (trabajando desde la escenografía al vestuario, inspirado entre la Virgen del Rocío y la Semana Santa de Sevilla mezclado con el barroco chino), a la vez me puse a crear los apartamentos estos de Ali-babá y los 40 maricones. Que el Ali-babá era un bar donde se juntaban los chulos, y el resto eran los apartamentos de varios tipos de mariquitas: el del ático, el tímido; otro de una pareja, uno muy fiel y otro muy promiscuo; y en el otro, tres locas juntas, la leather, la intelectual y la del perrito. Esto lo publicaba en revistas de Francia, también en la revista Makoki en España…, hasta que salió completa en álbum.
Entonces me metieron en un escándalo horroroso que partía de un bulo. Los del PP comenzaron a decir que los socialistas querían hacer de ese álbum un libro de texto para los colegios, y lo tergiversaron de un modo que alcancé las tropecientas mil críticas por Internet. Porque se lo inventaron todo ellos.
SHANGAY ⇒ Todavía no me has contado por qué dejaste de dibujar cómic…
NAZARIO ⇒ ¿Ah, no? [Silencio] Mira, tras cinco años con Turandot, cuando aún no se había publicado, me llamaron de El País porque querían publicarlo ellos. Lo tuvieron como un año y pico retenido, y al final me dijeron que no. Esto me supo fatal, como es lógico. Me publicaron quince páginas como de compensación. Yo lo publiqué todo en el Víbora, claro. Pero eran ya una serie de avatares que me dejaban muy mal sabor de boca.
A la vez, galerías como Sen y Moriarty me perseguían para hiciera exposiciones. Y me dejaban libertad: podía exponer el trabajo que quisiera. Fue un bálsamo, una solución a todo esto. Cambié el chip, abandoné el cómic y me puse a pintar cuadros, algo que nunca me había apetecido especialmente. Hice una exposición primero en París, luego en Madrid, y ya me enrollé pintando acuarelas. Hasta el 2006, cuando las galerías de Barcelona que me habían pedido obra cerraron. Luego llegó la crisis del ladrillo, y comencé a escribir mis memorias. Con eso y con la fotografía he estado los últimos años.
SHANGAY ⇒ En tus acuarelas y pinturas priman una suerte de autorretratos donde no sales, pero donde se te ve: estás pintando tu casa, tus balcones a la Plaza Real…
NAZARIO ⇒ En mi carrera de cómic siempre procuré, o cada vez más, envolver a los personajes en un contexto. Eso fue lo que volqué en mis pinturas. Me propuse contar todo lo que me rodea, evitando autorretratarme. El retrato está en los discos que me gustan, los libros que leo, los muñecos, las cajitas y los objetos que colecciono…, y muchas flores, porque las flores me encantan. También aparece la plaza, con lo que conseguía dar un fondo a algo que quedaría plano si no hubiera una ventana abierta que le da profundidad.
«En mi exposición de Sevilla hay un apartado de fotografías, entre 50 y 80, de amantes»
SHANGAY ⇒ ¿Cuándo decides comenzar a fotografiar lo que sucede en la Plaza Real, y sus habitantes, desde las señoras a los chulos que la pueblan?
NAZARIO ⇒ Tenía una cámara analógica y comencé en los ochenta a fotografiar los montajes que hacía Alejandro allí de papel maché, para las Fiestas de la Mercé. Cuando llegó lo digital, como un amigo pakistaní me invitó a su casa en Pakistán, me compré una para poder echar fotos allí. Cuando volví me ofrecieron exponerlas en Casa Asia, algo que tuvo bastante éxito.
Lo de la plaza surgió por casualidad: yo soy muy curioso, y cada vez que hay un ruido en la plaza, me asomo a ver qué pasa. Tengo la máquina cerca de la ventana, con el zoom, y hago fotos a la gente que actúa, a los que pasan, a los capoeiras macizos dando saltos… Y claro, al hacerlo en un picado tan acusado, tan desde arriba, el fondo es el suelo. Queda bastante espectacular. En la expo, de esta serie de fotos, hay una habitación completa de 60 metros cuadrados empapelada de fotos, con ocho monitores que emiten vídeos o fotomontajes sobre la misma plaza.
SHANGAY ⇒ Ahora que has mencionado a un amigo pakistaní, ¿podemos hablar un poco de tus xenofilias, ese gusto por hombres de otras latitudes?
NAZARIO ⇒ A mí me gustan las pieles oscuras, y no precisamente por tomar el sol. Y me gustan, estéticamente, muchas gamas de tonalidades: desde la más clara de un bengalí a la más ahumada de un indio, o los diferentes grados de negro de los africanos. Como decía una amiga mía, soy un racista… contra los blancos. A ella no le ponía una relación con un blanco; si no había oscuridad de piel no se excitaba, y a mí me pasa un poco igual; me gustan esos ojos negros, ese pelo negro… También los hombres peludos, digamos que un poco como los hombres de mi juventud. No agitanados, pero sí este tipo de hombre andaluz, recio, de barba cerrada. Eso lo encuentro en esta gente oriental.
«Para la fotografía busco naturalezas vivas. Mis amantes vistiéndose o desnudándose, tumbados, detrás o debajo de mí»
SHANGAY ⇒ ¿Has traspuesto tus naturalezas muertas en acuarela a algo parecido en fotografía?
NAZARIO ⇒ No, yo naturalezas muertas en fotografía, no. Para la fotografía busco naturalezas vivas [risas]. En el sofá o en la cama, mis amantes vistiéndose o desnudándose, tumbados, detrás o debajo de mí, etcétera. En esta exposición hay un apartado de fotografías, entre 50 y 80, de amantes. Fotos íntimas.
No todos se dejan fotografiar…, pero hay novios que son exhibicionistas, y les gusta. “Enséñame a ver cómo ha quedao”, te dicen. “Cara no, cara no”, y se ponen la almohada. Cosa absurda, porque luego les voy a sacar un retrato. Pero bueno, ellos no quiere que la cara y la polla salgan juntas… A mí me da igual, obviamente: me gustan la cara, el cuerpo y la polla. Y hago los detalles que me apetecen. Pero no es una obligación artística ni me lo tomo como un deber. Lo hago porque me lo paso bien. Como dice mi novio bengalí: “Es que a mí me gusta” [risas].
Nazario se puede visitar en el CENTRO ANDALUZ DE ARTE CONTEMPORÁNEO DE SEVILLA (Cartuja de Santa María de las Cuevas) hasta el 28 de febrero de 2022